PARTE XI

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Gabriel no estaba seguro respecto al misticismo de Tommy.

Después de su mensaje, se había mantenido en silencio y la nuca de Gabriel hormigueaba como un sexto sentido. Se vistió relajado y cruzó a la casa de al lado; en el jardín se topó con el hermano de Thomas, acompañado de otro muchacho.

—Gabe, que bueno verte. —Ellos se dieron cabeceadas a modo de saludos. Roland apuntó a su espalda. —Thomas espera por ti. Sean buenos.

Y caminó fuera. Gabriel no se imaginó la sonrisa tonta en su boca, ni el guiño que le dio el otro chico alto.

—No hagan nada que nosotros no haríamos, chicos.

Cuando ellos estaban por doblar la esquina, Gabe pudo ver claramente cómo se tomaban de las manos.

—Ok, eso fue raro —murmuro para sí mismo, entrando en la casa. Todo era quietud. —¿Tommy?

—¡Arriba!

El cuarto de Thomas acostumbraba ser un desorden, no es que el suyo fuese mejor, de todas maneras, pero era preferible al momento de pasar el rato. Se encontró con su amigo sentado en su cama.

—Ven, —Thomas lo llamó palmeando el lugar a su lado —creo que deberíamos hablar.

Gabe se acomodó a su lado.

—Está bien, ¿qué sucede?

Thomas se veía anhelante. Dentro de él se libraba una batalla inmensa, pues no tenía la menor idea sobre cómo es que tenía que proceder. Se sentía como si se ahogara con todo dentro de sí y era momento de dejarlo salir y resolverlo. Solo que no tenía claro el orden, ¿debería hablar de sus sentimientos? ¿O de la forma curiosa y no específicamente molesta que reaccionaba su cuerpo en respuesta a Gabe? ¿Debería hablar de las emociones turbulentas; ¿el deseo, el miedo y la confusión? ¿O quizás de sus fantasías? Porque sin ir tan lejos como tener sueños húmedos, no podía quitarse de la cabeza la sensación de los brazos de Gabe rodeándolo al alzarlo para cruzar la calle, o de sus besos demandantes; mojados y rudos que lo dejaban jadeante. Viéndolo frente a él, tuve que tragarse una respiración temblorosa. Solo quería treparse sobre su mejor amigo y comerle la boca a besos.

—Lo siento por más temprano —dijo en cambio. —No pretendía ser un idiota de mente cerrada. Me tendiste una mano, aunque no sirvió de mucho. Voy a reprobar. Tan pronto me entregaron el examen, lo olvidé todo.

Gabe se acomodó hacia atrás en la cama, sobre sus codos para mirarlo.

—Lo siento también, por eso y por cómo reaccioné. Quiero decir, estaba a la defensiva. Quizás me está superando la situación... Es surrealista. Me has gustado por tanto tiempo y estaba resignado a no ser correspondido que...

—¿Por cuánto tiempo? —Le interrumpió. —¿Cuánto exactamente? ¿Un par de meses?

Un par de meses —Gabriel se mofó. —Más como un par de años. Fuiste mi primera fantasía. Así de intenso.

—Wow. ¿Y por qué no me lo dijiste? Y no me digas que, por miedo, otra vez. Soy yo. Se trata de mí. ¿Por qué me besaste ahora y antes...?

—No lo sé. Creo que solo... se dio. Ni yo lo entiendo.

Gabriel cayó hacia atrás y cerró sus ojos.

Era extraño como el tiempo parecía jugar con ellos. Hacía un par de semanas su preocupación más grande era que la túnica de graduación le quedara y no tropezara con ella al subir al podio por su diploma. Ahora, sin lugar a dudas, todo se trataba de ellos. De la tensión que se tejía al estar juntos, de la emoción desbordante en Gabriel. Del deseo con un toque de miedo en los ojos de Thomas.

Lo que Thomas quería #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora