1. Las extrañas hermanas Sheridan

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"¿Crees en las casualidades...?"


Era uno de esos días en los que te planteas si merece la pena salir de la cama. No porque las cosas fuesen mal, si no por puro aburrimiento. Era un día normal, como tantos otros días en la vida de una persona. Todo apuntaba a que no habría ningún sobresalto, ningún accidente, nada que hiciese ese día diferente del anterior ni del siguiente. Pero que ese día pareciese ser tan estereotípico era lo que resultaba más extraño de todo.

Harry sobrevolaba el campo de quidditch aunque aún quedaban días para que empezasen los entrenamientos. Quería comprobar que todo permanecía tal y como lo había dejado tras su tortuoso quinto año. Iba a dar la primera vuelta muy cerca de las gradas cuando, desde su posición, vio a una persona entrar al campo. Ésta se montó en la escoba y ascendió a la altura de los postes de gol. Estaba demasiado lejos como para distinguir ni si quiera si era un chico o una chica. Fuese quien fuese sus maniobras eran observadas todo el tiempo por Harry, sorprendido por la habilidad en el manejo de la escoba del desconocido. Giraba a una velocidad bastante rápida, pasando entre los aros en zig-zag. Había muchas cosas que se podían corregir, pero no estaba mal. No tardó en parar para hacer un pequeño descanso, Harry se acercó un poco más y descubre que es una chica, concretamente de su propia casa. A causa de su larga melena pelirroja lo primero que pensó era que se trataba de Ginny, pero a medida que la distancia entre ellos se acortaba iba dándose cuenta de que no era así. Aunque nunca había hablado con ella ni sabía de quien se trataba, si que le resultaba extrañamente familiar como alguien a que siempre ves de fondo. Al ver que no se atrevía a dar el paso, decidió presentarse.

-Buenos días.

-Buenos días -respondió la chica con un fino hilo de voz tartamudo. Parecía estar sobresaltada, como si todo su cuerpo se llenara de nervios.

-Disculpa. Creo que no nos hemos presentado. Soy Harry Potter, y tú ¿cómo te llamas?

-Me llamo Ginger Sheridan -contestó tímida como meditando sus siguientes palabras -. ¿Has dicho que te llamas Harry Potter?

-Sí, aunque me imagino que ya me conoces, ¿no?

-Sí, somos... somos de la misma clase pero nunca me había atrevido a hablar contigo.

-Ya veo. -Harry se sentía algo mal por este último dato, no se explicaba como no se había percatado nunca de su existencia.

A la espera de que la conversación continuase o acabase definitivamente Ginger solo era capaz de sonreír un poco avergonzada. Al ver que ella era incapaz de pronunciar nada, Harry le preguntó.

-Nunca te había visto por aquí. ¿Es la primera vez que montas en una escoba?

-No, hace tiempo que lo hago.

-Pues se te da muy bien -le dijo sonriéndole Harry.

Ginger le devolvió la sonrisa agradecida apartando con prisa sus ojos. En plena conversación llegó el estruendoso sonido de una explosión que casi hace caer a Ginger de su escoba y, sabiendo de dónde provenía, aterrizó de nuevo en el campo con Harry corriendo detrás de ella, preocupado y muy sorprendido.

-Es... espera... -intentó decirle siguiéndola como pudo.

***

Marilyn siempre estaba encerrada en el laboratorio de pociones haciendo experimentos. Entre probetas y matraces intentando esclarecer algo de aquel mundo, que a sus ojos, resultaba excitante. Y no es que fuese una persona con una gran necesidad de saberlo todo, de pasar horas leyendo con el afán de conseguir un saber absoluto. Simplemente era curiosa. Aunque difícilmente se la veía tan interesada en una tarea como lo estaba con aquellas mezclas burbujeantes. Parecía que el resto de cosas y personas la aburrían enseguida, en realidad todo menos los retos que se auto imponía. Las pociones eran parte de esos retos, siempre quería hacer cosas nuevas, probar hasta donde podía llegar a saber por sus propios medios.

La noche de las dos lunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora