VIII

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—Entonces se ofreció a llevarla al cine y como estaba llorando sin parar en medio de la calle, me puse nerviosa y le dije que sí. Lo llamé antes de que vengas y me dijo que estaban comiendo una hamburguesa -terminó de explicar, viéndose venir la respuesta.

—Lydia, ¿me estás diciendo que acabas de confiarle tu hija a tu ex el que se largó cuando te embarazó y que volvió seis años después para regalarle un perro?

—Suena malo si lo dices así.

—¡Porque lo es!

—¡Me dijo mala, Stiles, y que nunca le presto atención! -se descargó, con ganas de llorar.

—¿Jackson?

—¡Ariel, idiota!

Dejó de dar vueltas alrededor de la sala de estar y se sentó en el sofá para taparse el rostro con ambas manos. Stiles tardó en procesar que la pobre chica estaba llorando en silencio y, sintiendo cierta culpa por su mala reacción a la situación, se agachó para quedar frente suyo.

—Lydia, no llores, lo siento. No es tu culpa.

—Sí que lo es. Todo el día estoy estudiando y ni siquiera le pregunto qué hizo en la escuela. Además, te extraña cuando no estás y a veces no sé como distraerla. ¡Y acabo de dejarla con ese hijo de perra, soy una estúpida!

—No eres estúpida. Eres demasiado compasiva a veces. Y cuando digo demasiado, me refiero a demasiado -exageró, haciendo énfasis-. Cuando Ariel vuelva, hablaré con ella y le daré la noticia de que dejaré el doble turno.

—No, ¿por qué harías eso? Te ayudará a conseguir un puesto mejor.

—Porque ya me lo dieron. Me ascendieron hoy.

—¿Qué? ¿es en serio? —lo tomó de los hombros y, emocionada, lo sacudió—. ¡Felicidades!

Luego de abrazarlo, depositó un beso en sus labios y se levantó, anunciando que el acontecimiento merecía su debido festejo, una acción que ella no solía realizar con frecuencia por los demás: cocinaría. Y esta vez no serían macarrones con queso.

—Hay que invitar a los chicos —dijo, mientras tomaba su chaqueta para ir a comprar—. Pero ni se te ocurra contarles sobre Jackson.

—Quédate tranquila, de eso se encargará Ariel.

...

—¡Ariel, te dije que no cuentes nada! —se quejó Lydia, recogiendo los platos luego de que todos de hubieran ido.

—¿Por qué no puedo? ¿Hice algo malo? —preguntó ella, llevando el refresco al refrigerador.

—Tú no, pero yo no debí haberte dejado con un extraño.

—Pero el tío Jackson no es extraño, dijo que es como mi segundo papi.

La pelirroja se congeló en el camino y giró a verla, conteniendo su instinto violento que últimamente estaba siendo muy provocado por ese desgraciado.

—Él no es tu papá, ¿oíste?

La pequeña, al ver su reacción, asintió observándola con sus ojos grandes e intrigados. Un segundo después, desapareció de la cocina, dejándola sola con Stiles, que había estado lavando los platos mientras ellas discutían.

—¿Escuchaste lo que me dijo? —preguntó, furiosa.

—Sí, pero deberías haberle contestado con más delicadeza.

—¡Lo dije con delicadeza!

—La espantaste y se fue a su cuarto.

Lydia tomó un trapo y comenzó a secar los platos, mientras lanzaba un largo bufido.

—Pues entonces es demasiado sensible.

—¿Y tú no?

Se detuvo para fulminarlo con su mirada terrorífica.

—¿Estás con ganas de discutir tú también?

—Pediste mi opinión, te la di. No te gustó, te enojas.

—Ya no tengo energías para andar peleando, no te soporto —suspiró y luego de dejar el trapo sobre la mesa, se fue.

—¡Ven aquí, Lydia, no te librarás de los platos, mujer!

Y efectivamente, por medio de su malhumor, se libró de los platos, dejándoselos disimuladamente al castaño, que los tuvo que secar de mala gana por el bien de su psiquis. Una vez que terminó, fue al cuarto de Ariel, le dio las buenas noches y finalmente, a acostarse.

Lydia, terca como siempre, dormía dándole la espalda, hasta que un milagro ocurrió y soltando un suspiro de derrota, se volteó a verlo.

—Siento dejarte los platos y decir que no te soporto.

—¿Qué, ya se te pasó la locura?

—Olvídalo, no me disculpo nada —volvió a girarse enojada pero el castaño la atrajo hacia él riéndose burlonamente. La pelirroja se resistió por un rato manteniendo su postura pero al final, terminó abrazada a él.

—Era un chiste, y luego te preguntas porqué Ariel es tan sensible.

—Todos mis ex están volviendo, Stiles, y no me gusta —confesó.

—¿Cómo que todos? —alzó las cejas, intrigado.

—No sé si recuerdas pero aparte de Jackson, salí con un tipo que se llama Parrish cuando Ariel tenía seis meses y...

—¿Parrish? ¿Saliste con ese tipo? ¿Cuánto tiene, como cuarenta años?

—No seas malo, quería mucho a Ariel. Y hoy en el supermercado, se apareció de la nada y me dijo que vino por un tiempo.

—¿Y luego qué? —la observó sospechosamente, con miedo a lo que contaría después.

—No te engañé, idiota. Me ofreció ir a tomar algo y yo le dije que ya estoy con alguien.

—Ah, bien, alguien. Un misterioso.

—Le dije que eras tú y me preguntó si eras el hijo hiperactivo del Sheriff.

—Y dijiste que sí, con orgullo.

Lydia rodó los ojos y sonriendo, lo abrazó aún más fuerte, para luego estirarse y mirarlo a los ojos con una seriedad que casi preocupó al castaño.

—¿Me prometes que no nos dejarás?

Y él, tan serio como ella, corriendo un mechón de cabello de su rostro, sonrió, asegurando:

—Jamás las dejaría. Además, aún no nos vimos todas las de Star Wars.

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⏰ Última actualización: Oct 10, 2020 ⏰

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