Rescue Brigade

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—¿Dónde...? ¿dónde estoy...?

—En una brigada de rescate, identifícate.

El sabor amargo de su boca se extendió sobre su paladar delatando que era sangre. Su visión era ácido, abrir los ojos era un sufrimiento insoportable. El sentimiento de estar desfasado de su propio peso le hacía jadear, aunque su garganta se sentía seca, como si hubiese estado abierta mucho tiempo y el polvo hubiese entrado en ella. Las cicatrices en sus labios y las visibles grietas en su piel jamás mentirían.

Una celda.

Al enfocar atinó ver los barrotes destruidos. Un escuadrón que poco apostaba a que sería amable con él, y era sólo un pelotón. Sintió que la necesidad de levantarse y correr lo devoró en un instante, sin embargo algo mantenía su cuerpo débil incrustado al piso, eso que se mezclaba poéticamente en un panorama de impotencia. Una bota que le estaba pisando sin remordimiento.

La suela que apretaba el dorso de su pecho contra el suelo rocoso escaló sobre su garganta llegando hasta el rostro de aquel hombre en el piso, su visión titiritando le condujo a ver a su agresor. Un joven fuerte, poderoso, decidido. Del tipo que no tendría piedad hasta acabar con él, aun si él ya estuviese en ruinas.

Pero no se iba a rendir allí, no así. No sobrevivió tanto toda su vida para terminar en la suela de un desconocido que se erguía soberbio ante él. No ese día.

Los músculos de sus brazos tuvieron que haberse desgarrado a tirones con el esfuerzo que hizo en levantarse aun con la bota encima. No recordaba nada, por un momento no estuvo siquiera seguro de cuál era su nombre. Todo su cuerpo temblaba. Había un agudo sonido sordo permanente en su cabeza, y frecuencias de todas partes que entraban en los oídos sin tener ningún sentido. Su temperatura era muy por arriba de la recomendable para los humanos; sin problema lo atribuyó al clima, puesto que el calor era inmutable y siendo así, él sintió frio.

Un frio de soledad, de miedo.

Su objetivo se hizo claro cuando esbozó un dejo de sonrisa rota al encarar al individuo.

—Zero... Me dicen Zero— su voz, jamás hubiese reconocido su voz a no ser porque él mismo la emitió. Sonaba vació. Muerto.

—¿Zero? ¿Nada más Zero? ¿No tienes otra referencia? ¿De qué dimensión vienes?

—Yo... no lo sé— se limitó a contestar cayendo en cuenta de que era cierto. Recordaba mechones de su vida, pero no la secuencia entera. Tenía la sensación de querer encontrar a alguien importante, prevenía que necesitaba salvarlo de algo maligno, aún si esto representara pelear por él.

Pelear.

Estaba cansado de hacerlo.

Y ahora no podía recordar por quién era su batalla.

—¡Este no es el que buscamos! Llévenselo a la nave.

De inmediato un par de soldados lo tomaron por las extremidades, casi sin tacto, arrojándolo a una patrulla que ahora visualizaba, tenía una insignia en él. Un escalofrío se alojó en su interior desde la punta de la columna vertebral hasta sus pies al despegar el navío a través de los asteroides del espacio. Un gemido se escapó de él apenas si el turbulento viaje arremetió contra las paredes del vehículo, y eso despertó la curiosidad de los guardias que le acompañaban.

—Entonces... ¿No sabes nada más a parte ¨Zero¨?

—Ya basta, creo que deberíamos de darle agua.

—¿Agua? Pero si lo quieren como sospechoso lo van a necesitar en este estado; además la HeRick lo va a curar cuando lleguemos, si le das agua ahora recuperará fuerza.

-.  C  O  R  R  U  P  T  U  S  .-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora