03 | Quietud que esconde violencia

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Esteban despertó agotado el día después de la fiesta. Bailar toda la noche no fue la mejor idea del mundo por mucho que lo disfrutó. Así que jugar videojuegos por el resto del día le sirvió para reponer energías. Una vez que el timbre de su casa sonó, indicando la llegada de Iván y Javier, dejó de juguetear.

La noche anterior ellos acordaron ir a Dominican's Café, la cafetería de los padres de Iván, a pasar un buen rato. Los tres concordaron en que echar a perder uno de los pocos domingos que tenían libres de deberes escolares era una total abominación. Además, ¿quiénes eran ellos para negar que los postres de Indira eran, por mucho, los mejores de la ciudad?

Iván se durmió balbuceando un disparate sobre el calentamiento global en el asiento del copiloto. Javier hizo lo posible para que salieran airosos de los múltiples aglomerados de vehículos en la autopista principal de la ciudad.

Esteban quiso hacer lo mismo que su cómplice bailarín, pero en lugar de descansar decidió pasar el rato bromeando sobre sus calificaciones. Deseaba distraerse sonriendo frente a sus amigos, la realidad era que tenía miedo de que su padre volvería antes que él a casa. Por mucho que trató de no pensar en ello, sabía que Carmen no estaría segura.

Explicar con palabras el miedo y resentimiento que sentía el líder de Teen Light hacía su padre era devastador. Víctor fue un hombre ejemplar ante la sociedad y un monstruo para su familia. En más de una ocasión creyó que se volvería loco incluso comprendiendo que quien en verdad ama no lastima. Su madre merecía un héroe, él necesitaba ser uno. Años atrás se juró a sí mismo liberarla de la aparente serenidad. No sabía cómo lo haría, necesitaba más que fuerza física para enfrentarlo. Desde sus adentros maldijo al insomnio, para luego bendecir a quienes pueden ser indiferentes a sus propias vidas y sobreviven a ello. Él jamás sería capaz de tal cosa. Sus ánimos cambiaron al ser recibido por Indira en Dominican's Café.

La mujer de anteojos color plata llamó la atención de todos los clientes vociferando el nombre de su hijo. Abrazó a Iván de una manera muy emotiva, provocándole una ligera pena frente a sus amigos, al contrario de ellos que sonrieron amablemente, él deseó desaparecer. Iván echó de menos la presencia de David, pues con él cerca quizá Indira se hubiera abstenido de hacer semejante escena de «mamá mono», aunque nunca era capaz de frenar el elevado grado de atrevimiento que distinguía la maternidad en Indira, ella era insistente con las cosas que quería. Iván la siguió en dirección a la recepción y sus amigos se rieron por la expresión en su rostro.

Gracias a la gran cantidad de clientela presente Esteban y Javier dedujeron que Iván desempeñaría el rol de mesero, o que ellos se verían en la obligación de ayudarlo. No lo harían si no lo veían con un delantal y sudando hasta más no poder. Mientras eran libres de cualquier deber, tomaron asiento en las butacas altas de la pequeña barra de ladrillos. Conversaron sobre sus tareas, la salida al cine que tuvieron la semana pasada y el equipo ganador del último campeonato de béisbol nacional. Su entretenida conversación solo paraba cuando tomaban un sorbo de los batidos de fresa que Indira les ofreció. Eran temas entretenidos, pero Javier, en cualquier caso, ponía en alto sus dudas con cuestionamientos que no todo el mundo querría responder.

—¿Estás bien, amigo?

—Lo preguntas por...

—Por lo de Félix.

—Es pasado.

—Él volvió. No es tan pasado que digamos.

—Debemos dejarlo en el pasado.

—Si fuera pasado no sería necesario estar a la defensiva, ¿o me equivoco?

—No me agrada tu sicología inversa.

Amigos IncondicionalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora