Capítulo 4 - Un día de perros

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Lo primero que vio Frisk al despertar, fue el hocico peludo de un enorme perro de color blanco con una especie de cinta negra en la cara. Estaba olisqueando la cabaña con cara de muy pocos amigos y una galleta de perro en la boca.

– Me ha parecido oler un humano aquí... Pero no se mueve – se mantuvo un momento observando la cabaña, intrigado. Pero no duró demasiado antes de suspirar –. En fin. Qué importa. Qué pereza esperar a que lo haga.

Salió y Frisk observó, temblando, cómo llamaba a otro perro de similar tamaño para irse. Uno vestía con una armadura poco cuidada, y el otro con un peculiar conjunto rosa y amarillo. El de la camiseta rosa rodeó con los brazos al otro.

–Esto de no poder ver es un asco, me voy a mi casa. Que tengáis suerte Greater y tú encontrando al humano, está por ahí.

Papyrus se despertó a tiempo para ver un enorme e imponente perro aparecer justo en la puerta de la cabaña, observándolos un poco emocionado

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Papyrus se despertó a tiempo para ver un enorme e imponente perro aparecer justo en la puerta de la cabaña, observándolos un poco emocionado. Olisqueó el aire y gruñó un poco a la bolsa de Frisk, indicando que quería la comida que tenían allí. Frisk sacó el plato de espaguetis de Papyrus y se lo acercó con la mano temblando.

Apenas le dio tiempo a sostener el plato, ya que el gran perro se lo arrancó de las manos y se lo llevó para comérselo un poco más cerca de los árboles. Comía con una desesperación extraña, como si no comiese en años. Sin embargo aún quedaban restos de su comida anterior en el pelo de su cara. El otro perro, más pequeño y delgado, miró cómo le daban comida. A principio parecía indiferente, pero luego empezó a gruñir y acercar una espada hacia ellos, visiblemente enfadado.

– ¿Qué le he hecho? – exclamó Frisk, asustado.

– ¡No lo sé! ¿Quizás quería comida también?

–Pero si le doy el donut no nos quedará nada...

No había tiempo, tenía la espada a centímetros de su cara, así que tenía que pensar rápido. Su enemigo era un perro, un perro ligeramente más alto que él, pero si alargaba un poco el brazo, tal vez...

Se acercó corriendo a él y puso la mano en su cabeza para a continuación moverla un poco. Al notar la caricia su enfado se esfumó, tirándose al suelo para recibir mejor las caricias de Frisk. Luego se dio la vuelta, y otra vez. Poco después el perro grande tosió los espaguetis con cara de asco, pero al ver cómo se divertía su compañero se acercó para jugar también. Mientras Papyrus se indignaba por el rechazo de su maravillosa cocina, los perros terminaron durmiendo encima de Frisk, el cual le costaba respirar por su peso y la risa de haberlos acariciado durante casi una hora. Supuso que esto funcionaría con el otro perro y todos los que pudiese haber, o al menos era lo que esperaba.

Un temblor volvió a sacudir ligeramente la tierra.

– ¿Aquí abajo tenéis terremotos?

– ¿Qué es eso? – Papyrus ayudó a Frisk a salir de debajo de los perros.

Sintale (Undertale AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora