Capítulo XXIX "Nunca más"

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A veces, a media noche, cuando se encontraba sobre su cama con el insomnio como compañía, cerraba los ojos y sentía que todo había sido sólo un efímero sueño. O una pesadilla, no podía decirlo con exactitud. Sentía que Lauren no había sido nada más que producto de su imaginación. Algo irreal, algo inexistente. Un espejismo que se esfumó, que el viento se llevó lejos de su vida, de la misma manera en la que la había llevado a ella.

De un día a otro, y sin esperarla, sin siquiera buscarla, había aparecido en su camino. Y de un día a otro, en un parpadeo, ya no estaba. Se había ido. Para siempre. Y cada segundo de cada minuto de cada hora de cada día se torturaba con ello. Porque Lauren era real, de verdad había ocurrido, ella sí existía. Así como también existía el dolor que le provocaba el tener que aceptar que, a pesar de todo, no la había perdido. No, porque realmente nunca la había tenido. Y algo que nunca se obtiene no puede perderse. También se detenía a pensar que la manera en la que se había enamorado de ella había sido, probablemente, la manera más estúpida y superficial de enamorarse de alguien. Se había enamorado de una manera física, basándose en el deseo carnal y en sus necesidades como ser humano. Su relación era puro sexo. Eso había sido desde el principio, más nunca quiso aceptarlo. Lauren sólo fue un capricho, se decía a sí misma. Una lujuria momentánea.

Ese día lunes, había despertado con unas inmensas ganas de dejar todo atrás, de guardar todos esos recuerdos y malos ratos dentro de alguna caja y lanzarlos al vacío. Después de haber pasado casi dos meses vagando por los pasillos del hospital con la mirada perdida y el rostro apagado por completo, ese día había despertado con una sensación de bienestar. Todo ese duelo de emociones que había llevado dentro finalmente había concluido. Había despertado sintiéndose realmente bien, como si su alma se hubiera purificado, como si todo tipo de dolor o pesar la hubiera abandonado de la noche a la mañana. Había despertado con el presentimiento de que sería un gran día. Por lo menos, para ella lo sería. Una sonrisa radiante había aparecido sobre sus labios, iluminando de nuevo su rostro, dándole paso a la vieja Camila Cabello nuevamente. No sabía exactamente por qué, pero había despertado queriendo ser feliz de nuevo. Quería recuperarse a sí misma, quería recuperar su sentido del humor y quería recuperar su felicidad, esa felicidad que no debía depender de ninguna otra persona, excepto de ella misma. Y estaba dispuesta a conseguirlo. Ya no más noches frente a su televisor, llorando con comedias románticas. Ya no más fines de semana encerrada, aislándose de los demás. Ya no más Lauren Jauregui en sus días, ocasionando severos problemas emocionales ni desordenando su vida como el mismo huracán que era. No, ya no más Lauren Jauregui, nunca más. Ella le pertenecía a otra persona ahora. Ella estaba casada con otra persona ahora, y tenía que aceptarlo. Tenía que seguir con su vida. Es mejor sin ella, se decía a sí misma. Mi vida es menos complicada sin ella. Es más fácil. Con menos drama, menos frustraciones. Es mejor sin ella. Pronto voy a superar ésto. Tengo que hacerlo. Encontraré la manera de hacerlo. Es mejor sin ella.

—...y entonces el pingüino dice: «hermano, no es una berenjena, ¡es retrasado!».

Hiro y Dinah rompieron en carcajadas ante el chiste que Camila recién había contado, excepto Stacy.

—No lo he entendido...

—¡El pingüino le dice que es retrasado, no una berenjena!

—Sigo sin entenderlo...

—Oh, Stacy...

Ahora los tres reían de la expresión de confusión de su compañera. Y era en momentos como ese, en los que comenzaba a creer que de verdad no necesitaba a Lauren en su vida para poder ser feliz. De verdad, no la necesitaba. Es decir, era cierto que había una gran diferencia en lo que su vida había sido durante los meses en los que la ojiverde estuvo a su lado, pero, ahora, sentía que las cosas volvían a la normalidad. Seguía respirando, seguía moviéndose, seguía viviendo. Sonreía, se reía y bromeaba incluso. Seguía siendo la misma persona de antes, o, por lo menos, comenzaba a serlo de nuevo. Estaba decidido en serlo de nuevo. No iba a permitir que otra persona le quitara lo más importante que tenía en la vida: a sí misma. No podía decir que no volvería a llorar alguna vez al recordar algún momento vivido junto a Lauren, al escuchar alguna canción que la llevara a su cabeza, o al ver alguno de esos musicales que tanto le desagradaban. Tampoco podía asegurar que no iba a volver a sentir ganas de buscarla, de gritarle a la cara lo cobarde que era. Tan cobarde, que ni siquiera pudo localizarle para decirle que iba a casarse con Bradley Simpson. Porque sí, seguía enojada con ella por eso. Y por ello tampoco podía decir que no volvería a romper en llanto, renegando y repitiendo lo mucho que la detestaba. No podía asegurar tampoco que algún día dejaría de quererle, pero tenía que intentarlo, al menos. Y ya había dado el primer paso: la aceptación. Ya había aceptado el hecho de haber perdido a la mujer más maravillosa que había conocido, a la que tanto odiaba; a la hija de puta más grande del mundo, a la que tanto amaba.

"Tu seras mi Perdicion"   (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora