Capitulo 11. "Rulitos y miradas"

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-         ¿Y cuál es? –quedamos en silencio por unos largos segundos, hasta que decidió hablar.-

-         ¿Había tarea? – la preocupación de mi rostro desapareció de un santiamén. ¿Tan tarado se podía ser?-

-         ¿Hablas en serio, Jamie? –él asintió seriamente, mientras buscaba su mochila-

-         Claro que sí.

-         ¡Hey! No creo que este aquí tu mochila, ¿viniste directo a la casa de tu abuela?

Entonces, se sentó en la cama nuevamente agotado y “devastado”. Me senté igual que él, tomando una almohada de la cama sosteniéndola en mis piernas y, arriba de ella, se hallaban mis manos jugueteando nerviosas para matar el tiempo. Se desabotono su camisa en las mangas, me miró y negó con la cabeza regañándose a sí mismo para después tirarse hacia atrás, sumergiéndose en la cama con la espalda tocando las sabanas y cayendo a pocos centímetros de donde yo me encontraba. Sus cabellos se estamparon contra el colchón esparciéndose y despeinándolo. No pude evitarlo y toque uno de sus cabellos jugando con él entre mis dedos, lo cual, como consecuencia, tuve una sonrisa por su parte.

-         Me haces cosquillas –murmuró, sonriendo-

-         Pero te gusta. –le dije tratando de ocultar mi pequeña sonrisa-

-         Dime…-murmuró- ¿es muy difícil lo que hay que hacer de tarea? –le sonreí rendida, mientras continuaba jugando con dos rulitos ahora, y negué con la cabeza relajándolo-

-         No, claro que no. Si quieres te la enseño. Solo tenías que practicar una partitura de Beethoven con el instrumento que prefieras. –le conté- Si tienes una guitarra para prestarme te la enseño. –le ofrecí y el asintió desesperado, levantándose dejándome sin rulitos rubios con los que jugar-

-         Vengo enseguida. –dijo y desapareció detrás de la puerta-

En esos segundos o quizás pocos minutos en los que me dejo sola, tuve la impresión de estar en el cuarto del chico con el que había estado loca toda la secundaria con el cual estaba a punto de perder mi virginidad, pero no era así. Jamie no era para nada mi tipo. Era guapo, sí. Pero en este momento no lo veía más que como un amigo al cual recurrir cuando lo necesitara, o simplemente para pasar tiempo, juntos. Jamie era… todo, menos aburrido. Eso era lo que más me había gustado de él, lo que más me había llamado la atención apenas lo había visto. Y el hecho de que ahora yo esté en su cuarto es solo una simple coincidencia porque su abuela y mi abuela se conocen. Además, ni siquiera lo conozco mucho y, se ve, que tiene muchas chicas para elegir. Yo no seré una más en la lista, si algún día vuelvo a querer algo con un chico quiero ser YO la única que él tenga en su lista de las favoritas. En fin, creo que puedo llegar a jurar que nunca en mi vida habrá algo más con este chico más que solo amistad. O… eso creo. De pronto, sonó el celular de Jamie en su mesita de luz, era un mensaje y por más que no debiera moría de curiosidad por saber quién era y que le decía. Así que, tome su celular y lo desbloquee, el mensaje no era de importancia. Era de la compañía de la línea, pero… el fondo de pantalla era hermoso. Estaba TODO su grupo abrazado con una sonrisa de oreja a oreja y mirando hacia la cámara. Estuve un par de segundos apreciando cada detalle, pero después me entro la curiosidad de ver más fotos, entonces, fui al menú, apreté en “Galería”. De pronto todos los álbumes comenzaron a aparecer y comencé a ver cada una de sus fotos. En todas estaba sonriendo o haciendo caras raras con sus amigos, pero había una que había llamado más mi atención. Estaba él y una chica. Esta era linda, muy linda. Incluso hubiese jurado que la había visto en la televisión en una serie o algo por el estilo. No era de las chicas que encontrarías a la vuelta de tu casa o la verías paseando por la acera. Su cabello estaba largo hasta el comienzo de los hombros, era de un castaño tenido con claritos rubios. Tenía ojos marrones que miraban con una ancha sonrisa hacia la cámara. Su cutis era perfecto, sus pestañas estaban bien arqueadas y casi ni se notaba que llevaba un poco de rímel. El rubor en sus mejillas la hacía verse natural y apuesto que a eso le habría gustado a Jamie. Me había confesado que no le gustaba las chicas demasiado pálidas que ni siquiera tenían un poco de color en sus mejillas. Jamie, en la foto, estaba sonriendo de oreja a oreja con sus ojos azules mirándola a ella, enamorado. Se podía percibir a metros que él estaba más que enamorado que ella, la amaba. Por un momento, sentí como un nudo se formaba en mi garganta, el estómago se me retorcía y sentía envidia hacia ella porque sabía que ningún chico, en la vida, me había mirado así o tal vez nunca me mirarían así. 

Sentimientos ExtrañosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora