¿Quieres casarte conmigo?

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Han pasado algunos meses. Y falta poco para que los bebés nazcan.
Ese día Víktor invitó a Yuuri a una cena. Yurio cuidará de Vicchan y de la pequeña Bella.

-El número de los bomberos esta aquí, si tienes hambre Yuuri dejó algo de Katsudon en el refrigerador, termina tus tareas, no te duermas muy tarde, llámame si sucede o necesitas algo y sobre todo no me habrás la puerta a extraños -le explica el albino a su hermano el cual estaba aburrido de escucharlo hablar.

-Víktor...-interrumpió el pelinegro llamando la atención de su pareja.

-Si ya voy. Y no olvides Yurio.

-Si, si ya entendí...Tengo prohibido meter a Otabek a la casa. Víktor por favor ten más confianza. Yo no haría eso.

-¿Lo prometes?-murmuró el mayor extendiendo su dedo pulgar en modo de promesa como lo hacen los amigos o hermanos incluso las parejas.

-Esto es de niños -bufó Yurio- Ya que...Lo prometo- enrroscó el meñique con el de su hermano mayor pero nadie se dio cuenta que el rubio cruzó los dedos detrás de su espalda. Sería una pequeña travesura y su secreto personal.

-Bueno nos vamos, ten cuidado Yurio - advirtió su hermano un poquito triste y preocupado por dejar al rubio solo en casa.

-Suerte - gritó desde la puerta- Bueno...creo que es hora de llamar a Beka- Sacó su celular y suspiró -La pasaremos muy bien- rio de alegría.

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Sin duda el restaurante era uno de lujo. Típico de Víktor, era obvio que su trabajo le permitía darse pequeñas comodidades. Tenía un consultorio privado y muchas veces atendía a pacientes que eran enviados del hospital de Rusia. Le pagaban muy bien incluso sus propios pacientes, ser veterinario era difícil pero valía la pena. Incluso a Yuuri le sorprendió que los pacientes de Víktor le regalaran cosas por su embarazo, felicitaron a los padres principalmente al albino por tan grata sorpresa. Víktor le explicó al de lentes que eso no era nuevo, solía recibir regalos en su cumpleaños o chocolates en San Valentín de parte de la mujeres que iban tras él. Eso le disgustó un poco al azabache pero sabía que Víktor solo tenía ojos para él y sus nenes por supuesto no debía preocuparse por nada.

Se sentaron en una mesa mientras esperaban al mesero para pedir lo que habían visto en el menú, para Yuuri era una lástima que no hubiera katsudon pero no negaba el hecho de que estaba hambriento. Sus nenes era unos glotones.

-Buenas noches...¿Puedo tomar su orden?- el mesero llegó con una toalla en la mano y una botella de champán en la otra sin olvidar las copas.

Mientras el mesero servía las copas con la bebida, Víktor tosió. "¿Eso es algo extraño?" dijo para sí mismo el pelinegro.

El mesero se apresuró a terminar de servir las copas y a anotar los pedidos de la pareja, los cuales fueron algunos. Una ensalada, algo de espagueti, pan de ajo, gelatto ,langosta y sin olvidar el helado y pastel de chocolate que a Yuuri se le había antojado. Y unas cuantas cosas más.

-Sabes Yuuri...cada vez que te veo siento que me enamoro más y más de ti- el albino sobó delicadamente la mejilla de su amado.

- Ví-Víktor- titubeó el de lentes algo sonrojado.

- Te amo demasiado mi Yuuri -sonrió haciendo que el menor se perdiera en esos ojos azules tan hermosos como el cielo.

- Yo también te amo Víktor.

El mesero llegó con dos platos que la pareja pidió. Les sirvió y se marchó. Yuuri relamió sus labios, tenía muchísima hambre y eso era debido a su embarazo.

Yuuri comía sin vergüenza alguna engullía el espagueti sin parar, al mismo tiempo devoraba unos cuantos panes de ajo y bebía agua mineral. No podía probar alcohol mientras estaba en cinta.

-¿Yuuri?
-¿Uhmm?- murmuró debido a toda la comida que tenía en su boca.

Víktor sonrió. Se levantó de su asiento sorprendiendo al pelinegro.

Posó una rodilla en el piso mostrando una posición para una proposición. Todos los clientes incluso Yuuri se asombraron.

Sacó una cajita negra de su bolsillo y abriéndole dijo.

-Katsuki Yuuri me harías el honor de pasar el resto de mi vida junto a ti. Teniendo más hijos, cuidando de varios cachorros y comiendo Katsudon como si no hubiera un mañana.

La multitud río ante tales palabras. Pequeñas lágrimas empezaron a caer de los ojos del menor. Estaba llorando de felicidad.

-No llores mi Yuuri....Y qué dices..¿Quieres casarte conmigo?.

El de lentes se lanzó a besarle y abrazarle.

-Sí, acepto.

Y ese es el comienzo del vivieron felices para siempre.

La historia de un perro , un veterinario y dos bebésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora