Misión: segundo y tercer día, Distancia.

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El bullicio, gente riendo, el tintinear del cristal, olor a tabaco, aire viciado, un lugar tan caluroso, rodeado de compañeros ninja y muchos otros civiles que pasaban el buen momento, pero no le importaba, él tenía buena compañía, rodeado de tres chicas, meditaba cual era la mejor para llevarla consigo, la rubia ojiverde, la castaña ojiazul o la insistente morena que no paraba de sonreírle, era tan difícil decisión, estaba pensando seriamente en un trío o un cuarteto, sería una buena y nueva experiencia, pero después de unos cuantos besos robados, con un empalagoso sabor a lipstic de frutas, fue convencido por las féminas a escaparse de aquel lugar, de repente sintió una presencia, sus ojos no pudieron evitar voltear en la dirección de la misma, al otro lado de la larga mesa, mirándolo fijamente, con un semblante bastante serio, unos zafiros se clavaban en él, el rubio dueño de ellos apretaba el vaso de grueso cristal en su mano, aquellas orbes ardían en ira, paró su andar para observarle mejor, intentando comprender el sentimiento del otro ¿De dónde provenía? Pero así como en un principio era el centro de atención de su amigo de la infancia, éste rápidamente huyó, volteando el rostro, apretando sus parpados cerrados, enchuecando los labios, por su parte, se encogió de hombros, dándole la espalda, sintiendo un vacío en el estómago, como un golpe directo en el abdomen. Entonces despertó, apreciando un estremecimiento en su cuerpo, se encontró apoyado en el hombro del Uzumaki que rio ante su reacción.



-¿Una pesadilla? –ironizó.

-... -le vio unos segundos detenidamente- No... "no para mí" –pensó lo último.

-¿Es así? Te veías preocupado –intentó picarle, pero el semblante serio del Uchiha le desconcertó.

-Lo siento... -se incorporó.

-¿Qué pasa? –alzó una ceja- aún podemos descansar unos minutos antes de seguir.

-No es nada... yo... -dudó- olvídalo...

-¿Hmm?



Las estrellas resplandecían en un cielo azuloso, avisando que el amanecer estaba a por lo menos una hora de salir, el ambiente era frío, después de todo estaban a orillas de un espeso bosque, ensalzando a su vez, las tierras cercanas de la aldea de hierba y cascada, que destacaban por justo ese tipo de ecosistemas. Soltando un vaho con su aliento, tomó su equipaje y armas, echándoselos en la espalda, ajustó las vendas en sus antebrazos, viendo de reojo a su compañero, el flequillo le daba la privacidad necesaria para no ser descubierto en tan furtivo gusto, mientras éste borraba las huellas de su estadía en aquel lugar, mordió sus labios, aguantando la necesidad que tenía de decirle tantas cosas, sintiéndose culpable por darse cuenta tan tarde, pero suspiró profundamente, dándose valor para enfrentar la misión sin atragantarse con sus palabras y sentimientos.



-Bien, partamos –animó el rubio.

-Si... -soltó escueto.



Debía admitir que a penas y pudo conciliar el sueño, recuerdos giraban en su cabeza uno tras otro, recriminándole que las señales siempre habían estado ahí, pero siendo un total ciego, un terco de no mirar lo evidente, si bien, no significaba que desde la infancia estuviese enamorado del jinshuriki, pero si el como los requisitos para ello se iban cumpliendo a lo largo de su amargada vida, en este momento estaba en la cumbre del enamoramiento, el único que no lo notaba era él mismo o quizás simplemente no quería admitirlo, la atracción física fue la cerecita del pastel, de un pan con bastante tiempo salido del horno.

Secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora