CAPÍTULO 7: La enredadera

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Narrador:

El kleide se quedó estático frente a la puerta que  conducía a la sala de control. Eva lo miró dubitativa y, finalmente, tras asegurarse de que no había oyentes indiscretos, susurró muy bajito:

- Gracias... Y lamento haberte llamado bola flotante - el fuego fatuo seguía suspendido en el aire, sin responder de ningún modo a las palabras de Eva. Menuda soberana tontería que estoy haciendo... Pensó. De todos modos, sintiéndose todavía más estúpida, siguió hablando - Oye, y ya que estamos... - cogió aire- Si está tu amiguito por aquí, el que iluminaba mi habitación el primer día quiero decir, dile también que siento haberlo manoseado sin su permiso... - terminó roja como un tomate. La esfera, sin embargo, no se movió ni un milímetro.

Cuando ya se había dado por vencida y se dirigía hacia la puerta, le pareció ver por el rabillo del ojo como la luz alrededor del kleide titilaba. Se giró lentamente hacia aquel fulgor que ahora era más suave y se quedó de piedra. A escasos centímetros de su nariz la miraba fijamente una especie de hombrecillo diminuto cuyo cuerpo estaba hecho enteramente de luz. 

Mientras lo miraba sin saber qué decir, la diminuta criatura le guiñó un ojo e hizo una especie de reverencia con una rápida semiflexión de sus estrechas piernecillas. Si fuese posible, los ojos de Eva se hubiesen salido de sus órbitas. Así mismo, igual que había aparecido, aquel kleide volvió a iluminarse hasta que su silueta se difuminó por completo y volvió a ser, a simple vista, una esfera flotante. 

Con la boca abierta en forma de "O", como si fuese un pez, Eva lo vio alejarse sin saber qué decir. 

- ¡Eso es imposible! - soltó saliendo del trance - ¡Eso es sencillamente imposible! Esto tiene que ser culpa de la bebida verde...Igual es un alucinóg... 

- ¿Cómo dices? - una voz a sus espaldas la hizo dar un bote en su sitio. Queriendo esconderse en cualquier lugar se giró lentamente sabiendo perfectamente con quien se iba a encontrar. Des de la puerta abierta Artag la miraba interrogante; la miraba a ella y luego alrededor buscando un posible segundo interlocutor. Perfecto, ahora pensarán que me falta un tornillo... Pensándolo mejor, ¿qué más da? Se encogió de hombros y le devolvió la miraba interrogante.

- No digo nada, ¿por qué? ¿has oído algo? Aquí solo estaba yo. - y le dedicó una maravillosa sonrisa, como si nunca hubiese roto un plato. 

A continuación miró hacia el interior de la sala, donde pudo ver a Merigda junto con Laith y Nuk. Luego miró de nuevo hacia el único elemento que la impedía avanzar junto al resto. Dio un pasó hacia Artag de forma elocuente, pero al parecer el marciano no lo entendió puesto que no se movió de su sitio.

- Ejem... ¿me dejas entrar? - él la miró fijamente sin decir u hacer nada. Eva entonces pensó que trataba de intimidarla, por lo que alzó al barbilla un poco y mantuvo su posición dispuesta a no dejarse intimidar otra vez por aquel chico. Bueno, de chico tiene poco Eva... por mucho que él diga que no, igual si que tiene un estómago lleno de baba verde... ¿quién sabe?

La situación se prolongó unos instantes sin que el resto se diese cuenta pero, cuando Eva pensaba que conseguiría intimidar a su oponente, su estómago rugió de forma estrepitosa. Oh dios mío... Si hubiese una maldita puerta abierta ahora mismo saltaría al espacio...  Como si su estómago se estuviese riendo de ella, volvió a sonar fuertemente. Mierda...Esta vez todos los presentes lo oyeron y no pudo evitar que el rojo se extendiese hasta las puntas de sus orejas.  

Merigda, acercándose por detrás de Artag rompió el silencio:

- Hola Eva, tu estómago y yo creemos que deberías comer alguna cosa, ¿no crees?- se giró hacia el recién llegado y lo miró arrugando las cejas - Artag, no le dirás nada más hasta que no haya comido algo. –fue una orden directa a la que ni siquiera Eva se atrevió a poner objeción. A continuación se giró de nuevo hacia la humana y suavizó el tono. - ¿Es que no os dais cuenta de que la pobre chiquilla se va a desmayar? - solo le hubiese faltado acariciar el cabello de la chica con cariño y hubiese parecido su abuela. 

