—Ya puedes salir de aquí, el guardia se ha ido.— dijo una voz.
Cuando el guardia había entrado, todos sé hicieron los sorprendidos, gruñó con rabia y se fue por donde había venido, o eso creía.
Me levante a duras penas y salí del armario, todo las miradas se posaban en mí mientras otro silencio incómodo reinaba la habitación. El guardia aún no se había ido, estaba sonriendo satisfecho desde la entrada de la habitación. Este empezó a caminar hacia mí con pasos sigilosos pero seguros.
Empecé a retroceder, maldiciendo a cada uno de los miembros en esa sala y mirándolos mal de reojo. Entonces otra chispa de esperanza se encendió en mi interior, la ventana seguía abierta. Calcule que esa ventana no debía estar muy lejos del suelo teniendo en cuenta todos los escalones que había bajado. Me dirigí discretamente hacía la ventana, el guardia se acercaba cada vez más, y cuando le quedaban pocos centímetros para alcanzarme, corrí hacia la ventana y me lancé. El suelo que yo esperaba a poca altura, acabo siendo un vacío sin fin. Sentí como mi cuerpo caía sin nada que lo parara. No había nada, ni nadie que fuese a salvarme, cerré los ojos y me dejé caer.•--•--•--•
Desperté agitada en el bosque de detrás de mi casa, justo al lado del claro nevado. Me levanté y miré al claro, la nieve seguía allí, nada había cambiado, excepto que ahora era de noche. Seguramente me había quedado dormida, todo lo que acababa de pasar era un sueño muy, muy vivido. Di la vuelta bruscamente y empecé a correr hacia mi casa, mi madre adoptiva me iba a matar. Corrí por el bosque nocturno como una pantera blanca que busca su hogar. Al llegar, me di cuenta de que seguía con la ropa del sueño, eso significaba nada de llaves para entrar ni nada de móvil ni el dinero que llevaba en los bolsillos. Me toqueteé la ropa, incapaz de pensar en el porqué llevaba esa ropa aún puesta. Miré la puerta, al timbre y otra vez a mi ropa. Un viento helado me entro por la nuca y me congelo viva, volví a mirarme la ropa. Entonces respiré hondo, muy hondo, y llamé al timbre de mi casa.
Unos minutos después, mi madre adoptiva abrió la puerta.
—¡¡Leila!! ¡¿Donde estabas?! ¡¿Sabes lo preocupada que estaba por ti?! Es la una de la mañana, ¿Se puede saber donde estabas?
—Yo, lo siento Sofia... Después de acabar al insti me fui a explorar el bosque... Y me perdí...
— ¡Saliste del instituto a las tres de la tarde, has estado perdida casi doce horas!
—¡No ha sido a propósito!
Sofia suspiró, me dijo que subiera arriba y comiera algo si tenía hambre, que mañana tenía que ir al instituto igualmente. Me fui a mi cuarto, el cual en realidad era el desván de la casa, me puse el pijama y me comí un yogur. En cuanto me lavé los dientes, me metí en la cama y me tapé hasta la nariz. No podía olvidar ese sueño tan vivido, era como si lo hubiese vivido de verdad, como si en realidad, todo hubiese pasado. ¡Pero en que estaba pensando! Era un locura, ¿Islas Flotantes? ¿Gente con alas, cuernos, escamas y más cosas raras? ¿Pegasos y carrozas volando? Me convencí de que todo era mentira, de que solo era un sueño. Me lo repetí una y otra vez hasta que me quede dormida.Casi llegué tarde el día siguiente a clases, me había dormido y no había tenido tiempo ni de desayunar. A primera hora tenía Biología con un tal Sr. Ron. La hora me pasó lenta y aburrida. El Sr. Ron era un hombre muy alto y flaco, con una larga barba pelirroja y para acabar una un boina mal puesta. Cuando por fin llegó el descanso, me senté en el lugar más apartado que encontré para comer en paz la manzana que había cogido antes de salir corriendo al insti. Pero claro, que esperaba, estaba en un instituto aparto en un pueblo donde casi nunca pasa nada. Un grupo chicos y chicas de mi clase y curso se acercaron corriendo a hacerme preguntas estúpidas, tales como; "¿Porqué tienes el pelo blanco?" "¿Naciste así?" "¿Vienes de fuera?" "¿Vas a quedarte aquí más tiempo?". Yo me limité a responder con respuestas cortas y rápidas.
La semana se me pasó lentamente, una rutina sin fin. Historia y Educación Física no estaban mal, sino fuese por la cantidad de profesores extraterrestres que había allí. Seguía teniendo algunas que otras conversas con Mathew o solo breves saludos, pero no nos podríamos considerar ni amigos. Lo peor de esa semana seguramente fue el sueño que tuve al llagar allí, no me podía olvidar de él. Cada vez que empezaba a pensar en mis cosas, me descubría caminando hacia el claro nevado, como si algo sobrenatural me atrajese lentamente hacia allí. Sofia, mi madre adoptiva, no me dejó volver ir al bosque en un tiempo, con la excusa de que no aún no conocía muy bien el terreno. Me pasaba los días encerrada en mi habitación haciendo deberes, escuchando música o dibujando, me aburría tanto qué casi me planteé salir por la ventana a dar un paseo.
A mediados de semana, descubrí que se podía ver el claro nevado de mi habitación. Mi mirada se iba escapando hacia allí cada minuto, era como estar en una película de terror, como si alguien me estuviese controlando la mente.
Al llegar a domingo, no lo pude soportar más. Le pedí a Sofia que me dejara ir a caminar otra vez por el bosque, para familiarizarme, le puse como pretexto. A ella no le gustó la idea, pero después de insistir un rato, me dio un mapa y una brújula y me dijo que no podía volver muy tarde. Me puse los zapatos tan rápido como pude, cogí una chaqueta abrigada y me puse mi gorro sin molestarme a recogerme todo mi pelo dentro de este.
— ¡Hasta luego Sofia! — grité mientras bajaba las escaleras.
— ¡No vuelvas tarde! — me recordó.
Corrí hasta la entrada al bosque y no paré hasta llegar al camino que llevaba al claro.Empecé a caminar como si la vida me fuese en ello, por fin iba a ir al sitio que me atormentaba. Donde ese sueño tan vivido, tan real, había empezado. En el claro nevado.
Al los pocos minutos ya estaba otra vez corriendo hacia el claro, mis piernas, flacas pero largas, empezaron a ir más rápido a medida que me iba acercando. Cada vez quedaba menos, cien metros más, cincuenta metros, veinte, podía ver la nieve a los lados del camino, diez, cinco, tres, ya casi, dos, uno... Entre en el claro como un torbellino de pelos y piernas, pero en vez del un claro nevado que me esperaba, un claro de campanillas blancas se abría delante de mí. Miles de campanillas blancas, millones puede ser. Pero lo más raro no fue eso, sino que las campanillas estaban rodeadas cada una con sobrenatural brillo azulado.

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Leila & Laila
FantasyNormal era el pasado, diferente lo es ahora y mágico lo ha sido siempre.