Perdiendo la cordura

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Sus labios estaban absorbiéndome, eran tan suaves, eran tan dulces que estaban consumiendo mis más oscuros deseos.

«Sólo te besa para olvidar a Sanders, ¿en serio estás feliz con eso? Patético»

Me aparto cuando un dolor profundo se instala en mi pecho, niego cuando me separo de sus labios.

—Lo siento yo... No quise... Es decir...

Salgo de allí disparado, mis emociones me están consumiendo. Terminaré roto si sigo jugando con ellas.

—¿Christian? Espera a dónde...

No me detengo al pasar por su lado y sabe que no debe seguirme. Lo siento Bárbara. Necesito estar solo.

Mueven sus cuerpos al ritmo de la música, la sala es oscura y el olor a cigarrillo y alcohol llena el lugar, varias chicas están a mi alrededor y una de ellas toma mi mano para llevarme a una habitación privada.

Cierra la puerta cuando estamos dentro y pasa sus besos por mi cuello, mi mente está perdida. Ana enamorada de Peter, ¿es que es justo? Si Ana sintiera tan sólo un poco del amor que tengo... Sólo un poco, estoy seguro que se asustaría.

«Ana, ¿porqué no puedo ser quién te proteja? Tengo miedo, incluso el tomarte por la fuerza está siendo doloroso

Cuando reacciono estoy sobre la cama, la chica ha logrado quitarme la camisa y mis manos están en su cintura, su piel no es tan suave como la de Ana, sólo he tocado sus muñecas, pero estoy seguro de que su piel es brillante, intenta besarme y la aparto.

«Ya no puedo con esto, si no es Ana... No tiene sentido»

La chica parece condundida, me levanto de la cama colocándome la camisa por sobre mi cabeza, saco un par de billetes para pagar el servicio y camino hacia la puerta.

—¡Espera! ¿He hecho algo mal?

—He pagado tu servicio. No estoy de humor para esto.

Tomo la perilla y siento que sus brazos me rodean desde atrás. Me quedo quieto.

—No me interesa la paga... —dijo y me volví hacia ella con la interrogante en mi rostro, puso sus brazos alrededor de mi cuello —En realidad estás muy guapo, yo puedo hacerte sentir bien...

Su mano bajó hasta mi abdomen pero la detuve antes de que llegara a su objetivo, levantó la mirada hacia mí confundida.

—No es por trabajo entonces... Lo siento. Las mujeres fáciles son lo que más detesto.

Se aparta aún abrumada y salgo, recorro el estrecho pasillo mientras me arreglo la chaqueta y respiro con dificultad, los labios de Ana llegan a mi cabeza, su voz, el hueco de su cuello, quiero besar sus ojos hasta que ya no hayan más lágrimas por salir.

«Ana... Ana... Te deseo tanto Ana...»

La cabeza me duele cuando llego al instituto, no había dormido nada anoche. Mi mente giraba entorno a Ana. Estoy empezando a desesperarme.

—Christian, estás pálido.

Gruñí mientras pasábamos por los pasillos, los chicos caminaban frente a nosotros y Bárbara me miraba ceñuda. Sabía que se pondría en plan protector.

Comprometiendo a mi enemiga. [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora