VI

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La última vez que tuvieron la casa completamente sola había sido cuando Ariel se fue al campamento de verano, y Lydia estaba dispuesta a recuperar el tiempo perdido aquella noche. Muy dispuesta, de hecho, porque apenas pisaron la casa al volver del restaurante, se abalanzó sobre Stiles y lo arrastró al sofá junto a ella.

El castaño le siguió el juego sin presentar quejas. Empujándola con su cuerpo lentamente, terminó tendiéndola sobre el sofá, debajo suyo. Y justo cuando la cosa se ponía interesante, el celular de Lydia comenzó a vibrar.

Stiles se detuvo y ella, sin ánimos de responder, continuó besándolo, pero el castaño, extrañamente, se separó.

—Deberías atender —dijo rápidamente.

—Que llamen después —lo tomó de las mejillas y volvió a unir sus labios, esta vez algo agresiva. El ser rechazada en su única noche libre ya no le estaba gustando.

El celular continuó vibrando sin pausa y Stiles, decidido, se hizo a un lado.

—Lydia, en serio, puede ser una emergencia.

—¡Bien, aguafiestas! —bufó, reincorporándose para atender—. Ni siquiera conozco el número. ¿Hola, quién habla? —se quedó en silencio a espera de la respuesta y un segundo mas tarde, miró al castaño señalando el móvil indignada—. ¿Quién demonios te dio mi numero, Jackson? No, hablo en serio, ¿cómo lo conseguiste?

Stiles se quedó atento a espera de que la pelirroja le hiciera señas sobre lo que ocurría.

—¡No, claro que no puedes llevarla al cine, maldito psicópata! No vuelvas a llamarme. ¿Para qué quieres hablar con él?

Mientras su indignación iba en aumento, él le indicaba que le pasara el móvil mediante una serie de gestos que tardó en comprender. Finalmente, el castaño tendió la mano y ella se lo dio, exhausta por la repentina resurrección de su ex y las repercusiones que aquello estaba trayendo a su familia.

—Whittemore.

—Stilinski, hermano, es imposible hablar civilizadamente con Lydia. Verás, compré unas entradas para ir a ver esa película de unicornios que todas las niñas ven. Son para el sábado a las cinco. ¿Puedes convencer a Lydia de dejarla ir? Sé que la última vez que nos vimos no salió muy bien, pero de verdad me gustaría llevarla.

—Por supuesto.

—Te debo una, de verd...

—No me dejaste terminar, por supuesto que no. Si quieres ganarte su confianza, comienza por respetarla y no llamarla a su celular a las doce de la noche desde un teléfono privado como un asesino en serie. Y antes de gastar tu dinero en entradas, asegúrate de tener permiso para llevarla. Ah, y para tu información, ella prefiere Star Wars.

Un silencio abismal se produjo del otro lado del teléfono.

—No me olvidaré de esta, Stilinski.

Y con aquel aviso o más bien amenaza, finalizó la llamada, esperando dejar un Stiles muerto de miedo y sin poder dormir. Sin embargo, al castaño le dio igual y luego de dar aquel discurso que fascinó a Lydia, continuó con lo que estaban haciendo.

. . .

La mañana siguiente no comenzó bien, podría decirse que el karma volvió a él en forma de agua fría, porque su amada lo despertó volcándole todo el contenido del vaso en la cara. ¿Qué la había llevado a cometer semejante crimen? Pues, rebobinado a un par de minutos antes, 8:13 a.m. para ser exactos, su sueño fue interrumpido por las incesantes notificaciones del móvil de Stiles. 

guerra de papás | twDonde viven las historias. Descúbrelo ahora