Era viernes por la noche, ambas habían tomado el mismo turno y su jornada de trabajo había terminado a las seis de la tarde, por lo que habían decidido pasar esa noche fuera de sus casas, tomar un par de tragos y ¿por qué no? Conseguirle alguna cita a la morena.
—Nada de citas a ciegas, ¿cierto? —levantó su dedo de manera amenazadora, para luego darle un leve golpe al pecho de Dinah con éste.
—Te he dicho que no —giró los ojos con pesadez.
La polinesia le había jurado y prometido casi con sangre a la latina que no iba a prepararle ninguna de aquellas citas otra vez. Se lo repitió más de diez veces pero Camila Cabello era más insistente e irritante que una mosca que vuelve a pararse sobre tu cuerpo aún después de haberle espantado más de quinientas veces.
—Esta vez podrás elegir tú con quien charlar —agregó.
—Bien.
Se arregló la parte de abajo de su ajustado vestido, el cual hacía relucir sus dotes perfectamente, y tomó una bocanada de aire antes de caminar hacia la puerta del bar. Estaba nerviosa. Sí, lo estaba. Nunca había visitado un bar de aquellos, no sabía con lo que se encontraría al cruzar aquella puerta. Y el letrero luminoso que se encontraba en la parte de arriba de la entrada no hacía nada más que darle rienda suelta a su descabellada imaginación. Es decir, ¿qué clase de lugar decente podía llevar por nombre "La Jungla"? Se imaginaba a un montón de chicas semidesnudas bailando dentro de enormes jaulas que colgaban del techo, veía a otras cuantas bebiéndose todo el licor de ahí dentro mientras bailaban alocadamente por doquier, veía a parejas devorándose en cada esquina del lugar y, sobre todo, se imaginaba a decenas de chicas rudas con aspecto de hombre detrás de ella. Y eso le aterraba. Claro, tal vez sus pensamientos eran demasiado exagerados y hasta lunáticos. Sobre todo el último. Pero iba contra sus principios el entrar a un lugar de aquellos. ¿Y si alguien del trabajo le veía ahí dentro? ¿O entrando? ¿O saliendo del lugar? No, no podía arriesgarse. Ni siquiera sabía por qué demonios había aceptado dejar su trabajo, salir de su departamento e ir a aquel bar.
—¿Sabes qué? —se dio media vuelta, dándole la cara a Dinah.
— Me arrepentí. Regresamos a casa. Ahora.
—¿Qué? —frunció el ceño. Tomó a Camila de los brazos en el mismo instante en el que ésta intentó caminar de regreso al auto.
— No, Camila. No vamos a ningún lado.
—Me van a comer allá dentro —sollozó mientras llevaba una de sus manos hasta su frente. Dinah soltó una risotada.
—Tranquila, fiera —negó con la cabeza.
— Tampoco eres tan guapa. Camila le dio un codazo y ésta volvió a reír.
—Tranquila —repitió. Acarició su brazo ligeramente, buscando transmitirle confianza.
— No te he traído a un bar de mala muerte ni nada parecido. Créeme, el lugar es decente.
—Está bien —dijo después de resoplar, resignada ante el hecho de que no haría cambiar de parecer a Dinah, volvió a darse media vuelta y retomó su camino hacia la puerta.
— Por lo menos la entrada tiene buena pinta.
—Randall —saludó con una coqueta sonrisa al guardia que se encontraba bloqueándoles
el paso al club,
— ¿cómo has estado, grandulón?
—Dinah —respondió a la sonrisa de inmediato.
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"Tu seras mi Perdicion" (Camren)
Romance"Los poetas casi siempre describen el amor como un sentimiento que escapa a nuestro control, que vence a la lógica y al sentido común. En mi caso, fue exactamente así. No esperaba enamorarme de ti y dudo mucho que tú tuvieras previsto enamorarte de...