La hizo entrar cogiéndola suavemente por el codo y sorteando a Artag en el proceso, pues seguía estático en su sitio. Mientras pasaban a su lado, Eva pudo apreciar claramente como en el rostro del chico se había dibujado una sonrisa socarrona y que aguantaba la risa como podía. Será... grrrr... Por dentro no podía evitar hervir de ira. No solo la raptaba y decidía eliminar su recuerdo de las cabezas todos sus seres queridos, como eso no era suficiente... ¡se ríe de mi!

Estando Eva distraída en aquello, no prestó mucha atención mientras Merigda la sentaba en una esquina de la mesa donde el primer día habían estado Laith y ella de espaldas. A continuación se dirigió a una especie de cocina y volvió de nuevo a su lado, dejando ante ella un plato lleno de fruta cortada en rodajas, pan y un poco de queso.

A pesar de saberse observada, cogió delicadamente un trozo de manzana y lo masticó mecánicamente mientras miraba discretamente alrededor.

Merigda se había alejado de nuevo y, junto a Artag, hablaban en susurros. Los murmullos que llegaban hasta su rincón en la mesa la hicieron pensar que utilizaban su idioma, eäreh.  Sucumbiendo a varios intentos  fallidos por escuchar la conversación que tanto le interesaba, Eva dejó que sus ojos vagasen por la gran habitación sin mucho interés. 

En la mesa había lugar para doce personas, con una silla pulcramente situada detrás de cada sitio. El material predominante en la sala seguía siendo el mismo que había encontrado en las paredes de su habitación, una especie de metálico blanco y frió al tacto. Miró descaradamente debajo de la mesa, donde un par de gruesas patas nacían del suelo y daban lugar a la mesa, sirviendo también de soporte. En la pared de enfrente, justo al lado de la puerta por la que había entrado, había un gran mapa de la Tierra, sus continentes, mares, océanos y ríos. No era un mapa de países, y tampoco topográfico, a lo largo de él había marcas de distintos colores, algunas hojas sujetas sobre determinadas zonas y también palabras específicas que no pudo entender por estar escritas en su lengua. 

El mapa parecía de tela, pero el modo en que caía rígido desde donde colgaba parecía apuntar a otro material. Por la pared de una esquina redondeada se elevaba hasta el techo una enredadera de color violeta, y Eva juraría que ya la había visto en la bóveda. Cómo crecía sin luz, era un misterio para ella. 

Mientras seguía con la ojeada circular que estaba dando, se tropezó con los magnéticos ojos violeta de Laith. La miraba desafiante, como si tratase de captar su atención; a continuación  se giró hacia la pared brillante y la presionó suavemente. Nuk trató de detenerla pero no llegó a tiempo.

En aquella ocasión Eva solo soltó un respingo cuando la pared empezó a cambiar. La ventana que se abrió era mucho más grande que la redondeada de se habitación, ocupaba prácticamente toda la pared y se extendía de un lado al otro de la sala, frente a a la mesa. 

Eva sintió como la conversación a sus espaldas terminaba de golpe y todos los ojos se clavaban en ella, esperando su reacción. Dispuesta a decepcionar a la despampanante alienígena rubia platino alzó una deja y se metió un trozo de fresa en la boca. Chúpate esa ojos saltones...

De todos modos, Eva masticó con cuidado mientras miraba al otro lado del gran ventanal. Era difícil acostumbrarse a aquel espectáculo, las estrellas desaparecían a un lado y eran sustituidas por nuevas, de distintos colores, mas grandes o más pequeñas. En aquel instante pasaban cerca de un enorme planeta azulado cubierto en parte por lo que parecía un manto de polvo blanquecino. La imagen era pertubadora y deslumbrante, ambas a la vez. 

En ese mismo instante la realidad cayó de nuevo sobre ella y perdió el apetito de golpe. ¿Donde debemos de estar?  La silla junto a ella chirrió levemente cuando Merigda se sentó junto a ella. Sin decir palabra, puso su pequeña mano en el brazo de Eva y trató de infundirle ánimos. Al mirarla a los ojos, Eva se dio cuenta de que todos los presentes utilizaban su apariencia humana, ¿por qué? 

LAS FLORES DE ALAÏSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora