Narrador:
- No, no puedes volver a casa, lo siento.
A pesar de haber esperado esa respuesta, Eva no pudo evitar que se formase un pequeño nudo en su garganta.
- Bien - susurró. Muy despacito cogió aire antes de continuar. No se rendiría fácilmente - ¿Quiénes sois? - se lo pensó unos instantes y añadió - o mejor dicho... ¿Qué sois? - estas preguntas parecieron gustar más a Merigda, porque arqueó las cejas y una pequeña sonrisa ilusionada empezó a dibujarse en sus labios. De todas formas, antes de que pudiese responder, Eva continuó hablando - Si en algún momento, algo de lo que me vayas a decir me impedirá volver a casa algún día, por favor, no me lo cuentes. Te lo suplico. - las últimas palabras salieron como un susurro de sus labios. Un débil lamento.
Varios sentimientos pasaron por el rostro de Merigda. Todos y cada uno de ellos sinceros. Lo primero fue pesar. El pesar dio lugar a la rabia. Pero esta duró a penas unos instantes. Por último, sus suaves labios formaron una fina línea. Determinación. La petición que Eva había hecho debía tenerse en cuenta. Cuando respondió, escogió las palabras con cuidado.
- Tenemos... teníamos una misión. - corrigió mientras el verde de sus ojos se oscurecía un poco - La noche que nos viste en el parque nos habíamos reunido para tomar algunas decisiones... importantes. - paró y miró fijamente a Eva, esperando alguna reacción por su parte.
- Sigue - fue lo único que le contestó mientras se deslizaba contra la pared, hasta el suelo y luego enroscaba sus brazos alrededor de sus piernas. Luego apoyó la barbilla sobre las rodillas - por favor - añadió bajito.
- Entre nosotros hablamos eäreh. - pronunció la palabra con un acento suave e hipnotizante.
- Nunca lo había oído antes... - en el mundo había miles de lenguas, tampoco había oído nunca a nadie hablar yoruba y bien que existía. Eva se quedó reflexiva unos minutos. Durante este tiempo Merigda no hizo nada, no mostró ningún gesto de impaciencia, simplemente guardó silencio. Finalmente Eva volvió a preguntar:
- ¿Dónde estamos? - nada, absolutamente nada de lo que las rodeaba dejaba entrar luz. El pasillo y la habitación únicamente se vislumbraban gracias a la presencia de aquellas misteriosas esferas que oscilaban.
Esta vez Merigda la observó largo y tendido, muy seria. Luego, sin decir palabra, se dirigió hacia la pared donde Eva se encontraba recostada. Sus gestos eran cuidadosos. Cuando llegó a su lado, igual que había hecho en el caso del agua, deslizó el dedo sobre la pared. En esta ocasión dibujó un gran círculo. Al principio no pasó nada, y Eva pensó que tal vez estaba loca, al fin y al cabo, los había visto salir de entre las ramas de un umbráculo. ¡Un umbráculo! Pero cualquier idea que tuviese en la cabeza desapareció en el instante en que la pared de dentro del círculo invisible empezó temblar.
Lo que ocurrió a continuación era incomprensible para Eva. La lámina lisa se dividió en diminutas bolas. Una a una, las esfera se fueron volviendo traslúcidas hasta que todas ellas parecían simples burbujas de jabón. Luego, todas se volvieron a unir, formando de nuevo la superficie lisa, que ahora era una ventana. Sin fijarse en el exterior, Eva miró a Merigda desde su posición sentada en el suelo con la boca abierta formando una "O".
- Vosotros lo llamáis magia. - Merigda se encogió de hombros - Yo prefiero llamarlo por su nombre, seitiri.
Eva seguía mirándola boquiabierta, sin saber qué decir.
- Tengo entendido que en vuestro idioma sería... - lo pensó indecisa - algo así como equilibrio... o consonancia. ¿Me entiendes? - miró a Eva con la cabeza ligeramente inclinada. Sin darse cuenta, mientras hablaba sobre aquello, su rostros se había ido iluminando por momentos. Para Eva era evidente que se trataba de un tema muy fascinante para ella. - Déjame ponerte un ejemplo. - continuó - Cuando dos notas suenan a la vez, y suenan bien, eso es agradable, ¿verdad? - Eva asintió sin saber muy bien por donde iba - Eso es porque suenan en armonía. Del mismo modo, otras notas, cuando son tocadas a un tiempo pueden ser muy desagradables. ¿Entiendes? Es algo así como la música, el sonido, la vibración, ...
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LAS FLORES DE ALAÏS
FantasyEva sale al atardecer de la biblioteca, cerca del centro de Barcelona. Los exámenes finales están a la vuelta de la esquina y debe centrarse para poder acceder a la mejor universidad. No obstante, pronto estas preocupaciones quedan en segundo plano...