05 | Propicio secreto

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Luego de que Altagracia dejó a su hija en Sambil los nervios de esta última se intensificaron. Ruth sobrepasó el único límite impuesto en su familia. Nunca antes le había mentido a su madre... Caminó hacia el secreto encuentro ignorando que era imposible que conociera perfectamente a Félix, y que defraudó la confianza de Altagracia. Debía ser valiente por las preguntas que no dejarían de existir si no las reconocía ante él. La única razón de que no mirara atrás cuando lo vio desde lejos fue que la gran ventana de Coffee Queen le pareció un espejo.

Las preocupaciones de Ruth desaparecieron cuando Félix le regaló a una cálida sonrisa. Era curioso para ella que una persona de tan bella expresión había pasado por más de una pena, aunque los hoyuelos de Félix siempre estuvieron a la vista. Intachables como su profunda mirada que lo hacían ser un chico capaz de sonreír con el alma rota. Era el tipo de persona que cualquiera, si conversaba con él a menudo, podría leer como a una revista.

—Félix, yo...

—Antes que digas cualquier cosa tengo algo importante que contarte. Me iré.

—¿Qué es lo que piensas hacer?

—Gracias por brindarme tu amistad y por ver más en mí que a un chico perdido en sueños y fantasías. Tienes el corazón más puro que he conocido. Perdón por ser un imbécil.

—No tienes que disculparte.

—Es difícil acercarme a los demás, pero contigo siempre ha sido sencillo. Muchas gracias por ser mi amiga.

—¿A dónde irás? ¿Tus padres tienen idea de esto?

—Ir a la Academia de Aviación no es algo para lo que necesite la aprobación de ellos. No soy un niño.

—Entonces no lo saben.

—Lo más probable es que sí. Ahora que vivo con mi abuela materna de mis padres no sé ni que decirte. Hace dos meses que no veo a papá y a mamá, aunque vivimos en la misma casa, no la veo muy seguido por su trabajo. El divorcio fue largo y tedioso.

—Lo lamento. Sé lo mucho que los aprecias. Quienes se deben disculpar somos nosotros por no estar ahí para ti.

—Yo fui quien los alejó. Hoy creo que lo mejor de todo fue que ellos se divorciaron.

—Debió ser muy difícil aceptarlo.

—Sí, pero no sabes lo mucho que me alegra haberlo hecho. Ahora no hay nada de lo que me tenga que arrepentir de su fallido matrimonio, y esa es la mejor sensación que he sentido en toda mi vida.

—Me alegra saberlo.

—A mí también. Por fin presiento que todo marchará bien. Espero que en Inglaterra tengas la misma dicha.

—Nadie más que tú sabe que obtuve esa beca.

—¿Por qué?

—He considerado no aceptarla.

—¿Hablas en serio?

—Es lo mínimo que puedo hacer por mamá. Siento que quedarme será lo mejor.

—¿Cómo si no es lo que quieres?

—No me siento lista para dejar lo que he construido aquí, para dejar a mamá. Ella es todo para mí.

—Es tu sueño, ¿dónde quedará tu esfuerzo si no sales tras él?

—No soy como tú, Félix. No poseo la suficiente determinación como para dejarlo todo atrás.

Las palabras que él escuchó se convirtieron en un choque directo a su alma. No quería ser víctima de una brutal verdad, pero tampoco hizo nada para impedirlo.

Amigos IncondicionalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora