Enough

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...

Los días pasaron sin que nadie los contara. La relación entre Zero y SRFM se fortaleció desde ese momento, Morty tenía derecho a hablar una hora al día, distribuido en diferentes momentos que pasaban juntos. Zero jamás le demostró ningún sentimiento y eso estaba bien para Morty mientras no le ignorara.

Fan Morty estuvo viviendo en los pisos subterráneos del sótano, pues si Jerry o Beth lo encontraban no pensarían dos veces en quedárselo y eso era algo lejos de los planes de Zero. No toleraría tener a ese Morty enfadoso en la casa diariamente, sería muy difícil tener que escuchar su temblorosa voz todo el día y no soportaría tener que compartirlo con alguien más.

Ni siquiera con su familia

Lo había tenido encerrado, limpiando, organizando en una esclavitud consentida; le llevaba comida cada que se acordaba y le regaló un par de cosas para simularle una habitación; una celda de 2m2 que apenas si tenía un par de cobijas en el suelo para resistir el frío.

Por supuesto que Morty lo adoraba, era la primera vez -en mucho tiempo- que tenía algo privado en donde guardar sus cosas. –No como en la guardería, donde su manta y su colchón eran Mortys aplastados entre sí.-

Summer fue quien lo descubrió una tarde que fue a buscar a Rick y sin esperarlo cayó al piso inferior. Allí estaba su ¨hermano¨ más pálido de lo que lo recordaba –debido a que apenas si recibía la luz del sol. El grito que dio fue sorprendente, y Morty sólo reaccionó dibujando una sonrisa tímida en su rostro.

Estaba contento de conocer a esa tal 'hermana' que le habían comentado los otros Morty. Claro, el único recuerdo remotamente familiar que tenía era su abuelo Rick. Era el único esquema familiar que conoció en su propia dimensión.

Rick siempre fue su todo.

—¿Nos puedes explicar que hace NUESTRO hijo en el garaje de MI casa? — soltó Jerry furioso, Beth, con una manta cubriendo al pequeño Morty.

—¡Papá pudiste haberlo matado! Quien sabe qué tipo de cosas haya en tu laboratorio— se apuró Beth, forzando un abrazo con Morty, aunque para él, tanto ella como el idiota que se parecía a él -Jerry- eran unos completos desconocidos.

Zero sólo les arrojó una mirada difícil de descifrar, una mezcla de indiferencia y comodidad. Tomó un profundo trago de su licor y no se molestó en siquiera limpiar el resto que quedó escurrido por la comisura de sus labios.

—¿Y? — concluyó

Sumer, de brazos cruzados pataleaba en silencio con el orgullo herido, ¿Cómo es que Morty no le contó que era gay? Ella era su hermana mayor ¿sería que no confiaba en ella? ¡Incluso le pudo haber ayudado a escaparse con su novio! Estaba muy decepcionada.

—¿Rick, puedo usar un poco de mi tiempo de hablar de mañana? Tengo muchas preguntas que quiero saber hoy...— esbozó despacio, cómo si el único culpable en la sala fuera él mismo.

—No puedes. Te descontaré esa pregunta de tu tiempo de mañana.

—¡Qué es eso de tiempo de hablar! Cielos, ¿qué le hiciste a mi hijo?

—No te conoce Rick, no intentes confundirlo— cooperó Zero por fin —Muy bien, si ustedes idiotas creen que este niño es su familiar están perdidos. El — eructó — viene de otra dimensión donde todos están muertos y yo me lo robé del zoológico donde lo tenían. Está infectado con pulgas, traumas y lo que sea que haya sido esa cosa azul en el garaje.

Morty conservó un semblante preocupado casi disfrutándolo. Le agradaba saber que Rick le había puesto atención a todas sus historias; pero la manera de recordarle su pasado fue tan cruda, que si no hubiera sido por su gran autoestima, seguramente estuviese llorando.

—Oh cielos— acusó Beth, deslizando sus manos vagamente fuera de él —Pobre... criatura...

—¡Rick! como te atreves a traer un Morty tan enfermo a esta casa ¿has visto lo pálido y delgado que está? No lo quiero ver aquí mañana.

—¡Papá! — acusó Sumer —No ha salido ni comido, no lo puedes echar, tal vez este Morty si confié en mí. ¿No podemos conservarlo?

Los ojos curiosos de Morty podrían competir en un juego de ping pong, pues iban de persona a persona conforme iban hablando y su único indicio de comunicación corporal era abrazarse a sí mismo; como si eso fuera a protegerlo de la decisión que tomaran esas personas y su Rick.

—No lo sé Sumer, no podríamos pagarle un psicólogo— consideró Beth.

—¡Oh, pensaste en pagarle a alguien para salvar a este niño mientras que nuestro matrimonio se va al carajo! — chilló Jerry, quien estalló una bomba de discusiones entre ellos que los condujo directo a la cocina. Sumer les gritó molesta que nunca tenían tiempo para sus hijos y fue a encerrarse a su cuarto como buena adolecente.

Así que fueron Zero y Morty quienes quedaron 'cuerdos' en esa discusión. Zero le miró con profunda pereza, buscando en su bata un cigarrillo o la pistola de portales; lo que encontrara primero.

Fue la pistola.

—Vámonos Morty— su amo suspiró pesado, extendiéndole una mano gentil para sacarlo de su nerviosismo, el rostro de Morty se levantó con esperanzas y un brillo de alegría en los ojos, su delgada mano se extendía hacia la del mayor —Te llevaré de vuelta a la guardería.

Morty golpeó la mano de Rick, y contrajo la suya más rápido de lo que hubiese querido. Su voz se quebró.

—¡No por favor, Rick! — Chilló estremeciéndose —Me gusta estar contigo, no me regreses allí.

—Morty...

—Yo no hice nada malo, lo juro, puedo comer menos al día, o salir de mi habitación solo cuando me lo ordenes pero por favor...

—Morty yo...

—Tú me gustas mucho Rick, soy capaz de no hablar nunca más, o puedes castigarme cuando creas necesario; quiero que te sientas bien contigo mismo, sé que estás sufriendo pero no sé porque razón, déjame ayudarte, yo quiero estar aquí para ti, yo quiero ser parte de ti, déjame ser tuyo. YoteamoRickporfavornomealejesdeti.

—...

Lágrimas en los ojos se aglomeraron en Morty, mientras se cubría la boca con miedo, una desesperación bañada en remordimiento. Zero le miró sin expresión, con sus orejas oscuras jugando a ocultar su mirada indiferente. El menor no dijo una sola palabra después de la confesión.

Los minutos enterraron el silencio.

—Creí... que te había dicho que no tenías permiso de hablar... Te quiero de vuelta en la guardería.

—¡Pues no voy!

Un fuerte golpe se alojó en la mejilla del menor, sin pensarlo había quebrado toda la paciencia en el adulto; y no este se iba a tranquilizar tan fácilmente. En medio de los quejidos del chico, Zero lo tomó del cabello y lo arrastró hasta el portal que acababa de crear.


-.  C  O  R  R  U  P  T  U  S  .-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora