Capítulo 10 - Mi Luna.

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Mi Luna.
🌙

      Todo el camino la acompañó la inquietud de volver a ver a su abuela. Habían pasado al menos dos años desde la última vez que mantuvo algún tipo de contacto con ella.
      No había sido voluntario, por supuesto.
      Aún así, sentía vergüenza. Su cobardía no le había permitido visitarla después de... de lo ocurrido, y se sentía miserable por no haber estado para reconfortar a aquella que tantas veces la había reconfortado.
      Lo único que conseguía mitigar su angustia era la certeza de que Lydia estaba ahí, justo a su lado, tratando de tranquilizarla con que Claire no podía guardarle ningún tipo de rencor, que lo entendería, ya que, después de todo, Selene era el único familiar vivo que le quedaba. Pero ni sus palabras alentadoras fueron suficientes para calmar el malestar en su estómago y desacelerarle el corazón cuando se encontraron delante de la casita de ladrillo y madera.
      A Selene siempre le había gustado el hecho de que se situara en medio del bosque. Tan apartado de los humanos y tan cercano a la naturaleza. Muy del estilo de su abuela. Pero había algo diferente en el ambiente que no era capaz de explicar. Las plantas del balcón estaban mustias, a pesar de que Claire solía ser muy estricta en cuanto a su cuidado. El suelo del porche y las escaleras estaba cubierto de polvo y hojas secas. La madera de la puerta y las ventanas empezaban a carcomerse, y los goznes a oxidarse. Parecía haber sido abandonada un tiempo atrás. Sin embargo, no dudaron en llamar varias veces a la puerta sin éxito en sus intentos.
      A lo mejor ya no vivía allí porque le traía demasiados malos recuerdos.

      Estaban a punto de rendirse cuando advirtieron movimiento en la cortina agujereada de la segunda ventana.

      —¿Abuela? Soy yo, Selene. Selene y Lydia.

      Reinó el silencio durante unos minutos hasta que la puerta se entreabrió unos centímetros, dejando solo a la vista unos ojos cansados adornados por profundas arrugas.
      La gruesas cejas despeinadas se le curvaron y los globos oculares comenzaron a cristalizarse.
      —¡Mi Luna! —exclamó y se abalanzó a los brazos de Selene.
      Era el apodo que siempre usaba para llamarla.
      Claire fue muy propensa a contarle historias cuando era niña. Una de ellas era el mito de la diosa Selene, la personificación de la luna para los antiguos griegos. De su brillo y esplendor, más concretamente. Por eso decía que su nombre era hermoso y especial, al igual que ella.
      —Hola, abuela.
      No estaba muy segura de cómo hablarle. Siempre habían estado muy unidas, eso era innegable, pero también lo era el hecho de que Selene dejó de ser la misma persona unos meses atrás, desde que se fueron de Beacon Hills. Había abandonado su sano hábito de sonreír por todo, de aprovechar cada oportunidad para hacer una broma o de vivir al máximo cada segundo de su entonces maravillosa vida. Ahora solo erraba deseando que las lágrimas retenidas durante todo ese tiempo la ahogaran en algún momento.

      Desde luego, no era la única que se veía consumida por la pena. Su abuela no parecía la misma mujer. Tenía el pelo más largo de lo que acostumbraba, recogido en un pompón despeinado que le recordaba a una nube gris. Estaba mucho más delgada y su piel -unos tonos más oscura que la de Selene- había perdido su salud y brillo habitual. Incluso sus ojos negros, siempre llenos de vitalidad, carecían de ella. En realidad, todo su ser parecía no tener vida.
      —Abuela, siento no haber venido antes —dijo sin dejar de abrazarla—. No podía...
      —Tranquila, cariño. Las dos hemos perdido una parte de nosotras —limpió las gotas que estaban a punto de caer de los ojos de su nieta e hizo el intento de curvar sus labios, pero hasta la tristeza se le notaba en la sonrisa.
      Con ella a Selene no le importaba derrumbarse, con ella podía quitarse esa pesada máscara de "todo va bien".
      —Hola, Lydia. Hacía mucho que no te veía. Mírate, hecha toda una mujer —abrazó a la pelirroja—. Pasad, pasad.

      A diferencia de la impresión que daba desde fuera, el interior estaba perfectamente ordenado y recogido. No obstante, de su limpieza no se podía decir lo mismo. La vajilla estaba cubierta por una fina capa de polvo, incluso algunas telarañas colgaban de las esquinas del techo. La casa, en su mayor parte, estaba en total desuso.

      Lydia miró a Selene. Algo iba mal. No estaba segura de si se trataba de sus habilidades de banshee, pero sentía que aquella casa estaba sepultada bajo un intenso poder  antinatural.

      —¿Cómo te encuentras? —preguntó Selene desde la entrada.
      Claire se dejó caer en su sillón rojo con pesadez.
      Llamó la atención de las primas el que no se encontrara en su lugar de siempre, junto a la ventana, sino en un rincón escondido en la penumbra.
      —Agh, los años y las penas no perdonan, cariño. Han sido unos meses duros. Os ofrecería algo de comer, pero no hay gran cosa en los estantes. Aún menos en la nevera. Siento el desastre, no he estado en condiciones de hacer nada.
      Selene pensó que si a ella le dolía perder a sus padre de esa manera, entonces perder a un hijo... Era inimaginable.
      —No te preocupes, abuela,  estamos bien.
      Ambas se sentaron en el sofá celeste que presidía la sala.
      —¿A qué se debe esta fortuita e inesperada visita?
      —Han estado pasando cosas, abuela. Cosas... extrañas.
      Claire frunció el ceño y giró levemente la cabeza.
      —¿Qué tipo de cosas?
      —Claire, ¿recuerdas la canción que nos cantabas de pequeñas?
      —Oh, por supuesto que la recuerdo. Os encantaba.
      —¿Quién te la enseñó?
      —Mi madre, cariño, y su madre a ella. Viene de hace generaciones.
      —¿Sabes si es... especial?
      Claire sintió un nudo cogerse en su estómago y no pudo evitar que el terror se apoderara de ella. Sabía exactamente a qué se refería y cuál era la respuesta.
      —¿Especial? ¿A qué te refieres? —trató de suavizar su expresión, pero la sonrisa nerviosa delataba que estaba a punto de entrar en pánico.
      Lydia advirtió su repentina inquietud y preguntó con firmeza:
      —Tan especial como para hipnotizar a alguien.
      La sonrisa amistosa que Claire había estado fingiendo se volvió una expresión de horror.
      —Claire, necesitamos cualquier información que puedas darnos.
      —Debéis marcharos —se apresuró en levantarse del sillón—. Ahora.
      Agarró a las chicas del brazo y las obligó a ponerse en pie.
      —¿Qué...? Abuela.
      Selene no entendía nada.
      No entendía por qué estaba siendo empujada por su abuela fuera de la casa en la que creció.
      No entendía esa reacción.
      No entendía que había dicho mal.
      No entendía a qué le tenía tanto miedo.
      —Claire, por favor, solo escúchanos —Lydia rogó.
      Pero por mucho que trataban de hacerla entrar en razón, no dejaba de empujarlas hacia la salida con apuro.
      —¿Qué pasa con esa canción? —preguntó Selene viendo sus oportunidades perdidas.
      Claire paró un momento y observó a su nieta en silencio. A su pequeña e inocente Luna de mirada confundida y ojos cristalinos.
      —Toda mi vida he temido que llegara este momento. Y deseé con toda mi alma que nunca te pasara a ti, mi Luna. Pero te ha tocado —las lágrimas ya corrían por sus mejillas envejecidas—. Ahora la desgracia te persigue. Te buscará hasta encontrarte, y cuando lo haga, te matará.
      —Abuela, ¿de qué estas hablando? —musitó Selene.
      Claire podía sentir su dolor, su incertidumbre. Pero nada era tan debastador como ser conocedora del destino que la aguardaba. Así que la observó teniendo en cuenta que esa podría ser la última vez que la vería. Su Selene... No se merecía aquello.
      —La Sombra, cariño —agarró la cara de su nieta con ambas manos—. Esa canción es lo único que puede salvarte.
      Selene trató de buscar respuestas en la profundidad de los ojos de su abuela, más no encontró otra cosa que vacío.
      —Ahora debéis marcharos y, por favor, no volváis.

      Selene estuvo delante de la puerta cerrada durante varios segundos. Era incapaz de asimilar lo que acababa de pasar, que su abuela fuera esa mujer lúgubre y que la acabara de echar de su casa con un presagio de mala suerte.

      Lydia le tocó el hombro con delicadeza, por si la hería un poco más de lo que ya estaba.
      —Tenemos que irnos, Selene. No me gusta este sitio.
      Lydia echó un vistazo a su alrededor. Sentía la muerte emanar de cada rincón.
      Selene se dio la vuelta cabizbaja, abrió su mano y reveló un trozo de papel que Claire le había dejado a escondidas.
      Ambas se miraron en desconcierto al leer:

      "Donde nadan las sirenas."

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      🐺 ¿Team Scott o team Stiles?

KORRIGAN [Teen Wolf] (D.H)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora