Sus labios son sólo míos

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El color seguía sin volver a sus mejillas, mis manos estaban temblando bajo la mesa pero no lo mostré en mi rostro.

—¿Es broma cierto?

Sonrió nerviosamente. «¿Broma?» La ira me llenó por completo, ¿es qué acaso Ana Petterson no podía ser menos idiota? Resoplé desviando mi mirada. «¿Porqué tiene que afectarme todo lo que viene de ti Ana?»

—Ana, no seas grosera.

Su madre la reprendió sin que el resto llegáramos a pronunciarnos, no es que yo me hubiera puesto a reprochar sabiendo mi lugar en su corazón.

—Pero... ¿porqué con él?

Ahora era más que obvio, ni siquiera formaba parte de él.

—Ustedes han estado comprometidos desde que eran bebés, sólo que ya tienen edad para que su boda se lleve a cabo y pues, esa es la mejor parte, como ya se conocen será mas cómodo.

Su expresión mostraba lo horrorizada que estaba por la situación, sus ojos miraban al resto tratando de encontrar una pizca de humor, intentando pensar que era una broma. «No Ana, no es una broma, te quiero para mí y no me importa si quieres o no.»

Se levantó limpiando sus lágrimas rudamente.

—Con permiso.

Corrió lejos del comedor y la oí subir las escaleras hasta que el sonido de una puerta siendo azotada nos dejó sumergidos en el silencio, apreté mis puños con fuerza bajo la mesa. «¿Qué es lo que esperabas Christian? ¿Qué sonriera y se lanzará a tus brazos después de todo lo que le has hecho? Eres un maldito imbécil»

—Cómo lo siento...

Su madre se disculpó, levanté mi mirada y la chica que había visto antes junto a Ana se puso de pie.

—Iré a verla.

Le dijo a la señora Petterson que asintió. «¡No! Ana tiene que hablar conmigo»

—No, déjeme hablar con ella, tal vez pueda calmarla.

—¿Seguro?

Preguntó aquella chica frunciendo el ceño y le sonreí falsamente sintiendo que no me agradaba en lo absoluto.

—Si, Ana es mi compañera después de todo, nos llevaremos bien.

Incluso pronunciar su nombre me producía una extraña satisfacción, su madre asintió y mis padres me miraron con recelo, me volví hacia el living.

—Eh, su cuarto está...

—No se preocupe, lo buscaré.

Todos se quedaron callados mientras me acercaba a las escaleras, suspiré después de comenzar a subirla, estaba nervioso y me detuve, me acerqué a la segunda puerta escuchando sus sollozos. «¿Porqué eres tan cruel AnaAbrí la puerta, su olor me llenó por completo y cerré la misma enseguida temiendo perder su esencia, su cuarto era pequeño y cada detalle me recordaba a ella misma, un color pastel para la pared, un buró de madera junto a su cama, una papelera y una puerta que seguro conduciría a un baño privado, no tenía pósters de nada y sonreí extasiado, era tal como había imaginado que sería, mis ojos se desviaron a su cama y ella estaba acostada con su rostro hundido en la almohada y avancé queriendo abrazarla, queriendo mostrarle lo que siempre había guardado dentro de mí.

—¿Puedes creerlo Perla? Me comprometieron con un maldito bastardo come putas... y justo cuando Peter me confesó que le gusto, cómo lo odio...

Retrocedí hasta que mi espalda tocó la puerta, ¿Perla? Seguro era aquella chica, mi corazón se encogió, maldito Peter, había hecho su jugada rápidamente. «¿Porqué Ana tenía que gustar de élApreté mis puños tratando de contenerme para no correr a buscar a Sanders y partirle el rostro a golpes.

Comprometiendo a mi enemiga. [Libro 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora