Amigos Incondicionales

14 | Inconsistentes anhelos de libertad

El sueño venció a Sandra pocos minutos después de tocar su cama. Regresó a casa exhausta. Nunca se imaginó que las entrevistas universitarias podrían ser incómodas y estresantes. Pero estar sola a la espera de su turno, detrás de algunos de los mejores estudiantes del país, hizo que sus nervios se intensificaran. Olvidó que también formaba parte de ellos.

Una felicitación del director de la universidad no compensaba la triste soledad que experimentó fuera de la oficina. El taxista que la trajo a casa notó su desdicha. Lo mejor del día fue la sonrisa que ese señor logró sacarle.

Paúl no estuvo igual de conforme. El remordimiento se adueñó de sus pensamientos al verla dormir con forzada tranquilidad. Muy tarde recordó que debía ir por ella. Maldijo su estupidez múltiples veces antes de sentarse en el borde de la cama. Acarició el rostro de Sandra con cuidado de no despertarla. Le pidió a Dios que le diera la fortaleza necesaria para olvidar a Félix.

Para él era lamentable que adolescentes, como ellos, tuvieran tan particulares inseguridades. No los creía capaces de superarlas, aunque esperaba que lo hicieran. Le dolió saber que su hermana estaba enamorada de Félix. Aquellos erróneos deseos de libertad les eran muy familiares, él vivió de la misma manera y se arrepintió. Si hubiera pensando mejor las cosas, Elena aún estaría cerca. La ocasión oportuna para demostrar su sensatez pasó demasiado rápido; al igual que su ilusión de formar una familia con ella.

Él y Félix tenían muchas cosas en común. Ninguno quería estar aferrado al pasado; vivir sin nada que los tuviera atados era prioridad. Ignoraron que ese «nada» era lo más importante. Paúl esperaba que su pasado jamás fuera el futuro de ellos, pero, ¿cómo iba a reaccionar Félix luego de saber lo que Sandra sentía por él? ¿La dejaría ir como él hizo con Elena?

—Ojalá que no. —Sandra abrió sus ojos despacio. La comprensiva mirada de su hermano no le dio una buena imprevisión—. Perdón, en serio lo lamento. Perdona que sea así de imbécil, cuando salí del banco solo quería dormir, y lo olvidé. Te prometo compensarlo. Mañana podemos...

—¿Qué es lo que no deseas que pase? Por favor, responde. No hablaste como si no fuera importante.

—Sandra...

—¿Qué sucede?

—Quiero que me prometas una cosa: por más pendejos que tengas bajo el brazo nunca olvides que te quiero más que a nada en el mundo. —Sandra se esforzó en no reír—. Extraño a mi monstruosa hermanita. En verdad, lamento mucho no estar allí.

—Acepto tus disculpas, aunque lo de tonto es imposible que se te pase.

Los dos rieron a carcajadas insensibles a las penas que ocultaban sus sonrisas, y sintiéndose plenos con la compañía del otro.

—Hablando en serio, ¿te encuentras bien?

—Lo peor ya pasó, ¿no es cierto?

—Lo importante no es que yo me lo crea, sino que tú lo hagas.

—Gracias.

—No me gusta verte así.

—¿Tan mal me veo?

—¿Tanto lo extrañas?

—Es mi mejor amigo.

—El significado de esas palabras no aplica si el chico te gusta.

—¿No? Perdimos el contacto.

—¿Quieres hablar con él?

—¿Crees que valdría la pena?

—¿Tú no?

—Esto parece un juego de preguntas y respuestas.

—Si tú quieres puede ser más que eso. ¿Te parece? No sé, ¿acertijos y adivinanzas? —Ella golpeó el hombro derecho de Paúl. Sin más se echó a reír por las muecas de dolor que él hizo—. Me gustaría verte así siempre, mostrando todos tus dientes. Te quiero mucho, piojo. Y si Félix no es capaz de ver a la increíble chica que eres, él se lo pierde —continuó, abrazándola.

—Tienes razón.

—Descansa cómo se debe. Buenas noches.

—Igual.

Paúl le guiñó un ojo de salir de la habitación. Ella apoyó la cabeza en sus rodillas, soltó un gran suspiro mientras cerraba los ojos. No saber si Félix estaba mal, o si su sonrisa seguía igual, le carcomía por dentro. Debía aceptar que lo mejor era no pensar en que al final ella solo sería un recuerdo más. Era doloroso, y en cierto modo innecesario, pensar en alguien que actuaba dirigido por no muy puras emociones.

¿A quién le importaba si estaba enamorada de la persona incorrecta? Incluso si no era correspondido, valía la pena amar sinceramente.