Narrador:
Eva se quedó muy confundida. ¿Y cómo culparla? A más de tres mil millones de años luz de la Tierra, se había encontrado entre los brazos de un alienígena sexy, excéntrico y estúpido a partes iguales.
¿Cómo se supone que debes reaccionar cuando tu cuerpo y tu mente te piden dos cosas completamente distintas? Tu cabeza te dice a gritos que corras en dirección opuesta, pero tu corazón se acelera en tu pecho cada vez que lo ves ...¿Me estoy volviendo loca? No. Bueno creo que no. Esto es el Síndrome de Estocolmo, no le des más vueltas...
Llevaba más de una hora sentada en la camilla dándole le vueltas a lo ocurrido, pero por más que lo intentaba no podía ponerse de acuerdo con sus propios sentimientos. Es más, se negaba a aceptarlos. Cuando, finalmente, estaba a punto de darse de golpes a sí misma por tener semejantes reacciones, llegó Eldar.
- Hola pequeña - la miró fijamente - ¿En qué piensas?
- Pensaba que era un libro abierto... - Eva sonó entre enfurruñada y divertida. Eldar tenía la capacidad de calmar a todo aquél que lo rodease de forma inmediata.
- En ocasiones si, pero ahora mismo no sabría decir. Parece que tienes un debate interno muy fuerte... - la miró pensativo.
- ¡Oh vamos! - Eva rió - Entonces sí que soy un libro abierto. Es más, soy un enorme cartel con luces de neón - y estalló en carcajadas. Así sin más, Artag había quedado relegado a un oscuro rincón en su mente.
- Así me gusta Eva - sonrió el anciano - Reír siempre es una buena solución.
Tras unos instantes de silencio que no fueron incómodos en absoluto, Eldar prosiguió:
- De echo, llevo un rato buscándote. Quería enseñarte una cúpula que creo puede gustarte. - la miró a la espera.
- ¿Una de esas cúpulas llenas de plantas? - preguntó emocionada
- Podría decirse que sí... - la miró divertido - no todas contienen plantas, ¿sabes? Algunas poseen también fauna procedente de Alaïs.
Eva lo miró con la boca abierta. ¿Qué clase de animales? ¿Cómo serían? De repente la curiosidad se la comía de pies a cabeza. Saltó de la camilla como si no le supusiese ningún problema con las manos vendadas y se puso de pie delante de Eldar.
- ¿A qué estamos esperando? ¿A cual me llevas? - sus ojos brillaban otra vez con ilusión. Y, aun que ella no se dio cuenta, el hombre sonrió interiormente contento de recuperar un trocito de la muchacha que se habían llevado de su planeta autóctono.
Caracterizado por su forma tranquila y silenciosa de ser, Eldar seguía muy preocupado respecto a los efectos anímicos que podía tener para Eva el echo de haberla arrancado de su hogar, su familia y sus amigos, rumbo a un planeta desconocido, con una nueva especie inteligente hasta ahora desconocida para ella.
Además, cuanto más rato pasaba junto a ella, más cariño le cogía. Y aquello era mutuo. Eva encontraba en el anciano alienígena una tranquilidad y familiaridad que aquella nave le había quitado nada más despertar.
- Bien pequeña, sígueme y lo descubrirás - la miró con una agradable sonrisa.
- Uff, cuanta intriga... - Eva asintió y caminó junto a él por el pasillo ovalado.
El trayecto fue en silencio, tiempo que Eva aprovechó para estudiar el perfil tranquilo de Eldar. Curiosamente, el anciano siempre se había presentado ante ella en su forma humana. Aparentaba un edad avanzada, pero parecía poseer una agilidad fuera de la común, al igual que el resto de tripulantes de Alaïs. Su nariz aguileña aliñaba aquellos grandes ojos azul eléctrico que Eva tanto admiraba. En ocasiones, cuando la miraba en silencio, la chica tenía la sensación de estar envuelta por las olas del mar, incluso podía sentir el sabor salado de las gotas liberadas al estrellarse el mar contra las rocas. De repente, Eldar rompió el silencio:
- Es bonito lo que sientes, ¿no crees?
- ¿Perdón? - Eva aún no se acostumbraba a la facilidad con la que leían sus expresiones.
- Quiero decir, me parece muy curioso que puedas sentir el elemento de mi pueblo cuando estas en mi presencia. ¿Te ocurre lo mismo con los demás?
Eva se quedó pensativa unos instantes antes de contestar.
- No, la verdad es que no. - y luego añadió - Pero también es verdad que con ninguno he estado realmente a gusto. No quiero decir que me incomoden ... - intentó corregir sus palabras sonrojándose ligeramente - sencillamente, hasta ahora has sido el único que me ha tratado como una más, sin miedo, con amabilidad, sin fingir... ¿Me estoy explicando muy mal verdad?
Eldar río suavemente.
- Te has explicado perfectamente. Es posible que lo empieces a sentir a medida que te integren como una más... - se quedó pensativo.
- Pero esto os ocurre a todos, ¿verdad?
- Oh no, es una habilidad que solo pareces poseer tu. - Eva lo miró extrañada - No es algo malo, en realidad sospecho que aún tienes mucho por enseñarnos.
La miró enigmático mientras la cabeza de Eva se llenaba de preguntas cada cual más surrealista.
- Creo que no quiero entender lo que me estás diciendo Eldar...
- Me han contado tu pequeña aventura con el kleide - la miró sonriente y encogió los hombros con suavidad - No dejes que te afecte lo que digan mis compañeros, déjate llevar por tu instinto. Creo que Alaïs, nuestro mundo, te espera con los brazos abiertos.
Eva quiso continuar, pero en aquél momento llegaron ante una puerta un poco más grande que las demás, que se abrió ante su proximidad. El aire abandonó sus pulmones y se quedó sin palabras.
A sus pies se extendía un verde manto de hierba que parecía tan suave como el algodón. Algunos arboles robustos se elevaban con elegancia y extendían sus gruesas ramas hacia arriba, sin llegar a alcanzar una cúpula de bastante altura. El lugar estaba sumido en la oscuridad del espacio, pues la cúpula estaba abierta pero no había luz. Pero aun más sorprendente era el resplandor que emitían las aguas del río que serpenteba entre los gruesos troncos de los árboles.
- Es precioso Eldar - los ojos de Eva se humedecieron de la emoción - Es como si el agua tuviese vida propia. Parece el agua del mar en verano, cuando las noctilucas la iluminan con su resplandor...
- No vas desencaminada. Ese brillo procede de las algas que habitan en el lecho del río. El constante movimiento de las aguas las hace emitir esa luz. ¿Te gusta?
Eva lo miró y asintió con fuerza. Era impresionante.
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LAS FLORES DE ALAÏS
FantasyEva sale al atardecer de la biblioteca, cerca del centro de Barcelona. Los exámenes finales están a la vuelta de la esquina y debe centrarse para poder acceder a la mejor universidad. No obstante, pronto estas preocupaciones quedan en segundo plano...