Capítulo XXVI"Síndrome de Estocolmo"

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¿Qué voy a hacer ahora?

Tenía más de una hora de pie en la sala de emergencias, preguntándose qué es lo que iba a hacer ahora, después de haber golpeado a Camila. Buscaba las palabras adecuadas para disculparse cuando Camila saliera, o cuando pudieran dejarla a ella entrar a verle, pero no podía pensar en ni una sola frase coherente además de «Lo siento, de verdad, de verdad, de verdad lo siento...». Lo sentía. Claro que lo sentía. Estaba arrepentida, se sentía la persona más horrible del mundo. Se sentía asquerosamente horrible. Y lo único que quería hacer era echarse a llorar como la niña pequeña que Camila le dijo que era. Porque era verdad, era una niñata que se aterraba con cualquier cosa, y en ese momento lo estaba. Estaba aterrada, y no por el hecho de que podía ser arrestada por agredir físicamente a otra persona, sino porque veía muy difícil que la morena volviera a hablarle luego de lo sucedido. Una hora y el reloj seguía avanzando. ¿Cuánto más tendría que esperar? Estaba hecha un desastre nervioso. Las manos le sudaban, su respiración estaba acelerada y sus rodillas comenzaban a temblar. Veía a enfermeros correr de un lado a otro, empujando camillas con pacientes, recibiendo órdenes de sus superiores. Todo a su alrededor era movimiento. Todos se movían deprisa. Había gritos y gente actuando de manera apresurada. Pero ella sólo podía pensar en una sola cosa: Camila Cabello. No sabía en qué momento había permitido que la furia le ganara, no tenía ni idea de por qué demonios se había atrevido a golpear (de verdad la había golpeado, ¿en qué estaba pensando?) a la primera persona en su vida que le había demostrado que en verdad le quería, que en verdad le importaba y se preocupaba por ella. Era una cobarde. Era una niñata. Era todo lo que Camila Cabello no se merecía, y estaba consciente de ello. No se merecía que la morena la quisiera, en absoluto.

Camila se encontraba dentro de una de las pequeñas habitaciones conformadas por dos cortinas azules a cada costado, que cumplían el puesto de dos paredes, sobre la camilla, sosteniendo una bolsa de hielo sobre su nariz, esperando a que alguno de sus compañeros se acercara finalmente a decirle que ya podía levantarse y ponerse a trabajar. No sabía qué aspecto tenía su nariz en ese momento, no sabía si estaba morada o de algún color, no sabía si su tabique estaba desviado o si se había quedado sin nariz. Sólo una cosa sabía en ese instante: Pasaba de medio día, estaba en una habitación de hospital, seguía sufriendo resaca y ahora su nariz también le dolía. Le dolía, y mucho. Y no sólo su nariz. Lauren no había herido solamente su nariz al golpearle, también había herido sus sentimientos. Le había dicho que le quería y había recibido un golpe a cambio. Comenzó a creer que esa era señal de acabar con las cosas de una vez por todas. Ya no podía seguir soportando todas esas actitudes y acciones por parte de la pelinegra, por más que le quisiera. No podía hacerlo.

Finalmente, Dinah se acercó y, sin decir nada, dejó un par de prendas sobre la camilla.

—Sé que no te gusta usar jeans, pero hace frío fuera —musitó, con un tono de voz al que Camila pudo describir como maternal. — Stacy me ha llamado y me ha pedido que te traiga algo de ropa... Y sólo voy a preguntar: ¿por qué demonios vestías una sábana debajo del albornoz?

Camila se rió, pero de inmediato se quejó debido al dolor en su nariz.

—Es una larga historia... —respondió. — ¿Cómo se ve mi nariz?

—Deforme.

—Maldición —se movió para ponerse de pie e hizo una pausa. —¿Está ella aquí?

—Sí, ha estado llorando en el pasillo todo el rato... —suspiró pesadamente. — Estoy controlándome para no romperle la cara, ¿sabes? Voy a ir a hacer todo el papeleo para que regreses a casa, ¿vale?

—¿Regresar a casa? —arrugó un poco la frente. — Creí que tenía que...

—Vas a regresar a casa —le interrumpió. — Vístete.

"Tu seras mi Perdicion"   (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora