»1«

30 2 0
                                    


Hola me llamo Leila y tengo una pesadilla. Aparece una chica igualita a mí, me sonríe y se cae.

•--•--•--•

Cuando por fin terminamos la mudanza, el reloj marcaba las 2 de la mañana, de un domingo de otoño. Por mucho que estaba agotada, mi madre adoptiva me obligó a ir al instituto a "socializar" y conocer a alguien en mi nuevo vecindario.
Me levanté a regañadientes y me vestí. Escogí unos jeans negros y una camiseta simple con rayas negras y grises y una sudadera azul oscuro. Mientras salía de mi cuarto, cogí mi mochila del suelo, ya con los libros y mi gorro de lana blanco y azul. Entré en el baño y peiné mi largo cabello blanco, sí, blanco, porque algo que me hace especial, es que soy albina. Escondí todo mi cabello dentro del gorro, cogí mi mochila y bajé al comedor a desayunar. Mi madre adoptiva y yo vivimos solas. Así que siempre me preparo yo sola el desayuno. Cuando acabé, me lavé los dientes y me fui al mi nuevo instituto.

Llegué allí justo a las 7:45, llamé al timbre y un profesor asiático me abrió la puerta. Me invitó amablemente a pasar. Entré y seguí al profesor por los pasillos del instituto, esté me dio un pequeño tour y la llave de mi taquilla. -Taquilla 212- dijo el profesor, y acto seguido se fue. Dentro de la taquilla estaban mis libros de cada materia y una carpeta blanca con hojas limpias y un pauta. También estaba mi horario. Primera hora: Educación Física. Espero que toque algo de gimnasia... Espera... No me había traído ropa de deporte. Miré para arriba y vi mi uniforme al lado de un delantal. Consistía unos pantalones simples azules y una camiseta blanca con mi clase escrita. Primero B mi aula estaba en el piso de arriba y tenía pocas clases en ella. Solo hacía legua en esa aula, en todas las otras asignaturas teníamos que cambiar de clase.

Deje mi mochila y las libretas, cogí el uniforme de Educación Física y me dirigí a los vestidores del gimnasio.
Mitras me dirigía allí sonó la campana y entraron todos los alumnos, me puse la capucha para que no vieran la palidez de mi cara. Mientras bajaba al gimnasio pude oír que a la gente que le tocaba E.F venía detrás de mí. ¿Ya? ¿Pero no tenían que ir a por sus cosas? Aceleré el paso y me choqué contra algo.
-Mmmmhhh.- me quejé, levante la cabeza para mirar con quien me había chocado. ¡¿De verdad había gente que ya estaban allí?!
-¡Perdona!- escuche la voz de la persona con la cual me había chocado. Levante la mirada y vi a un chico de pelo y ojos negros. Me tendió la mano, pero sé la rechacé y me levante sola.
-Tranquilo... Es culpa mía por no mirar por donde ando.- Ya había tenido suficiente mala suerte esa mañana, y va mi hermoso gorro y le da por caerse, dejando mi liso pelo blanco caer por mi espalda.
El chico ahogo un grito, yo suspire, recogí el gorro y me lo volví a poner.
-No se lo digas a nadie por favor, no me apetece que el instituto entero se entere de que soy albina...- el pedí
valé... Lo siento mucho- se disculpó mientras ponía cara de querer decir algo más.
-¿Pasa algo...?- le pregunté al ver su cara.
-No, no, no, no- dijo el entrecortadamente.
Le dedique una media sonrisa y justo cuando iba a seguir mi camino me dijo:
-¡Oye!- me giré.-Me llamo Mathew.- esta vez si sonreí
-Yo Leila.
Mire la hora, solo cinco minutos para cambiarme. Corrí hasta los vestidores mientras me despedía con la mano de Mathew y me puse el uniforme más rápido que flash. No había nadie, seguramente ya estaban en el gimnasio. Me acomodé el gorro y me puse mi sudadera azul. Corrí hasta el gimnasio, donde mi supuesta clase estaba esperando al profesor. Recupere la compostura y me fui acercando a la clase. Me senté en un banco algo lejos de el resto de las personas. Pasaron unos segundos de silencio y entró el profesor de E.F:
-¡Buen día clase! ¡¿Que tal estáis hoy?! ¿Bien? ¡Eso espero! Hoy nos vamos a dedicar a gimnasia, ósea, a escalar lo más rápido posible la pared del patio, con el rocuodromo obviamente. ¡Venga, empezamos con la operación bikini!.- Paró un momento e inspeccionó nuestra clase, cuando su mirada posó en mí, sonrió satisfactoriamente y dijo:
-¡Clase! Si tenemos una alumna nueva, acércate guapa acércate.
Ese tío me daba unos escalofríos desagradables, Educación Física ya no iba a ser tan divertido. Me levante del banquillo y me acerqué lentamente al profesor, me aseguré de dejar unos metros entre el profesor y yo.
-Y dime, ¿como te llamas?
-Leila.
-Oh que nombre tan bonito. Cuál es tu apellido
-Wiran.
-Así que te llamas Leila Wiran.
-Si.
-Pues Leila Wiran, siento mucho sacarte de tu zona de confort, pero yo no permito gorros en mi clase.
Quise irme de ese sitio corriendo. ¿Es serio no había visto la palidez de mi cara? ¿O de mis manos? ¿De verdad costaba tanto averiguar qué era albina? Tras un gran esfuerzo, me quite mi gorro. Una gran cascada de pelo blanco cayó por todos lados. Me acomodé el flequillo hacia un lado y alise los pelos rebeldes. Toda la clase ahogo un grito. Exagerados, ni que nunca hubieran visto una persona pálida... Pasando ya del profesor, me fui a sentar en mi sitio y espere en silencio a que el profesor continuará la clase.

HORRIBLE

Esa es la única palabra con la que me definí mi día. Todo el mundo preguntado por mi albinismo, de donde venía, si había sufrido "bullying" por mi enfermedad. ¡Ni se molestaron en preguntarme mi nombre! Cuando llegue a casa mi madre no estaba, así que decidí dar un paseo por el un bosque que había cerca de la casa, para sacarme ese día de encima. Camine durante unos cinco o seis minutos por el bosque, hasta que llegue a una ladera helada. Literalmente como os digo, helada. Todo el valle estaba cubierto con nieve, mire para atrás, aún se podía ver la casa. Me adelante, empezando a investigar el extraño sitio en el cual había acabado a parar. Camine hasta llagar al centro, allí había un árbol enorme, y caí en cuenta que no lo había visto al entrar. Me pregunté si tenía sueño y empecé a recordar que ni había merendado. Miré alrededor del claro, mirando por si había alguien, nadie, desierto. Empecé a subirme al árbol, poco a poco, pero cuando ya llegaba a las ramas más altas, resbalé, caí y todo se volvió negro.

Leila & LailaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora