Capítulo 9

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Elrohir miraba a Legolas con los ojos como platos después de que éste le contara toda la historia. Legolas lo había dicho todo con la voz calmada y sin entrar en detalles, pero eso fue suficiente para que los gemelos se encogieran de horror.

"Oh, Legolas... –dijo Elrohir, con tristeza y los ojos húmedos. Le sujetó la mano como para darle apoyo y Legolas se la apretó suavemente en respuesta-. ¿Cómo lo averiguaron Estel y tú, Elladan? –preguntó-. ¿Padre os lo dijo?"

Elladan sacudió la cabeza.

"No dijo nada. Pero me acordé de la extraña reacción de padre en la cabaña y luego del enfado de Haldir, de las toallas ensangrentadas, todo... así que sumé uno y uno... y ya sabes el resto."

Elrohir cerró los ojos, angustiado.

"Yo también vi todo eso, pero nunca imaginé que se tratara de algo así."

"No me sorprende. ¡Eres lento!" –lo molestó Elladan.

Su gemelo abrió los ojos de golpe.

"¡¿Qué?! ¡¿A quién llamas lento, cabeza de chorlito?!"

Legolas no pudo evitar reírse, divertido, al verlos molestarse entre ellos antes de que se lanzaran al suelo en un lío de brazos y piernas. Los gemelos siempre eran entretenidos y ahora mismo lo ayudaban a recuperar el ánimo. De repente, la sensación de que había alguien en la puerta los hizo mirar hacia allí.

Narasene los observaba con las manos llenas con una bandeja de comida para el príncipe encamado. No sabía si entrar, pues los días anteriores el señor Elrond siempre cogía la bandeja en la puerta, pero Legolas le sonrió y la llamó.

"Pasa, Nara."

Tras asegurarse de que Legolas estaba presentable, con una larga camisa de dormir y cubierto con una manta hasta la cintura, Narasene entró. Le devolvió la sonrisa a Legolas con timidez y dejó la bandeja en la mesita de noche. Cuando se dio la vuelta para irse, Legolas la sujetó de la mano y tiró de ella suavemente para que se sentara a su lado.

"Por favor, quédate. Tengo que hablarte de algo."

Los gemelos se miraron.

"Ok. Captamos el mensaje –dijo Elladan. Cogió a Elrohir por el brazo y tiró de él-. ¡Vamos, lento! Los enamorados quieren estar a solas."

Riéndose como elflings traviesos, los gemelos cerraron la puerta al salir. Solo hubo silencio durante un minuto entero mientras se miraban, no muy seguros de qué hacer después. Narasene esperaba a que Legolas hablara, preguntándose qué le iba a decir.

"Necesito decirte... lo que me pasó" –comenzó Legolas, con la voz inestable.

Tragó saliva con nerviosismo cuando Narasene lo miró fijamente con sus ojos verdes. Al notar la inseguridad del príncipe, colocó unos dedos sobre sus labios.

"Si no quieres hacerlo no lo hagas, mi señor. No tienes que contármelo. No dejaré de amarte por eso."

"Pero tienes que saberlo... porque no quiero secretos entre nosotros" –Legolas le besó los dedos y luego se lo contó.

Cuando acabó, volvió a producirse el silencio... mucho más tiempo que la vez anterior. Legolas se miraba las manos, un poco temeroso de mirarla a los ojos; no soportaría ver disgusto o pena en su expresión. Y entonces, de repente, ella se levantó y se alejó varios pasos dándole la espalda, con los puños apretados.

A Legolas se le rompió el corazón. ¡Me odia! Pensó, angustiado. ¡Ahora que he sido mancillado no se atreve ni a mirarme!

"Comprendo que me odies, Nara –dijo en voz baja-. No te culparé si quieres que acabemos nuestra relación..."

Aguas TurbulentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora