VII

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Claramente, Jackson se había pasado de la raya con su muy bien planeada venganza. Es decir, su regreso de por sí era descarado, pero pedirle a su amigo de California que se crease un contacto falso de una rubia voluptuosa llamada Erica y le enviase mensajes obscenos con emojis de berenjena a la nueva pareja de su ex... eso ya era otro nivel.

Al oír la historia, Allison y Scott quedaron literalmente boquiabiertos en silencio. Ariel miraba una película de detectives en el sofá con su pijama mientras comía cereales. En la casa de sus tíos se portaba como un ángel.

—¿Danny escribió esto? Con razón siempre aprobaba literatura —agregó Allison mientras leía los mensajes.

—Hay que admitir que le iría bien en una relación a distancia —dijo Stiles, a lo que Lydia negó rodando los ojos.

—No importa si es bueno con el sexchat, sigue siendo un enfermo por hacerle esa clase de favores a su otro amigo enfermo —sentenció.

—¿Quién está enfermo, mami? —preguntó Ariel, apareciéndose en la cocina de la nada.

—Tu tío Scott, tiene diarrea —contestó Stiles.

—¡Qué asco! —hizo una mueca, mirando al nombrado.

—Tú preguntaste —se defendió Mccall.

—¿Y qué es el sexchat?

Todos se quedaron en silencio y se miraron mutuamente, viendo quién se atrevería a contestar a su pregunta.

—Es una cosa de grandes —respondió su madre.

—¿Graciosa?

—No.

—¿Triste?

—No.

—¿Es eso que los papis hacen cuando se quieren mucho?

—Eh... sí, algo así —afirmó, mirando de reojo a los demás con miedo de lo que vendría después.

—¿Eso hicieron anoche con papá?

Scott y Allison se llevaron las manos a la boca, al principio parecían querer aguantarse la risa, pero un milisegundo después, observaron la escena con terror en los ojos.

—¡No! Claro que no, tu papá y yo solo fuimos a comer a un restaurante aburrido —aseguró, dándole codazos disimulados a Stiles para que la salvara de la situación.

—Vé a cambiarte, chusma, iremos a tomar helado.

—¡Sí, iré a ponerme mi vestido! —y salió corriendo a buscar su mochila.

Los cuatro, una vez más, se quedaron callados hasta que Scott decidió romper el hielo:

—Hacía tiempo que no sentía tanta adrenalina.

...

En los siguientes días no tuvieron mucho tiempo para preocuparse por el padre biológico acosador de Ariel. La semana entera se ocuparon en los estudios y el trabajo. Stiles últimamente volvía a la noche porque le habían asignado el doble turno, y Lydia no estaba en las mañanas porque debía presentarse a los exámenes finales. A la pequeña demonio la cuidaba Natalie cuando estaba disponible, y si no podía o la llamaban del Instituto, se la dejaba al Sheriff Stilinski en su oficina.

Así pasaban los días, lunes y martes con su abuela, miércoles con su madre, jueves y viernes con su abuelo. Solo veía a Stiles durante la noche por muy poco tiempo, porque llegaba demasiado cansado. El retoño logró resistir la falta de atención por unas largas e interminables semanas, hasta que finalmente el asunto empezó a repercutir en la escuela. Se negaba a hacer las tareas y se portaba mal en clase.

Por mucho que ambos le hablaran preguntándole si algo le molestaba, ninguna palabra salía de su boca y aprovechaba la atención para pedirles que vieran una película con ella.

No la habían abandonado, pero estaban con ella menos tiempo por el trabajo y ese tipo de cambios repentinos afectaban a los niños, sumándole que esta en específico era descendiente de la reina del drama y eso aumentaba las probabilidades de que ella lo fuera también. 

Un miércoles al mediodía, Lydia fue a buscarla al Instituto y le prometió mientras subían al auto que la llevaría al cine. Feliz por no pasar otro día encerrada viendo la tele mientras su madre estudiaba, no paró de hablar en todo el viaje. Hicieron una parada en el supermercado para comprarle la comida a Prada y al innombrable ya que más tarde estaría cerrado y, doblando uno de los pasillos, un cuerpo se interpuso en su camino, poniendo una mano en el carrito para no chocarse.

—No puede ser... ¿Lydia?

La nombrada asintió confundida y tras un esfuerzo desesperado por no quedar mal, recordó quién era.

—Parrish, hey, tanto tiempo —sonrió incómoda.

—¿Esta pequeña hermosa es Ariel? —preguntó él, tendiéndole la mano para chocar puños.

Ella, extrañamente, se mostró tímida y luego de chocarle el puño se escondió detrás de su madre.

—¿Volviste a Beacon Hills?

—Solo por un tiempo. ¿Cómo has estado?

—Muy bien, por suerte, ¿y tú? —se volteó y llamó a Ariel, que estaba alejándose mucho de su lado.

—Lydia, escúchame —aprovechó que la niña no los oía—. Sé que ha pasado mucho tiempo, pero quería saber si te gustaría ir a tomar algo algún día. No te sientas obligada, no es...

—Parrish, estoy con alguien —se apresuró, haciendo una mueca que gritaba "lo lamento, campeón, llegaste tarde, adiós".

—Oh, no tenía idea, lo siento.

—Está bien.

—¿Y quién es el afortunado... o afortunada?

—Tal vez lo conoces, es el hijo del Sheriff.

—¿Del Sheriff Stilinski? —se sorprendió.

—Sí.

—¿Ese que parecía un niño hiperactivo?

—No lo conocí en esa etapa, pero sí, hay cien por ciento de probabilidades de que sea ese que mencionas.

—Pues, espero que estén bien, y si no funciona, estaré aquí.

—Gracias, pero no —volvió a girarse para llamar a Ariel, que hacía segundos estaba eligiendo unos cereales, pero no la encontró.

Eliminando de su cerebro la existencia de Parrish, comenzó a buscarla desesperadamente a través de los pasillos, sufriendo una invasión de pensamientos negativos que para nada ayudaban a su situación.

Llamándola ya casi a gritos y al borde de una crisis, la divisó a lo lejos, saludándola al lado de las góndolas con comida para perro. Al lado suyo había un hombre y ella, imaginándose cualquier cosa, corrió a su lado para apartarla de él.

—Tranquila, soy yo, la encontré caminando sola en el sector de juguetes y como no te veíamos, esperamos aquí —explicó Jackson, civilizadamente y sin ánimos de recibir puñetazos; sin embargo, la que debía tener miedo era la pequeña.

—¡No vuelvas a alejarte de mí! ¿Quedó claro?

—¡Tú estabas ocupada hablando con tu tonto amigo, Parrilla! ¡Nunca me prestas atención, mala! —gritó y salió corriendo.

Jackson miró a Lydia y sonrió.

—Como dije antes, esto me trae muchos deja-vú.

guerra de papás | twDonde viven las historias. Descúbrelo ahora