Capítulo 8.

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Víctor

- Sus ojos son preciosos. ¡En serio, parecen esmeraldas! Y es guapísima. Bua, ¿y cuando sonríe? Te juro que no me puse a babear por respeto, pero me faltó poco para hacerlo.

Lucy se ríe mientras da una calada a su cigarrillo.

Tiene mejor aspecto que ayer, pero tiene resaca y no puedr ni andar durante mucho rato sin marearse.

- ¿Le diste tu número? - me pregunta.

- Me lo dio ella.

- Entonces ya la tienes más que conquistada. - dice sonriendo, apagando el cigarrillo.

- No sé, acaba de salir de una relación. - digo, sentándome en el borde de la cama.

Ella está tumbada bocabajo, con el pijama puesto y con un moño despeinado que recoge su melena rubia y con mechas azules.

- ¡Una relación con un chaval que se acuesta con la primera que se encuentra! - exclama, y a mí me invade la rabia de nuevo.

Pensar en cómo ese imbécil le ha podido hacer daño a Myriam me hace enfadar muchísimo.

- Yo jamás le haría eso. Ni se me ocurriría. - digo, y Lucy me mira con una sonrisa dulce. - ¿Qué?

- Te gustaaaa. - canturrea, y yo me sonrojo.

- Bueno... Es que la conozco de un día.

- ¡Pero si no dejas de decirme lo guapa y maja que es!

- Es que lo es. - digo, y ella pone los ojos en blanco y se ríe.

Mi móvil suena en el bolsillo trasero del pantalón y yo me levanto y lo saco. Tengo un mensaje de Myriam.

- Es tu amada, ¿no? He visto cómo te han brillado los ojos. - dice Lucy, pero no la respondo.

El mensaje dice:

Holaaaa. Perdón por no responderte ayer, se me olvidó. ¡Estaría encantada de volver a verte! Un beso, la pelirroja.

Suspiro y me dejo caer, tumbándome en la cama al lado de mi mejor amiga.

- Dice que quiere volverme a ver...

- Dile que vaya ahora a tu casa. Al fin y al cabo, sabe dónde está ya que te llevaron anoche.

- ¡¿Ahora?! - digo, incorporándome de un salto y quedándome sentado. - Pero, es muy repentino. Además, ahora que no tengo moto, tengo que ir en bus y tarda una eternidad.

- Puedes llevarte la mía. - ofrece, y me quedo mirándola, pensativo. - ¡Venga, díselo! Estás deseando verla otra vez.

Escribo nerviosamente en mi móvil, y tras unos segundos de indecisión, se lo envío.

- ¿A que no ha sido tan difícil? - dice ella, riéndose. Me acaricia una pierna y murmura con voz melosa: - Que mono te pones cuando te estás enamorando.

Le aparto la mano con un manotazo y ambos nos reímos.

Puede que tenga razón en lo de que me estoy enamorando. Pero sólo puede.

Sólo contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora