CAPÍTULO 1: El umbráculo

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Narrador:

Eva cerró el libro de historia, agotada. Los años y los eventos de la Guerra Civil española bailaban en su cabeza sin parar. Algunos incluso se mezclaban entre ellos y empezaba a confundirlos. Con un largo suspiro se levantó de su silla y empezó a guardar lentamente sus apuntes en la mochila.

Para cuando las puertas de la biblioteca se cerraron a sus espaldas ya oscurecía. En el horizonte, las palmeras del Parque de la Ciudadela delineaban con un cielo de matices rojizos.

Puso el reproductor de música en marcha y se ajustó los cascos. Indecisa, finalmente optó por dar un breve paseo dentro del parque. A mediados de junio en Barcelona hacía ya un calor sofocante. El contraste entre el aire fresco del interior de la biblioteca y el bochorno del exterior provocó que algunas gotas de sudor se deslizasen por su nuca mientras caminaba.

Nada más cruzar las puertas hacia el interior de los jardines, una brisa fresca le removió el cabello. Un poco de aire frío. Suspiró cerrando los ojos. La humedad de todas las plantas que la envolvía descendía unos grados la temperatura de aquel lugar, haciéndolo un refugio idóneo durante el verano. Mientras en sus cascos sonaba alguna canción como si de música de fondo se tratase, Eva deambuló sin rumbo.

A sus casi 18 años, esperaba con ansia el principio de las vacaciones de verano. Pero antes, debía pasar las pruebas de acceso a la universidad si quería poder seguir con sus estudios. A la mañana siguiente tenía su primer examen. Historia. Tan interesante y tan densa. Tan larga y a la vez tan importante. De guerra en guerra y tiro porque me toca. Pensó recordando todas las vidas inocentes que se llevaba la guerra.

Al examen de historia le seguirían biología, matemáticas, física, química, lengua inglesa, y algunas más. Todos ellos en tres días consecutivos. Sin parar. Los nervios la recorrieron entera al recordarlo. Piensa en el verano. Piensa en Menorca. Piensa en Paula, Cristina y tu tumbadas en una playa de arena blanca infinita. Piensa en el calor. El sonido de las olas. El sol sobre tu piel. Ese placer indescriptible que te recorre cuando notas los rayos de sol lamer tu abdomen perlado de gotas saladas del mar. Una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Cuando pensaba en el increíble verano que tenía planeado junto a sus amigas las cosas a su alrededor se volvían de color rosa.

Siguió pensando en playas de palmeras altísimas mientas pasaban los minutos y sus piernas la llevaban por los caminos de tierra. La presión de tanto estudiar que sentía en su cabeza lentamente había desaparecido. Sin darse cuenta, cruzó la enorme estatua del mamut, la plaza de la cascada y la glorieta hasta que se topó con la gran puerta de madera del umbráculo. Este era uno de los lugares más antiguos del parque de la Ciudadela. La gran estructura que mezclaba bases de piedra con una gran cúpula de tablas de madera caoba era sencillamente preciosa.

Las grandes puertas abiertas de par en par la invitaban a pasar. El camino de piedra se estrechaba entre las grandes plantas de todas las tonalidades de verde existentes. Hojas redondeadas de gran tamaño se intercalaban con otras diminutas y puntiagudas. El olor a fresco inundaba el lugar. Al llegar al centro, el camino se abría en un fuente de piedra. El sonido del agua que brotaba del Cupido regordete y risueño era el único sonido del lugar. ¿Lo era?

El leve murmullo de voces la hizo bajarse los cascos. Si, en el invernadero había más gente. Lo curioso era que ella acababa de recorrer el único camino de acceso y salida y no se había cruzado con nadie. ¿Dónde estaban?¿En el bosquecillo que había más allá de las vallas del camino? Es demasiado denso. Nadie podría salirse del camino. No del todo convencida agudizó un poco más el oído. Se fue acercando a aquellas voces hasta que pisó la tierra blanda de las plantas a sus pies. Si que han entrado. Que raro. Desconfiando, decidió dar media vuelta hacia la fuente para recoger la mochila que había dejado allí e irse por donde había llegado. Aquello no le daba buena espina.

LAS FLORES DE ALAÏSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora