Arriesgada Adicción • JongKey [ADAPTACIÓN]

52. Mis suegros

Él dejó de caminar y entonces me giré a verlo. A leguas se notaba que estaba realmente nervios por todo este motivo.

—¿Qué pasa mi amor? —le pregunté.

—Creo... creo que no es buena idea, Jonghyun. Mejor llamo a mi madre y le digo que no venga. O quizás llame a papá y le diga a él que no venga —dijo y tomó su celular.

—Oye, oye —lo detuve y le quité el pequeño aparatito —Todo va a estar bien. Ellos dos son personas grandes, van a comportarse.

Él asintió y besé su frente. Volvimos a caminar y entramos al lujoso hotel para dirigirnos a la parte cómoda del restaurante. Un hombre calvo y de baja estatura se acercó a nosotros.

—Buenas tardes, ¿en qué puedo ayudarlos? —nos preguntó.

—Buenas tardes —lo saludó Kibum —Tenemos una reservación a nombre de Kim Kibum.

El hombre miró la agenda que tenía en su mano y asintió.

—Si joven, la mesa ya esta lista. Por aquí.

Comenzó a caminar y lo seguimos. Nos dio el paso para sentarnos en una adornada mesa con cuatro platos. Como todo un caballero le corrí la silla a mi novio y él se sentó. El mozo se alejó inclinando levemente la cabeza. Vi como Kibum miraba a su alrededor...

—Amor, tranquilo —le dije. Me miró a los ojos.

—Cuando mis padres lleguen se va a desatar la tercera guerra mundial —aseguró.

—Quién sabe —dije y acaricie su mejilla —Quizás sea hora de la paz mundial.

—¡No saben lo contenta que me puse cuando supe que íbamos a almorzar los tres juntos! —escuchamos su aguda voz. Ambos nos giramos a verla. Me puse de pie y ella se acercó a abrazarme —Eres un desconsiderado. No fuiste a visitarme como lo prometiste.

—Lo siento —le dije y me alejé de ella —Pero las cosas no estaban bien en esos tiempos.

Ella miró a Kibum y luego volvió a mirarme.

—¿Acaso él te prohibió que me vieras? —me preguntó.

—No, no —dije divertido. Kibum se puso de pie.

—¿Puedes hacerme el favor de saludar a tu hijo como corresponde? —le dijo. Lim sonrió y se acercó a él para abrazarlo y besar su rostro.

—Eres tan celoso —aseguró alejándose de Kibum.

—No son celos —cuestionó él —Solo me molesta que siempre estés a favor de los demás. De cualquier extraño, menos de mí.

—Eso no es verdad —le dijo su madre mientras se sacaba el abrigo y todos tomábamos asiento. Lim miró bien la mesa y frunció el ceño —¿Por qué hay cuatro platos? Somos solo tres personas.

—Mmm, lo que pasa es que...

—Se confundieron —interrumpí a Kibum, que soltó un leve suspiro.

—Voy a pedir que lo quiten —dijo Lim se puso de pie.

—¡No! —dijo Kibum elevando un poco más la voz. Su madre lo miró extrañada —No, no digas nada. La mesa se ve bien así... con cuatro platos.

Lim Kim volvió a sentarse y pícaramente miró nuestra cercanía.

—¿Hay algo que deban decirme? —nos preguntó. Miré a Kibum y sonreí.

—Lim, luego de hacerme sufrir como un idiota y casi enloquecerme por completo, tu hijo ha aceptado que me ama —le conté. Su boca se abrió del asombro y miró a Kibum con los ojos bien abiertos.