CAPÍTULO 5: El médico

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Narrador:

Miedo. Eva sintió miedo y algo más que no sabía distinguir. Un escalofrío recorrió su columna y cerró las manos sin querer.

- Arrggg!!! - al formar dos puños con sus manos un dolor abrasador la hizo saltar. Inmediatamente abrió las manos y dos lágrimas saltaron de sus ojos mientras se miraba las heridas. Algunas de ellas se habían abierto con la presión del cierre, y una mezcla de sangre y pus salía de su interior.

- ¿Qué es eso Eva? - Merigda se le acercó corriendo, sin importarle su reacción - Déjame ver pequeña... - indecisa Eva le mostró sus palmas abiertas hacia arriba. - Oh dios mío... ¿Pero cómo te has hecho esto? - sus ojos verdes manzana la miraban con sincera preocupación. El dolor era tan fuerte que Eva había olvidado aquellas facciones tan exóticas. Mientras mantenía sus palmas en alto, Merigda se giró hacia el recién llegado. - Artag está bastante infectado... 

Artag, que nombre más bonito... ¡Céntrate Eva por favor!. El aludido se acercó a ellas en dos pasos, de modo que Eva tubo que inclinar la cabeza hacia arriba para poder seguir mirándole a los ojos. Pero él ya no la miraba a la cara, estaba centrado en sus manos y fruncía las cejas. ¿Como no?... El dolor la izo gemir de nuevo de vuelta al momento. Artag cogía sus manos y solo había rozado una herida muy hinchada en su palma derecha. Madre mía... ¡solo lo ha rozado! Como tenga que apretar voy a ver las estrellas...

- Si, está bastante infectado. Seguramente habrá que abrirlo para poder lavarlo... - la cabeza de Eva empezó a dar vueltas a medida que le oía enumerar todo lo que haría hurgando en sus manos ya de por sí doloridas. Sintió que todo a su alrededor se oscurecía momentáneamente. 

Cuando volvió a abrir los ojos, se encontraba avanzando por uno de los pasillos bajo un balanceo muy agradable. Alguien la sostenía en brazos mientras caminaba a paso rápido. Apoyó la cabeza sobre un pecho muy duro aún mareada. Aquél movimiento suyo provocó que su portador se tensara ligeramente. Entonces Eva levantó los ojos para ver quién la llevaba en brazos, encontrándose con el perfil de un rostro cuya mandíbula fuertemente marcada miraba hacia el frente. Típico... que te lleven en brazos, como una princesa, por una nave alienígena que va a toda velocidad por el espacio... ¡Eva céntrate por Dios! 

Como Artag no la miraba, pudo estudiarlo con atención. Había recuperado su apariencia humana, que seguía siendo igualmente magnífica. Sus labios bastante gruesos estaban serios, formando una línea suave; unos pómulos marcados se extendían a ambos lados de su recta nariz. Por último estaban aquellos ojos. Dicen que los ojos son la puerta del alma. Pues bien, los ojos de aquél hombre estaban enmarcados por gruesas y oscuras pestañas; ligeramente hundidos, con una forma almendrada, y de mirada profunda. Repentinamente, el objeto de estudio de Eva la miró fijamente. Pillada infraganti, no supo cómo reaccionar: 

- ¡Suéltame! - al darse cuenta de su tono de voz, Eva habló más suave - Quiero decir... déjame en el suelo, por favor, puedo andar sola. - Artag la miró muy serio y siguió caminando.

- Te has desmayado. Y tienes fiebre. Tenemos que mirar esa herida ahora mismo. - y añadió - En cuando lleguemos a la enfermería te daré algo con azúcar. Merigda dice que llevas tres días sin comer nada.

Sin añadir nada más, siguió llevándola en volandas por el pasillo. Incómoda y bastante intimidada, Eva decidió guardar silencio. Además, empezaba a notar bastante frío y una palpitación muy molesta en las manos, que habían dejado de dolerle. Eso es bueno... ¿o tal vez no?  Pensó. Finalmente, cruzaron un arco que daba acceso a una habitación bastante iluminada. A simple vista, parecía la misma habitación en la que Eva había estado confinada, pero en este caso Eva pudo distinguir  un total de cuatro camas. Además, una amplia ventana se abría al espacio exterior. No voy a cansarme nunca de esta imagen. Cada vez que se encontraba con aquellas vistas sobrecogedoras, Eva se sentía muy pequeña. 

LAS FLORES DE ALAÏSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora