Altagracia observó por encima de las lentillas a su hija. Ruth organizaba sus libros con tremenda distracción. Conocía los hábitos de ella como los propios, razón por la cual se preocupó cuando la miró sentarse en el suelo, así que hizo lo mismo a sus espaldas.
—Según lo que recuerdo «El Principito», no va en esa estantería. ¿Cierto? —preguntó, acariciando la cabeza de Ruth.
—Creo que necesito comprar más estantes.
—Tal vez solo tienes que organizar mejor tus libros.
—A veces no es tan fácil como parece, mamá.
—Entonces debes hacer que lo sea. —Ruth le regaló una pesada sonrisa, casi al borde del llanto—. Ven aquí... Sé que no es fácil, pero nada que valga la pena lo es, y está bien porque así todos podemos dar más de lo que creemos posibles.
Ruth escondió su cara en el pecho de Altagracia. Deseó desaparecer durante los años que le faltaban para convertirse en una adulta, volvería en cuanto tuviera la capacidad de enfrentar sus temores. Pero incluso si aquello hubiera sido posible no se creía capaz de tal cosa. Agradeció las palabras de Altagracia. Su madre era la persona más comprensiva que conocía, también la única con la que siempre había sido fácil hablar sin tabúes; hasta que empezó a estudiar en Nueva República. Ruth no era la misma chica de que en el primer día de clases, y su manera de ver el mundo cambió, por segunda vez, con la entrega de los diplomas.
Le hubiera gustado hacer más cosas, ir a muchos lugares y pasar más tiempo con las personas que apreciaba. Un poco tarde comprendió que la vida de un estudiante no se basa solo en estudiar, sino en aprender cómo ser mejor cada día. La oportunidad de estudiar periodismo en Inglaterra fue un sueño hecho realidad. En su última clase Enrique Delgado dijo que era una estrella, y le aconsejó nunca dejar de brillar. Tal vez en otras circunstancias hubiera creído en esas palabras.
Luego de recibir su diploma no le importó tener la admiración de los docentes y compañeros. Pensó que esos reconocimientos valían muy poco, puesto que nunca pudo protegerse a sí misma o cumplir promesas mediante ellos. Ese mismo día Javier, Iván y Esteban salieron de las aulas a toda prisa dejándola atrás. Ella caminó en dirección al lugar de costumbre despacio. Una parte de su conciencia admitió que había elegido un buen lugar. Esa esquina fue un hogar, y sus amigos, la familia.
No muy tarde repasito en que dejó mucho atrás por un sueño difícil de alcanzar. La beca al extranjero era una oportunidad única por el apoyo que recibiría de su tía materna, pero, ¿dónde quedaron las cosas divertidas de ser una estudiante de preparatoria? Como las salidas con más frecuencia al cine con sus amigos, las fiestas de pijamas una vez al mes con Naomi o el primer amor. Mientras se ponía de pie sintió que aún no era tarde para vivir esos momentos, y siguió el consejo de Altagracia. No podía quedarse dentro de la habitación si sus amigos estaban en el patio trasero.
Ellos se miraron mutuamente mientras Ruth se acercaba, cubriéndose el rostro del sol con la mano izquierda. Javier se levantó del asiento de piedra donde estaba y le sonrió. Ella hizo lo mismo cuando estuvo bajo la sombra del árbol de almendras.
—¿Sabes cómo sigue Naomi? —cuestionó Iván.
—Natalia me dijo que ella está mejor.
—Hemos ido por separado. —Esteban se encogió de hombros—. ¿En serio no piensas ir?
—Así es mejor, además puede que no quiera...
—Puede que no quiera verme —interrumpió Iván—, estoy en total acuerdo contigo, Ruth.
—No lo digas de esa manera.
—Ella dijo que no nos quería volver a ver y que me olvidara de ella, ¿qué se supone que haga al respecto? No quiero alterarla.
—Deberías intentarlo.
—No puedes dejar que el accidente los separe. Ambos sabemos que ella habló sin pensar. La discusión que tuvieron no significa que lo que sienten por el otro desaparecerá.
—No he dicho que no la quiero.
—Actúas como si no te importara que ella tenga un mes en cama.
—Me importa mucho, Javier.
—¿Entonces por qué no vas y se lo dices? Estoy segura que aún te quiere. Ella no se ha quitado el collar que le diste.
—¿Les preguntó por mí?
—No hemos podido conversar ampliamente, solo hablamos de su salud.
—A mí me preguntó cómo me fue en la audiencia. Yo solo quería saber si estaba bien y ella quiera saber lo mismo sobre mí.
Iván no perdió de vista a Ruth. La miró como si estuviera a la espera de una respuesta, pero lo que escuchó fue decepcionante.
—Le pedí perdón mientras dormía. Sé que Natalia le ha dicho que estuve allí. Todavía no tengo el valor de hablarle de frente. En la clínica me topé varias veces con Matías.
—Por lo que dices entonces se hizo responsable.
—¿Quién es Matías?
—Es el dueño del auto con el que Naomi chocó. No fue su culpa, pero él se hizo responsable por todo.
—Es hijo del jefe de Miguel.
—Me alegra saber que han tenido apoyo.
—A mí igual.
—Tengo fe en que ella podrá salir de esto, y tú... —Ruth le dio un pequeño golpe en la cabeza a Iván—. Ve a verla, dile lo que sientes, más te vale hacerla feliz.
Reconstruir su lugar en el corazón de Naomi no era sencillo. Iván quería ser un hogar para ella porque desde niño supuso que todo se solucionaba de camino a casa. Asimilar que en realidad eran sus padres quienes solventaron las malas decisiones formaba parte de crecer, él lo aceptó, y debía hacer algo para compensarlo. Tenía diecisiete años sin que nadie más que ella traspasara su fuerza de voluntad. Antes de conocer a Naomi nunca pudo encontrar a alguien, fuera de su familia, que le hiciera falta. Ese sentimiento le aseguraba que la quería. En su ausencia, extrañó a la persona que era cuando estaban cerca. Iván jamás pensó que enamorarse podría doler tan bien.
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Amigos Incondicionales
Ficção Adolescente💜📙 Novela destacada en el perfil @WattpadNovelaJuvenilES en junio del 2020 para la lista de lectura #JovenCotidiano 📙💜 💛📙 Novela destacada en el perfil @WattpadFiccionGeneralES en mayo del 2019 para la lista de lectura #Juveniles 📙💛 Ruth esp...