Ana, no recordarás lo que estoy a punto de contar.
Era un niño feliz, no lo niego, una vida cómoda con mis padres, siendo hijo único era consentido y muy mimado, amaba a mis padres como no tienes idea, siempre les decía cuanto los amaba, siempre entendía cuando estaban lejos por trabajo, quería ser un buen hijo, quería que estén orgullosos de mí pero, cuando la vida es feliz, nos muestra la realidad de la forma más cruel posible.
¿Cuál es el sentido de la vida?
A mi parecer la vida no lo tiene, lo sé, ¿qué puede saber un niño de apenas diez años sobre la vida? Nada, absolutamente nada, pero hay algo que si sé, lo que tengo no es vida, me parece que hay distintos puntos de vista sobre cómo pienso, ¿honestamente? Aquellos que me dan sus puntos me dan igual, pero ¿qué tiene de malo mi vida? Sencillo, es un asco por el simple hecho de tener padres que detestan tu simple existencia, que no se aman y te echan la culpa de su unión, sí, ni diez años y ya tengo la vida hecha mierda.
Hoy se acaba, tiene que acabar hoy, tomo mi mochila y guardo una historietas junto a dos camisas y salgo por el patio detrás de la enorme casa, casi parece una mansión y sí, mis padres tienen dinero pero, ¿me importa? No lo hace, mis padres creen que eso es lo que me da felicidad, ¡que idiotas! Cierro mis ojos, he caminado sin rumbo durante una hora más o menos y ya me siento cansado, éste parque se ve pacífico, el sol lastima mis ojos así que no tardo en sumergirme en la sombra de un árbol junto a unos matorrales, me siento perdido, ausente, sin vida, sólo...
—Es tu hijo mujer
—¡¿Mi hijo?! ¡¿Qué hay de ti?!
—Lo usaste para engatusarme, ¡embustera!
—¡Me iré!
—Llévate al mocoso contigo
—¡¿Porqué yo?!
Sonrío y las lágrimas salen solas, sabía que no debí entrar a su despacho, antes de ello pensaba que mis padres no estaban en casa para darme lo mejor, que cuando sonreían era en serio y, a pesar de tener dinero, nunca les pedí nada que no quisieran darme, si me lo daban aceptaba pero aunque lo deseaba no lo pedía porque no quería ser egoísta, un completo imbécil, era considerado y ellos me creían un estorbo
—No llores
Levanté mi mirada extrañado, una niña me miraba con ojos tristes, mantenía sus manos juntas sobre su abdomen, me miraba compasivamente, ¡no me tengas lástima!
—Lárgate niña, no quiero ver a nadie frente a mí ahora
Estaba tan molesto que le di una de las miradas más frías que tenía, una de las que, en ese entonces, nunca había tenido que usar
—No seas un llorón, te ves como una niña
—¡¿Eh?!
—Llorar es de cobardes
¿Quién se creía ésta niña? Estaba bastante enojado ya como para que venga alguien más a empeorar mi humor
—¡¿Qué sabes tú de mí?!
—Nada, pero no hay porqué llorar por nada oíste
—¿Qué crees tú que es nada?
Le pregunté con fastidio, ésta niña estaba siendo lo más irritante que había conocido en mi vida, y apenas la conocía hacía unos minutos, se encogió de hombros
—No lo suficiente al parecer, pero yo no lloro, ni aunque mis padres me regañen, ¿tus padres te han gritado?
¿Lo habían hecho?
ESTÁS LEYENDO
Comprometiendo a mi enemiga. [Libro 2]
Teen FictionSegunda parte de Comprometida con mi enemigo. Ana Petterson es una idiota, ¿porqué? Cree que la odio pero... No Ana, no te perdonaré por olvidarte de mí. Me volveré quien más odies sólo para que me mires a mí... sólo a mí.