Disfraz.

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Otra vez volvió a pasar, su desconocido favorito había desaparecido después del día en el parque. Su corazón se sentía estrujado y su cuerpo vacío, ni habla de su mente, que parecía más atontanda de lo que realmente era; y lo odiaba, odiaba sentirse débil, indefenso. Sin vida.

Tanto fue su distracción que los trabajadores del ministerio le habían mandado a casa, ¡a él! Era algo ridículo que sus propios trabajadores le mandaran a su casa. Suspiró con pesadez y se sentó en el sillón que el mismo actor había movido. El calor de la chimenea le recordaba lo solo que se encontraba en ese momento. Le recordaba la necesidad de calor a su lado.

Se sentía helado.

Gruñó sin poderlo aguantar más. Convocó un mapa de la ciudad y el collar que tenía en su buró. Buscaría al chico cueste lo que cueste y, aunque la magia que iba a hacer era algo antigua, lo intentaría. Había veces que el hechizo no funcionaba por la falta de conexión que había en esa persona, pero él y su actor habían hecho el amor meses atrás, eso debía ser mucho, ¿no?

Puso el mapa en su mesa, quitando cualquier cosa que se interpusiera en su deseo y meneó el pequeño cristal sobre el mapa después de un ligero hechizo. Sintió como la cadena se jalaba a alguna parte de la ciudad y dejó caer la hermosa piedra en algún lugar del mapa.

Ahora sabía dónde se encontraba. Miró la calle: Avenida Hutton.

Agarró su varita y se dirigió a la salida de su casa, el disfrazado se encontraba cerca suyo y no iba a dejar que se fuera, ¿y si desaparecía? Gruñó y se dispuso a abrir la puerta para salir corriendo.

Acción que no se cumplió al verlo atrás su elegante puerta.