5. La primera victoria

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"Hay veces que los nervios...

Tal vez el lector comprenda esa sensación de que algo te persigue allá donde vas. Cuando escuchas por primera vez una canción, o te hablan de un libro que no conocías y de repente esa canción suena por todos lados o el libro es el centro de todas las conversaciones. Pues eso le pasaba a Malfoy, nunca había cruzado una palabra con aquella chica, y ahora la tenía hasta en la sopa, o mejor dicho... hasta en el café. Y no le hacía ni un poco de gracia.

Cada mañana comenzaba igual. Entre todo el bullicio del Gran Comedor siempre se escuchaban unos ligeros pasos, rítmicos, que casi parecían canturrear por sí mismos. Apenas de un par de segundos después de oírse el primero aparecía delante suya una taza en la que durante apenas un instante se podían ver reflejados unos maliciosos ojos dorados. Fugazmente estos desaparecían acompañados por aquellos pasos cantarines.

-La semana pasada hizo lo mismo, y la anterior. Creo que es que le gustas -habló Blaize sentado delante de él.

-No lo sé, pero me da igual, tengo cosas más importantes de las que preocuparme.

-Pena que sea tan fea. Es sobre todo por esa nariz. Si se la arreglase mejoraría...

-Tiene pintas de zorra -contestó Pansy con un tono que denotaba bastante desprecio hacía la aludida -. Solo hay que ver como camina, se cree la reina... ¡y ese pelo!

-¿No será que te molesta que sea más alta que tú? -se burló el primero.

-Será la altura lo único bueno que tiene. Si le da un mal aire se vuela, es un esqueleto andante. Ya lo has dicho tú, es fea.

-Vosotros dos ignorarla. Ya se hartará -intentó finalizar Draco la conversación.

Miró la taza, el café poseía un intenso olor que le distraía. Llevaba unos días sin dormir bien, y la verdad es que no le sentaría mal. ¿Pero darle la razón a esa chiflada?

Suspiró. Todo estaba torciéndosele, se suponía que ya tendría que haber comenzado a reparar el armario, pero no sabía como hacerlo. Eso le ponía realmente nervioso, aun tenía tiempo, pero no podía parar de pensar en ello. Un sudor frío recorrió su espalda al imaginarse lo que le podía pasar si no lo lograba. Ya estaba acabando octubre y empezaba a hacer bastante frío. Otra cosa que no soportaba.

-Me voy -dijo secamente mientras se levantaba.

-¿Tan pronto? -habló su compañero.

-Sí, tanto jaleo me está dando dolor de cabeza -finalizó mientras cogía una manzana verde de la mesa y se dirigía a la puerta.

El chico no llegó a dar ni diez pasos cuando volvió a cruzarse con Marilyn que cargando con una bandeja caminaba en sentido opuesto. Aunque intentó ignorarla pudo de reojo ver como en el rostro de la chica se dibujaba una traviesa sonrisa ligeramente torcida. Cómo odiaba esa sonrisa. Sintió la amarillenta e intensa mirada de la chica recorriéndole de arriba abajo como un rayo. Cómo odiaba esa mirada.

-Hasta luego, monada -escuchó susurrar con voz melosa. Cómo odiaba esa voz.

Marilyn clavó sus ojos en el rubio mientras ese te alejaba hasta desaparecer por la puerta del comedor. Le daba la sensación de que la odiaba. Pero era tan divertido.

Buscó a su princesa entre la multitud, ya era hora de que ella también desayunase. Si no se tomaba un café pronto se iba a morir. Luna se encontraba sentada junto a los nuevos amigos de su hermana, pero esta no estaba, de hecho no la había visto en todo el día. Esa mañana iba a ser el primer partido que Ginger jugase como miembro del equipo, debía de estar histérica. Solo esperaba que no le diese una subida de tensión muy fuerte en pleno vuelo. En el fondo se preocupaba por ella.

La noche de las dos lunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora