Capítulo 11: "La guardiana de Lasang"

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El equino era constante con su andar pero no daba pasos firmes debido al pelirrojo que se aseguraba no agitara demasiado al hada, debía de tener cuidado con el que tanto se movían por encima del animal. El estado de la Sanctorum empeoraba cada segundo y hacía falta sólo ver su rostro de vez en cuando para notar como su piel perdía color y sus alas brillo.

Aquel al mando no dejaba de ver el camino delante suyo, la amenaza que representaba el terreno era algo que debía de tomar en cuenta, además, sus sentidos percibían a la distancia un aroma feroz, impregnado de sangre y realmente nauseabundo que parecía se acercaba cada vez más.

El bosque aparentaba no tener final, el sendero que tenía que seguir no le parecía la mejor idea por lo expuesto que lo dejaba a cualquier ataque, además todo parecía haberse secado hace años, la brecha estaba llena de tierra, arena y rocas desérticas que le sumaban un triste ambiente a todo el lugar. Realmente parecía que había salido de Lasang, todo mostraba decadencia y desolación.

El sonido de un fuerte aleteo en los cielos le alertó, una onda de aire agitó la tierra y las rocas a sus pies.

Su caballo se detuvo de manera brusca poniéndose en dos patas y pegando un fuerte relincho, algo lo había asustado, ese tipo de animales estaban entrenados para no detener su caminar nunca, que algo fuese capaz de impactarlo de esa manera no era normal.

Tuvo que agarrarse fuerte de las riendas del animal, trató de no dejar que la Sanctorum se moviese demasiado sobre él y lo logró aunque sin duda hubiese sido mejor evitar el accidente. Apenas el corcel volvió a su postura natural el vampiro levantó la cabeza contemplando como sobre la rama de un árbol estaba parado un extraño ser de apariencia femenina, piel pálida, torso desnudo, alas en vez de brazos y garras que trataban de parecer piernas humanas pero que entre más se elevaban hasta su cintura, más simulaban a un par de muslos.

El extraño y alado ser formaba una tétrica sonrisa sobre su rostro, sus dientes eran tan afilados como puntiagudos y aunque su cabello era corto además de desordenado tenía buen ver, como si de una hermosa pero descuidada mujer se tratase.

—¿Una arpía?.. Perteneciente al noveno círculo del infierno al parecer, bebedora de sangre y cegadora de almas. Apártate de mi camino. —Mencionó con voz profunda. No estaba para perder tiempo con pequeñeces, debía de llegar rápido con la guardiana.

La criatura infernal torció su cabeza a la derecha, mirando con bastante atención al pelirrojo sin borrar su maligna sonrisa—. Esas no son formas de hablar hermano de Abel ¿Quién es esa mujer que llevas? ¿Es acaso la gobernante de está destruida ciudad? —Su voz era extraña, complicada de explicar, aguda y rasposa a la vez pero con cierto aire de maligna sensualidad.

Se mantuvo frívolo ante la pregunta, sus ojos carmesí estáticos, fielmente clavados a los adversos—. No te lo diré otra vez, sino te apartas te acabaré, no hace falta mucho para reducirte a cenizas, zorra infernal.

—Calma señor de la oscuridad, solo tenía que preguntar. Aunque ahora que al fin tengo el gusto de verte ¿Es verdad que ya no eres tan poderoso? —Centró su cabeza e inclinó la misma hacía adelante pareciendo desafiarlo. Tenía ganas de medirlo, aunque temía no llegar a escapar antes de que este la atacase de manera severa.

Por fin su rostro tuvo reacción, una ligera sonrisa se dibujó sobre el mismo y antes de que pasara un solo segundo, una figura oscura había tomado su lugar sobre el caballo, cuidando de la rubia que le fue encomendada.

A las espaldas de la arpía apareció la figura de Caín, quién asomó su cabeza por su hombro derecho y tapó su boca con la mano izquierda, no sin antes asegurarse de que no escapara sujetando con fuerza su cintura pareciendo abrazarla—. Podría matarte de tantas formas, romperte el cuello o directamente arrancarte la cabeza, pero te puedo dejar ir si prometes callarte. —Conocía a los de su especie, si la mataba, cientos de criaturas como ella aparecerían para "vengarla" y aunque está seguro de poder con todas no podía arriesgarse a que tocasen a la Sanctorum.

Caín: El despertar de un mitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora