CAPÍTULO 6: El estanque

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Eva:

Tras el abrupto final de mi conversación con Artag, poco sabía yo lo que me deparaba el porvenir. 

Tras pasar la noche en la cama de la habitación - o enfermería extraterrestre - donde Artag había curado mis manos, me desperté dolorida y, si es posible, aun más exhausta de lo que estaba antes. No había  podido dormir tranquila en ningún momento, pues imágenes de mi familia y amigos habían danzado por mi mente en todo momento. 

Dos lágrimas traicioneras volvieron a rodar por mis mejillas. Mierda. Me las quité de un manotazo, enfadada. No quería volver a llorar otra vez, a partir de ahora sería fría y haría frente con agallas a todo lo que me pusieran por delante. Sabía que iba a necesitar mucho valor, y para ello no podía permitirme llorar más. Ya no. De ahora en adelante eso estaba prohibido. Pero dos lágrimas más volvieron a escaparse sin permiso y se deslizaron por mi rostro. Bueno, unas poquitas más no le hacen daño a nadie... Me encogí de hombros y miré alrededor discretamente. Y parece que por aquí na hay nadie... 

Lloré a moco tendido unos minutos, permitiéndome a mi misma el desahogo que necesitaba; lo cual me fue de perlas para empezar el nuevo día de cero. Bueno, en realidad, ¿qué hora era? ¿Es siquiera de día?... ¿Quien sabe? En esta nave las horas pasan sin sentido...Quien pudiese ver el sol de nuevo... Con la mente todavía espesa, bajé de la cama con cuidado notando las manos hinchadas bajo las vendas.

Salí al corredor sin prestar atención al enorme ventanal que se abría al exterior a mi izquierda. Me negaba a mirar de nuevo. Mi realidad ya era sobradamente surrealista como para recordarlo cada dos segundos mirando de pleno al cosmos. Una vez fuera de la enfermería, el pasillo se bifurcaba en sentidos opuestos. Estupendo. ¿Cómo se supone que debo volver al gran salón de ayer? 

- Eva, piensa. Esto no puede ser muy grande. Al fin y al cabo estás en una nave espacial - sonreí irónica - No te vas a perder...

Cuando iba a tomar al pasillo de la derecha, una de aquellas esferas flotantes se posicionó en mi camino, impidiéndome avanzar. 

- Oh - susurré - ¿Me vas a indicar tu el camino? - susurré aún más bajito. 

Que maravilla. Ahora me voy a volver majara hablando con farolillos en el espacio. Pensé. Por lo menos no había perdido mi sentido del humor, de momento. La esfera titiló levemente y emprendió el camino por el pasillo que giraba hacia la izquierda. Sin pensármelo mucho la seguí. Cada cinco o seis metros se paraba en mitad del pasillo y esperaba a que la alcanzase para proseguir. Cualquiera diría que esa bolita brillante es inteligente... El trayecto fue muy breve, y traté de memorizarlo por si después debía volver en el sentido opuesto. Cruzamos varios pasillos que se abrían siempre a mano derecha, por lo cual supuse que recorríamos uno de los laterales de la nave. No obstante, antes de llegar a nuestro destino, a mano izquierda cruzamos una puerta de cristal a través de la cual se adivinaban las siluetas de centenares de flores de todos los colores, tamaños y formas imaginables. Era otra cúpula botánica. 

Sin darme cuenta, fui parando lentamente hasta quedarme estática al otro lado del jardín. Mi cara de asombro debía ser ridícula pero, ¿cómo se reacciona ante un campo de flores alienígena? Era un espectáculo fascinante. 

Miré en ambas direcciones del pasillo que venía recorriendo asegurándome de que no hubiese nadie y avancé hacia la puerta como había hecho la primera vez para entrar en el la bóveda del bosque. La puerta se abrió con un suave chasquido e inmediatamente el aire fresco del interior golpeó mi rostro y enredó mi cabello. Inspiré profundamente maravillada. ¿Cómo describes olores que no has sentido nunca antes? En el aire flotaba una fragancia muy suave y fresca, parecida al olor de las fresas silvestres. 

LAS FLORES DE ALAÏSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora