8. Consejo de sabias

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"Porque nunca está de más..."

Harry llegó demasiado pronto al aula de pociones, se había despertado muy pronto pero no le apetecía seguir durmiendo. Aun así le sorprendió que la puerta estuviese abierta. A lo mejor Slughorn estaba ya dentro preparando la clase, era una buena oportunidad para ganarse más aun su confianza. Pero cuando entró en el laboratorio comprobó que se equivocaba, quien estaba allí era Marilyn. Al chico le pareció que no se había dado cuenta de su presencia, porque no se giró.

- Buenos días, Harry. -saludó sin despegar la mirada de la probeta -Te he oído entrar.

- Buenos días. ¿Qué haces aquí? Hoy los de quinto no tenéis pociones.

- Ya, pero yo siempre vengo aquí. Me gustan mucho las pociones. He escuchado que tu también eres muy bueno.

- Bueno, tengo un poco de ayuda. -explicó señalando un viejo libro.

- ¿Puedo verlo?

- Sí, por qué no... -contestó Harry tras unos segundos de pensárselo, Marilyn no parecía alguien que fuese a reprocharle las notas que había en él.

- ¿El Príncipe Mestizo? -comentó la chica levantando ambas cejas -¿Ese eres tú?

- No, que va. Debe de ser el antiguo dueño del libro.

- Menos mal, es un poco pretencioso. Parece un mote que te pones a ti mismo. -empezó a ojear las páginas -Pero tiene notas muy buenas...

- Sí, desde luego. -confirmó agarrando de nuevo su libro. -¿A ti también te ha invitado Slughorn a sus fiestas?

- Sí, lo hizo después de que consiguiese mi tercera E. Pero no pienso ir a ellas. No me gusta eso de los alumnos predilectos. Prefería a Snape, él era borde con todos por igual.

- Será con los de quinto... En mi curso también tiene sus favoritismos. -murmuró él, era la primera vez que escuchaba a alguien decir algo bueno de ese profesor. Hubo unos segundos de silencio en los que la chica volvía a mezclar potingues y mejunjes.

- Cambiando de tema... -prosiguió la joven -Tú conoces bien a ese chico, a Malfoy ¿no?

- Para mi desgracia sí.

- Es un poco... ¿Cómo decirlo?

- ¿Asqueroso? ¿Mala persona? ¿Una gentuza de cuidado? -recitó Harry con una voz que denotaba bastante desprecio.

- Sí, eso también... -se rió ella.

- Siempre ha sido así. Yo me mantendría alejada de él. No es trigo limpio.

- Ya pero tiene un polvazo... -Harry la miró con los ojos como platos -Bueno, Harry, tu también eres muy mono. Pero no eres rubio, además yo no me meto en terrenos ajenos.

- Pero es un tipo peligroso. -Harry bajó el tono de voz -No se lo digas a nadie, Marilyn, esto es muy fuerte. Te lo cuento por tu bien, es muy...

- ¡Tío! Déjate de misterios y dilo.

- Creo que es un mortífago.

- ¿Un mortífago? ¿De esos malísimos que matan a la gente y la torturan? -ella volvió a levantar ambas cejas.

- Exacto.

- ¿Un mortífago? ¿Estamos hablando del mismo Malfoy flacucho al que ayer casi tumbo de un puñetazo?

- Ya veo que tú tampoco me crees... -confirmó algo decepcionado.

En ese momento entró en el laboratorio Slughorn con su aspecto habitual y su gran simpatía hacia sus alumnos. Esto hizo que la conversación se cortase. El hombre no pareció sorprenderse por la presencia de los dos chicos. Se limitó a saludarles alegremente y dejar todos sus papeles sobre su mesa. Los jóvenes devolvieron el saludo. Él volvió a recordarles que estaría encantado de que estuviesen en sus fiestas y de lo feliz que le hacía ver que aquellos dos talentos para las pociones se conocían. Pero Marilyn se marchó pronto, ya que si el profesor de pociones ya había llegado McGonagall estaría a punto de hacer lo mismo al aula de transformaciones, sería mejor no ganarse otro castigo. Pero antes le pidió que avisase a Ginger y Hermione de que iban a tomar un café esa tarde en el comedor y que ellas estaban invitadas. Lo que llamó "consejo de sabias".

La noche de las dos lunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora