CAPÍTULO 11: El viaje

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La imagen pertence al perfil de DeviantArt: Axel-Astro-Art

Narrador:

Los días se volvieron difusos, llenos de noches eternas bajo constelaciones nunca vistas. Las horas transcurrían de forma irreal - y a la vez tan real - en la cabeza de Eva.

Descubrió un total de diez bóvedas distribuidas a lo largo de una nave inmensa. Por guías tenía a los kleides que, a pesar de sus múltiples intentos, nunca persistieron en su forma humanoide a ojos de los demás. El único que parecía entender lo que ocurría, Eldar, nunca decía nada al respecto. Por lo que Eva se resignó y se dejó llevar.

Sentada en su bóveda favorita, intentaba leer un libro que Eldar le había prestado sobre magia. Seitiri, seeeiiitiiiiriiii...Que poca memoria que tienes, así no vas a poder aprender nada. Mucho menos su idioma... El libro estaba escrito en eäreh y, según sus compañeros de viaje, era un libro para niños. Eva apenas llevaba un par de semanas estudiando sin descanso con su maestro. A pesar de las grandes expectativas que había guardado al respecto, hasta la fecha no había aprendido nada de lo que ella definiría como sorprendente. En realidad, la situación era más bien decepcionante, puesto que el anciano se había limitado a enseñarle su idioma: una tarea mucho más complicada de lo que podía parecer a primera vista. Eva no era mala con los idiomas, de hecho hablaba francés, inglés y un poco de alemán, pero una lengua alienígena era otro cantar. Los sonidos eran complejos y, en ocasiones, imposibles de imitar para sus cuerdas vocales humanas. Así que, por muy aplicada que fuese, era realmente difícil.

- Dhar...Dhaar...Dhaarag... - intentaba pronunciar sin mucho éxito la palabra usada para pedir permiso "por favor". Con un último suspiro cerró el libro de golpe y se estiró sobre la arena frustada.

Aquella bóveda era la última que había encontrado. Y realmente lo más bonito se había hecho esperar: la playa. Una playa de arena negra como el carbón y de tacto suave, alternada con grandes rocas de un tono oscuro parecido. Las olas, movidas por la extraña energía que abundaba en todo aquel lugar, mecían el agua cristalina con suavidad. El olor salado tan parecido y tan distinto al de la Tierra, le oprimía el corazón sin que pudiese evitarlo. Buscando alejar aquellos pensamiento tristes recordó a quien esperaba allí sentada. Artag llega tarde... Pensó. Y precisamente en ese instante el chasquido de la puerta anunció su llegada.

- Hola - lo saludó sonriente. Igual que en cada uno de los encuentros que habían tenido en los últimos días, en distintas bóvedas y a distintas horas. Siempre en un lugar diferente, para evitar toparse con el resto de tripulantes. Eva asumía que Artag prefería no exponer la situación al juicio del resto de tripulantes, y que por ese motivo sus encuentros eran secretos.

- Hola - Artag se acercó al agua de la orilla dándole la espalda. Eva empezaba a entender su carácter serio y taciturno. Parecía que aquél era un día pensativo para el capitán.

- ¿Cómo va todo? ¿Nos hemos desviado de rumbo? - preguntó para captar su atención.

Y consiguió su objetivos cuando el alienígena se giró lentamente con una sonrisa torcida ante su broma. La miró fijamente en su apariencia no humana, con la que Eva ya estaba tan familiarizada. Sus ojos violetas recorrieron su rostro buscando algo que parecía no encontrar, como siempre hacía desde que aquello había empezado.

- No, todo sigue en orden. - luego volvió a girarse hacia el mar ficticio que terminaba a unos diez metros contra el cristal de la bóveda y sobre el universo estrellado. Eva se puso en pie y se acercó a su espalda hasta rodear su cintura y abrazarlo por detrás. Inicialmente Artag se tensó, pero lentamente se fue relajando. Ella sencillamente se había acostumbrado a aquellas reacciones tan suyas.

LAS FLORES DE ALAÏSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora