Capítulo 1: "El despertar"

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Oculto entre las rocas, bajo la tierra, a cientos de metros bajo la superficie se encontraba el primer maldito, dormido, atrapado, encerrado por toneladas y toneladas de roca y polvo que se habían acumulado sobre su cuerpo desde incontables años, su cuerpo se encontraba abierto de brazos y piernas, con los ojos cerrados y su físico siendo cruelmente aplastado por el increíble peso, pero la hora había llegado, debía de levantarse de su sueño y alzarse sobre la tierra como antes lo había hecho, una ligera onda de aíre se sintió en la zona, un extraño vibrar que recorría la tierra, el agua y el viento que, aunque no duro mucho fue suficiente como para anunciar que ya había despertado y que pronto, se liberaría. Supo cuál era su situación de inmediato, sabía que lo que sentía era el peso del pasar del tiempo, hizo un esfuerzo mínimo en moverse sobre su lugar de descanso, para intentar escapar, solo para comprobar si estaba en lo correcto y efectivamente, no podría salir de allí sin usar su poder. Concentro su fuerza, invocando aquella energía que corría por sus venas y que impulsaba su cuerpo a lograr increíbles hazañas, bastaron unos segundos y un desgarrador e impactante estruendo se hizo presente en el ambiente, la tierra y piedras salieron volando, formando un enorme cráter cuya anchura era impactante y su profundidad era de casi doscientos metros, culminando en Caín, quien se encontraba en el centro.

Sintió su cuerpo ser liberado de toda esa carga y lo primero que hizo fue girarse a su costado derecho para reincorporarse con calma y lentitud, se le notaba bastante agotado y con ligeras molestias sobre su cuerpo, como si hubiese sido herido, probablemente entumido por el tiempo que había estado bajo esa prisión de tierra y piedra. Se apoyó sobre el suelo usando sus manos y se levantó poniendo la frente en alto contemplando el cielo nocturno viendo más allá de lo que el ojo mortal podía revelar, cosas más allá de las estrellas, como el color de lejanas galaxias, los colores reales de las estrellas y el recorrido de cientos de astros celestes que navegaban por el cielo nocturno. Agachó la cabeza lentamente y empezó a caminar, con una mirada debilitada, un rostro sucio y un cuerpo notablemente fatigado, con escasa ropa que cubría su cuerpo y ésta, se notaba desgastada, ese era Caín el hijo de Adan y Eva. No detuvo su andar hasta que se encontró con un extraño camino, negro y con líneas amarillas en el centro, aparentemente dividido en dos, lo siguió con la mirada un poco interesado en el mismo, pero Caín no era tonto, sabía que sus años habían pasado y que seguramente mucho (O quizás todo) era diferente, a los pocos segundos que estuvo ahí parado un auto familiar se acercaba a donde él estaba situado, escuchó el sonido a lo lejos y se volteó para así poder verlo, mirando a través de las brillantes luces del auto y así ver a sus tripulantes, tanto a los de adelante como a los de atrás, una mujer y un hombre en la parte delantera del vehículo, una niña pequeña en la parte trasera, siendo consciente de que muchas cosas eran diferentes, confiaba en que lo ayudarían y no se vería obligado a usar sus poderes contra ellos. Esperó a que la distancia fuera la correcta y se dejó caer sobre la carretera fingiendo estar agonizante, solo restaba esperar a que su "plan" surtiera efecto. De lo contrario, alcanzaría el auto y acabaría con todos los tripulantes, incluyendo la niña, lo que él quería, lo tenía sin importar las consecuencias o los daños colaterales.
El hombre, quien era el que iba al volante ya había visto al "joven" y lo siguió con la mirada hasta que se dejó caer sobre la carretera, no detuvo el auto hasta que ya estaban casi sobre de él, con sus dos manos comenzó a girar el volante, se preparó para girar el auto y pasar por un lado, al momento en que su esposa atravesó su mano y le agarro el volante.

–¡¿Pero qué haces Agustín?! –Le dijo la mujer molesta y con indignación, inclinando su cuerpo para alcanzar a tomar el volante. Se le notaban años menos que al señor, lo cual se podía relacionar aún más con la bondad que muchos suelen perder con los años, aparte, su ropa era más juvenil que la de él.

-¿Que tiene? Ni siquiera ha pedido ayuda. –Dijo para excusarse y haciendo una sonrisa de idiota intentando hacerse el gracioso, antes de que su mujer pudiera volver decirle frenó.

Caín: El despertar de un mitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora