A los días me quitaron el tubo de mi garganta, seguía teniendo la misma dificultad para respirar pero ese cilindro en mi garganta no me permitía hablar. Esa mañana era tan hermosa, una mañana de verano, los rayos del sol entraban por la ventana, no dejaba de mirar hacia el exterior, los arboles del jardín se mecían ligeramente por la suave brisa que los empujaba, el jardinero regaba las hermosas flores rojas que resaltaban entre el verde de las hojas, hacía un día tan hermoso que quería salir allí y sentir el aire fresco. Miré a Henry sentado junto a la cama con el dorso sobre la misma, estaba completamente dormido y me sujetaba la mano aún así durmiera.
Moví mis dedos débilmente, Henry se despertó de inmediato al sentir mis dedos acariciando su mano, me miró y sonrió un poco, fue una sonrisa de alivio, le alegraba que aún estuviese con vida.
- hoy... hoy hace una mañana preciosa. - dije entre pausas para retomar el aliento con dificultad y esfuerzo.
- veo que te has levantado de buen humor comparado con los últimos dos días. - miró hacía la ventana y le dio un corto vistazo al jardín. Me miró y sonrió antes de levantarse de la butaca. - sí, tienes razón, hoy hace un hermoso día de verano.
Buscaba las medicinas y las jeringas en el maletín donde estaban todos mis medicamentos, los preparaba para ponermelos con la esperanza de que me den mas tiempo de vida.
- Quiero salir. - le rogué con esfuerzo y con falta de aliento.
- sabes que no puedes salir, tienes todos estos aparatos, el suero y el medidor cardíaco. - expresó con lástima.
- por favor... déjame sentir la brisa, ya déjenme morir en paz, ya no... ya no quiero sufrir más. - le rogué débilmente.
- está bien, pero sólo un rato, le diré a la enfermera que me ayude a rodar los aparatos.
Bajo la sombra de aquel árbol me sentía tan tranquilo, la brisa me acariciaba y aliviaba mi dolor, Henry se encontraba de pie junto a mí, yo por otro lado estaba sentado en la silla de ruedas sujetado con unas correas para no caerme de la misma ya que no tenía fuerzas siquiera para mantenerme estable. Miré a Henry y sonreí levente, él me regresó la sonrisa pero con tristeza en ella.A pesar de todo me encontraba tan feliz, ese día era maravilloso, la mejor mañana que vieron mis ojos, los pajaros cantaban, y volaban alegremente alrededor de la fuente que soltaba agua por la vasija del Cupido tallado en la piedra, el jardinero con una redecilla sacaba las hojas de los árboles que habían caído en el agua cristalina. Sentía la mano de Henry acariciar mi cabello, la brisa sopló y yo sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo.
- Henry te querré... te querré siempre, gracias por... dejarme... sentir ésta mañana tan... hermosa... Te amo... - dije tristemente con esfuerzo gastando mi última gota de aliento.
La brisa acarició con suavidad mi cuerpo, me relajé tanto, me sentí tan tranquilo, una paz enorme me abrazaba, sentía que me iba desvaneciendo lentamente con el viento, entonces sentí un espasmo, fue silencioso, fue directo en mi pecho, me impidió que tomara aire.
- Alan yo también te amo, siempre te amaré, ¿Alan?, ¡Alan!, ¡Enfermera!, ¡Alan no me dejes!.
Escuché su voz a lo lejos mientras sentía mi disnea sibilante apagarse y junto con ella se fue mi cuerpo entero.
Fue en aquella mañana de verano donde el sida terminó con mi vida y fue esa misma mañana que comprendí el verdadero significado del querer, gracias a Henry quien me enseñó paso a paso el significado de un te amo.

ESTÁS LEYENDO
Promiscuous
Casualeun promiscuo gay y un heterosexual son los que le dan vida a esta historia llena de drama, excesos, y algo de humor. promiscuous (promiscuos) es una historia que te ayuda a reflexionar de manera creativa en cada narración, narración hecha por el pro...