III

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—De verdad te lo agradezco, hermano —sonrió Jackson, dándole palmaditas en la espalda.

—No me toques —dijo secamente —. Y no me llames hermano, no soy tu hermano.

—Oye, siento haberle dicho a Ariel la verdad. Juro que no quería hacerlo, solo...

—¿Puedes callarte?

Los dos se encontraban lavando los platos, por orden de Kira. Esa chica daba miedo cuando perdía la paciencia.

—Sé que me odias por... ya sabes, aparecer de pronto. Pero quiero que sepas que estoy arrepentido por haber abandonado a mi hija, y quiero recuperar el tiempo perdido.

Stiles paró con lo que estaba haciendo y alzó la vista hacia Jackson.

—¿Estás bromeando?

—¿Porque bromearía con algo así? Escucha, sé que has estado con ella desde que era una bebé. Prácticamente la has criado y todo eso, pero yo soy su verdadero padre. Yo la creé, si sabes a lo que me refiero —dijo sin poder evitar sonreír, provocando al castaño que tenía al lado.

Stiles levantó un cuchillo y lo señaló con el.

—Me estás incitando a utilizar esto, y no para cortar tomates.

—No es para que te lo tomes a mal, de verdad valoro lo que hiciste. Pero volví, y por fin podré estar con mi niña.

Esa fue la gota que colmó el vaso.

—¿Tu niña? Te recuerdo que no tienes ningún derecho de llamarla así, no es tuya. Huíste como un cobarde cuando supiste que Lydia estaba embarazada, y luego vienes aquí reclamando el título de padre. Si no tuviste los huevos para hacerte cargo en el momento justo pues lo lamento. Ya es tarde.

Lydia entró a la cocina acompañada de Kira, hablaban entre ellas animadamente hasta que presenciaron la escena. Los dos estaban con los puños cerrados, mirándose fijamente. Parecía una pelea de gallos.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —rompió el silencio Kira —. ¿Acaso van a besarse o qué?

Stiles dejó el cuchillo en la mesa y observó a Lydia, quien los miraba con cierta molestia desde el umbral de la puerta con los brazos cruzados.

—Solo le estaba enseñando a lavar los cubiertos —señaló a Jackson.

—¿Amenazandolo con un cuchillo? —alzó una ceja la pelirroja.

—Sí, así me enseñaba mi abuela, a la antigua.

La chica rodó los ojos y se dirigió hacia Stiles.

—Ariel quiere mostrarte sus regalos —dijo mientras acomodaba los bordes de la camisa del castaño aprovechando el momento para acariciar su pecho disimuladamente.

Jackson soltó un carraspeo, secando el último cubierto y dejándolo sobre la mesa.

—Yo puedo ir con Ariel, claro, si quieres —le ofreció a Lydia.

—Yo prefiero que no —soltó Stiles secamente.

—Por favor, se nota que necesitan un tiempo a solas, ¿no?

—De hecho, ya hemos tenido demasiados anoche —Jackson apretó la mandíbula —. Ahora quiero enfocarme en mi hija, así que iré yo —dijo haciendo énfasis en la palabra.

—Yo me voy, soy profesora de karate, no de boxeo —sentenció Kira, retirándose de la sala.

Stiles imitó a la pelinegra y se fue de la cocina, en busca de la pequeña que lo esperaba en la otra sala. No se había percatado de que dejó solos a Lydia y Jackson, lo que no era muy buena idea.

El castaño aprovechó el momento y se apresuró a iniciar una conversación con la chica.

—Lyd...

—No quiero oírte.

—Yo solo quería decirte que Ariel es hermosa —dijo, con una sonrisa sincera.

—Sí, lo es.

—Y no me sorprende, digo... ¿cómo no lo sería con una madre como tú? —dio un paso hacia adelante.

—¿Es una maldita broma? —lo detuvo —. Uno, estoy con alguien. Dos, tú dejaste de existir en el momento en que desapareciste por arte de magia al enterarte de que estaba embarazada. Tres, si crees que voy a serle infiel a mi novio estás muy equivocado. Cuatro, es el cumpleaños de mi hija y tú llegaste aquí solo para arruinarlo todo. Ahora, si me permites, iré con los invitados —lo apartó de un empujón y se fue dejándolo sólo.

Jackson suspiró, no estaba acostumbrado al rechazo, para nada. Pero de todas formas aceptaba que era un imbécil y estaba arrepentido. Una idea se cruzó por su cabeza y se fue hacia la sala principal donde la mayoría de los invitados se encontraban.

—Lydia —la llamó buscándola con la mirada — Lyd... —una mano lo tomó del brazo, tirándolo hacia atrás y obligandolo a voltearse bruscamente.

—Escúchame bien, te dejaré las cosas claras. Quiero que te vayas y no vuelvas nunca más, ¿me oíste? Nunca más —lo amenazó Natalie, la madre de Lydia. Su odio era entendible, embarazó a su hija y la abandonó sin importarle lo que le podría ocurrir, ¿cómo iba a aceptarlo después de eso?

—Oigame, por favor. Sé que usted me odia por lo que le hice a Lydia, pero...

—¿Por lo qué le hiciste? La abandonaste. Ella podría haber muerto en el parto, Jackson. ¿Entiendes lo que es eso o acaso no prestabas atención en biología? Porque es sabido que en educación sexual te iba muy bien.

—Natalie...

—¿Quién te dio derecho a tutearme?

—Señora Martin —se corrigió el castaño —. De verdad estoy arrepentido por eso. Por todo. Lo único que quiero es disfrutar a Ariel, ni siquiera pido ser parte de su vida, porque no lo merezco. Pero al menos pasar unos días con ella.

—¿Con qué cara pides eso? ¿No te da vergüenza? Tú solo eres un hijo de...

Allison apareció en la escena, interrumpiendo a la mujer.

—Tranquila, Natalie —le acarició la espalda —. Yo me encargo.

Esta asintió y se retiró sin antes dedicarle una mirada amenazadora al chico.

—Está bien —dijo Jackson antes de que Allison hablara —. Me iré, es lo que todos desean.

Sin decir más, desapareció por la puerta, sin siquiera despedirse de su hija.

guerra de papás | twDonde viven las historias. Descúbrelo ahora