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Dos horas.

Dos horas habían pasado desde el momento que Tom llegó con un dos tazas de cerveza de mantequilla y unas bolas de chocolate en un plato.

Dos horas las cuales Harry decidió poner su vida en manos de Tom.

Le contó todo, sus años con los Dursley, los tipos de maltratos que había recibido en esa casa, el peso que cargó cuando entró al mundo mágico,sus años en Hogwarts, las peleas en las que era involucrado sin que él quisiera, la batalla contra Lord Voldemort, la maldición que éste le había mandado, de Hermione, de los Weasley, de su padrino, de Remus y, sobre todo, de los secretos que habían detrás de sus disfraces.

En algún momento de la historia, Tom había quitado todo hechizo que el actor había puesto en su persona, encontrándose con una cara llena de cicatrices, tantas que el difamado rayo no se notaba en la hermosa cara. También se dio cuenta de los ojos verdes, Oh, esos jodidos ojos que tanto le mataban. Esos ojos que podían desnudarte el alma sin ningún problema. Las esmeraldas que portaban ahora se encontraban libres de candado, abriendo las majestuosas puertas a Tom para ver el destrozado interior. Para ver todo el daño que él mismo había hecho.

—He hecho arruinado tantas vidas —susurró el ojiverde mirando el piso—, espero no hacerlo con la tuya... —Harry jugó con sus manos—: Ellos terminaron teniendo toda la razón...

En ese momento se encontraban en el piso de la sala y los pensamientos de Tom no dejaban de navegar en un mar de dudas.  

—¿Ellos...?

—Los Dursley —aclaró sonriendo con asco—, soy un maldito monstruo, tan solo mírame, soy un asco. Hubiera dejado que Voldemort me matara cuando tuvo la oportunidad, así todo estaría mejor de lo que ya está...

—No eres un monstruo —susurró el ojiazul acariciando la mejilla del menor—, eres lo más hermoso que le ha pasado a mi vida, ¿cómo puedes pretender que eres algo como eso? Merlín, eres la divinidad en persona...

—Sí, claro —bufó—. No creo que Voldemort piense algo como eso —bromeó. 

—Bueno, entonces —comenzó—... Supongo que me tengo que disculpar —Harry frunció el ceño y miró a Tom con curiosidad—. Lamento haber jodido toda tu vida.

—No entiendo...

—Vamos, pensé que me conocías más que otras personas.

Harry recargó su cabeza a su costado, confundido.

—Estás frente al emperador del imperio, Harry.

El nombrado se quedó mirando al joven frente a él confundido. Su Tom no podía ser Lord Voldemort, su Tom tenía nariz... y cabello, sin contar el buen humor y la sonrisa que poseía sus labios, Merlín, ¡su Tom tenía labios! Debía ser una jodida broma. Cerró sus ojos e hizo lo único que podía hacer bien después de arruinar vidas.

¿Qué sabía de Tom Riddle a ese momento? Era soltero y... No, eso no. Trabajaba en el ministerio en un puesto alto -como el de un emperador-, por su forma de actuar, vestir y hablar, debía ser un Slytherin -como Lord Voldemort-, también que su animal favorito era la serpiente y amaba el color esmeralda... ¡Oh, mira! Como Voldemort.

—Imposible —murmuró—, es una broma, ¿no? —preguntó empezando a arrastrarse para atrás, haciendo su mejor esfuerzo para alejarse de su futuro asesino.

—No me gustan las bromas.

—Te reías cada vez que hacía una —excusó chocando con la pared—, siempre que yo las hacía parecía que...

—Eres especial, deberías saberlo.

—Soy un monstruo...

—No lo eres...

Harry levantó la mirada y miró a su acompañante, ¿cómo no hacerlo? El mismo diablo le decía que no era un monstruo. Sonrió, era raro sentirse contento con ese simple hecho cuando el emperador más malvado de todos los tiempos estaba frente a él. Rió ante la ironía. Se había escondido para evitar el peligro y terminó en la casa de la persona más peligrosa de todo el mundo, ¿qué clase de mal broma era todo eso?

—Bien, ¿y por qué no me has lanzado un Avada Kedavra? —preguntó tratando de volver a su original comportamiento— Nunca pensé que Lord Voldemort me diera una poción para soportar la maldición que él mismo creó.

Tom rió mientras se acercaba al azabache y le acariciaba la mejilla con cariño.

—Cuando amas a alguien lo que menos quieres es que salga...

—¿Lastimado?

—Sí, lastimado—contestó sonriendo.

—¿Y qué pasa cuando esa persona está rota? ¿Destruida? ¿Hecha añicos?

—No sé, nunca he amado a alguien  —contestó encogiéndose de hombros—... ¿Tú sabes?—Harry rió y negó con la cabeza— Tal vez podamos aprender juntos, ¿no le interesaría saber de eso, querido sociólogo?

El menor asintió viendo -y a los pocos segundo sintiendo- como el ojiazul se acercaba a él, acorralando sin piedad ni compasión contra la fría pared. Lo último que sintió fue unos labios posándose con los suyos con cariño y sutileza, como si fuera una caricia anhelada la cual era correspondida por los dos individuos. Los sentimientos guardados salieron a flote segundos después se sentir como el calor empezaba a invadir cada rincón del lugar.

—¿Puedes sentir mis caricias? —preguntó Tom de un momento a otro.

—¿A qué te refieres?

—La poción somnum la usan en San Mungo como anestesia gracias a su capacidad de despojar el sentido del tacto —explicó lo que el azabache ya sabía—, ¿puedes sentir mis caricias?

Harry se quedó callado por un momento, era incomodo darse cuanta que, en algún momento del beso, Tom le había tumbado bajo él descaradamente. Levantó su mano a la mejilla de Tom y sonrió al sentir la suavidad que apreciaba su mano, era un sentimiento completamente excitante sentir algo después de años sin poseer esa habilidad.

—Suelo sentir las temperaturas de un lugar o de un objeto —comentó mirando a su amante con cariño—, no suelo sentir más que la simple compañía de la temperatura, al menos que se trate de sentirte a ti... A ti, con tu suave piel, con el pecado de tus labios y con la humedad de tu boca, eres la droga que mi cuerpo a elegido sentir todos los días de mi vida.

Después de esa declaración, los dos se miraron a los ojos, apreciando la compañía del contrario. Encontrando su hogar en manos ajenas. 

Ese día, la primavera chocó con el invierno en una sutil danza de reconocimiento.

Disfraz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora