16 | Promesas sin cumplir

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—Date prisa. Te esperaremos en el salón de presentaciones, en media hora nos toca.

—Iré de inmediato —ratificó Félix.

La partida de Michael le ayudó a controlar sus nervios. Respiró hondo y encendió su celular. En casi dos meses se acostumbró a que el teléfono residencial de la habitación, que le asignaron en su ingreso a la Academia de Aviación, fuera su único medio de comunicación con el exterior. La conformidad fue tal que consideró usarlo hasta su graduación. Sin embargo, no hubo marcha atrás cuando se dejó llevar por la curiosidad de saber cómo estaba Sandra.

Innumerables notificaciones de mensajes le entorpecieron la vista, pero ver las de su padre le dejaron en un ligero trance. ¿Desde cuándo Francisco sabía que ingresó a la academia? Él y Félix no mantenían un estrecho contacto, en lo absoluto, no tenían una común relación de padre e hijo. Cuatro minutos después cayó en cuenta de que había cosas más importantes que preguntarse cuál fue la mosca le picó a Francisco. No lo pensó dos veces para abrir el primer chat en su Messenger.

Sandra

Siete llamadas perdidas.

Te vas.

¿Por qué no me dijiste nada?

Por favor, responde mis llamadas, ¿dónde estás?

Tan solo te irás así, desaparecerás, ¿por qué? ¿Tú igual me defraudarás? Simplemente te irás como mamá.

Tres llamadas perdidas.

Irene me dijo que te fuiste a la academia, tuve que seguirle la corriente para que no lucir confundida.

Pero.

¿Por qué no dijiste nada?

Dos llamadas perdidas.

¿Cómo has estado?

Ya estoy organizando los documentos para ingresar a la universidad.

Espero que estés bien allá.

Una llamada perdida.

En verdad me gustaría que hablemos.

¿Cómo te ha ido?

«Estoy viviendo el sueño», pensó mientras leía los mensajes.

Al principio de su idealización como piloto, Félix, al igual que muchos soñadores, creyó que despertaría una mañana y sería la persona más genial del mundo, con una gran vida y un increíble empleo en el Aeropuerto Internacional de Las Américas. Luego, con el pasar de los años, se dio cuenta de que no iba a ser así de fácil.

Vivió gran parte de su juventud tragando nostalgia. Fue un estilo de vida que le iba mucho mejor que rememorar extrañando ocasiones que no podía traer de vuelta. Eso era suficiente motivación. Su actitud cambió cuando conoció a Sandra. Ella le mostró lo feliz que podía ser si superaba el temor a recordar.

Tres veces llamó al celular de ella y no obtuvo respuesta. Al cabo de diez minutos de intentos fallidos, decidió contestar a las otras llamadas y mensajes. Irene y Milagros sabían de su partida, pero Francisco no tenía idea. Sintió un inmenso nerviosismo cuando telefoneó a Francisco, pues esperaba que él nunca contestara.

—Ha-lo

—Sí, hijo. —Esa simple palabra estremeció a Félix—. ¿Halo?

—Vi tus llamadas perdidas.

—Quería saber cómo estabas. Irene me dijo que te fuiste a la academia.

—Estoy bien.

—Me alegra saberlo. ¿Cómo vas en los estudios? ¿Tienes muchos amigos?

Amigos IncondicionalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora