Capítulo 9.

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Myriam

Sonrío al leer el mensaje de Víctor y le hago saber que acepto encantada. Él me dice que me espera dentro de una hora en su casa.

- ¿Por qué sonríes, princesa? - me pregunta mamá, echándome un vistazo rápido mientras corre por todas partes mientras se prepara para irse.

- Por nada. - digo, terminándome el desayuno. - ¿Hoy tampoco vas a estar en todo el día?

Desde que papá falleció, mamá no hace más que trabajar para mantener a la familia. Antes al menos estaba en casa, pero ahora ni duerme aquí, duerme en casa de una compañera suya. Solo viene por las mañanas para vernos unos pocos minutos y luego se vuelve a ir. Es una mierda.

- No, lo siento. - dice, dándome un beso en la frente. - Dile adiós a tus hermanos de mi parte, que ya llego tarde. ¡Tened cuidadooo!

Antes de que me pueda dar cuenta, ya ha desaparecido con su coche.

Suspiro. Todos los días igual.

Subo las escaleras hacia mi cuarto para prepararme, cuando me choco con Jacob, mi hermano de 14 años, y casi me caigo hacia atrás.

- ¡Perdón, Myriam! ¡Es que está Robert esperando fuera! - exclama.

Pongo los ojos en blanco y sigo subiendo. Jacob siempre aprovecha que se va mamá para traer a su mejor amigo Robert. Está tanto tiempo en casa que ya se podría decir que vive aquí. Mi hermano y él son inseparables.

Me doy una ducha rápida y me seco y peino el pelo. Me pongo unos pantalones cortos negros y un top blanco, junto con mis deportivas. Me maquillo un poco y, después de mirarme unos largos segundos al espejo, decido irme ya.

Cuando bajo al salón, oigo a Jacob y a Robert riéndose en el sofá viendo algo en la tele.

- Chicos, me voy. Cuidad de Karen, ¿vale?

Karen es mi otra hermana pequeña, que tiene 7 años. Se pasa el día metida en su cuarto jugando con sus muñecas, y casi que lo agradezco, porque no es de las típicas niñas pesadas y gritonas que no te dejan en paz. A ella hay que sacarle las palabras para que te hable.

Ambos se callan y me miran al mismo tiempo. Asienten a la vez, y a mí me resulta gracioso ver que hasta hacen lo mismo.

Salgo de casa e intento recordar la dirección que le dio Víctor a Pauline anoche. Caminando desde aquí se tardarían más o menos 30 minutos, así que me pongo en marcha.

Envidio a Pauline, que por su cumpleaños número 18 le regalaron un coche y puede ir a donde quiera sin cansarse. Yo aún tengo que esperar dos años para poder tener esa libertad.

Me paso todo el camino hablando con ella por teléfono, repitiéndola continuamente lo nerviosa que estoy y las ganas que tengo de verle de nuevo. Debe de estar harta de que le hable de Víctor, pero es inevitable.

No puedo sacarle de mi cabeza desde que le conocí.

Sólo contigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora