Por siempre mía

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Salió corriendo, me puse de pie, perdido de repente, le daba asco, le daba asco, le daba asco. «¡Maldición!»

—¿Christian?

Me volví hacia Bárbara, al parecer me había seguido y no sabía cuánto pudo haber visto

—Qué viste

—Nada...

Frunció el ceño, Bárbara siempre había sido mala mintiéndome pero hoy, dejé que me dijera lo que quisiera ya que estaba demasiado cansado, me volví hacia el camino principal

—Ayer... ¿Fuiste a un burdel no es así?

—Si

—¿Porqué? Yo...

—Cállate ya, estar cerca de ti últimamente se está volviendo pesado

«Maldición, estoy desquitando mi enojo con Bárbara»

—Christian

—Lo siento, vamos a clase

Toma mi mano y avanzamos, tengo que ser paciente, aunque me hubiese gustado seguir a Ana estoy seguro de que eso no hubiese servido de nada, necesito esperar, no quiero que me odie aún más, la boda está cerca y yo sólo debo esperar mi momento para llegar a ella.

«Maldita sea, maldita sea, maldita sea. ¡Maldita sea!»

A decir verdad no esperaba que dos semanas se hicieran tan largas, estoy demasiado molesto e irritable, Ana ni siquiera me permite respirar el mismo aire que ella, se va, me huye y estoy bastante molesto por no tener siquiera mínimo contacto visual con la mujer que amo, sólo falta un día y aún asi estoy más desesperado que nunca

—Bien dicen que entre más cercano estás de conseguir algo, te va peor, mucho peor

—¿Hablando solo de nuevo?

Se acercó a mi con su usual y llamativo contoneo de caderas

—No estoy de humor Bárbara

—Ya mañana es sábado, no tienes porqué estar tan irritado

—Mañana es un día muy importante para mí, estoy ansioso —me mira confundida, suspiro, Bárbara ha sido quien ha estado conmigo en las buenas y las malas, demasiado malas, en éstos años, la considero una amiga importante y sé que tal vez le duela, que tal vez llore, pero sólo hay lugar para una persona en mi corazón, esa persona es Ana Petterson, el resto no tiene porqué ser importante para mí —. Bárbara...

—¿Si?

—¿Tienes ganas de comer un helado? Invito

Ella me mira confundida, usualmente ella es quien propone salir, y estoy seguro de que sabe que lo que le voy a decir no la hará muy feliz

—Si, de cereza

—Pues adelante, vamos

Asiente y caminamos hacia el parqueadero, divisé a Ana con Peter y me tensé, él parecía hablarle bastante insistente y ella, por otra parte, parecía querer huir

—¿Christian? ¿Qué pasa?

—No, no es nada

«Mañana esto se terminará»

—Vamos

Subimos al auto una vez en el parqueadero, el silencio nos inunda en el trayecto hacia la heladería

—Christian, estás raro

Rompe el silencio, no respondo de inmediato, tengo que pensar bien las palabras que quiero decir

Comprometiendo a mi enemiga. [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora