La confesión realizada con devastadora sinceridad sacudió a Gabe en su puesto.
Thomas llegó hasta él a través de la estancia. Sus zapatillas de deporte rechinaron contra la baldosa. Como hacía muchos días atrás, recargó su rostro contra el omoplato de Gabe.
—Por favor, no me mientas.
—No te miento, nunca te he mentido y esto entre nosotros... esto entre tú y yo no hará que las cosas cambien. Bueno, no a grandes rasgos al menos.
—Esto es demasiado —Gabriel negó. —Es absurdo, rechazaste a la chica que te gusta por un chico, por mí.
Había tal incertidumbre en su voz que provocó a Thomas a rodearlo con sus brazos por la cintura.
—Gabe, no eres un chico. Eres tú y tu eres mío. Esto solo lo comprueba. —Se rio un poco sin gracia, aprovechando que Gabe dejó salir el aliento, sus manos buscando los botones de su camisa. —Yo realmente no creo que me vayan los hombres, me siguen pareciendo los mismos idiotas de siempre.
La mano de Gabriel detuvo las de Thomas.
—Eso es solo porque tú no has experimentado más. Yo soy la primera persona que te toca, que...
—No sabes eso, —Thomas continuó tozudo, se libró del agarre para continuar en su avance. Se sentía algo inestable desnudando a su amigo, pero era lo que quería. Quería verlo y tocarlo, sentir el calor de su piel bajo sus dedos. —tú eres igual de virgen que yo y te derrites contra mí. Estás expuesto desde que nos besamos, aunque intentes ocultarlo; me miras como si quisieras comerme, cada que crees que no estoy viendo.
Gabriel se estremeció. Su camisa quedó abierta por el frente y Thomas canturreó a su espalda, pasando sus palmas abiertas por sus pectorales, sonando conforme.
—Es diferente para mí, siempre has sido tú. Mi orientación sexual es Thomas Booth.
Aquello era tonto e hizo al corazón de Thomas acelerar sus latidos al punto que le provocaría un ataque de seguir así.
—Supongo que solo nos queda cuestionarnos porqué no me has pedido que sea tu novio.
Girando entre sus brazos, Gabriel lo besó duro. Fue desordenado, sin contención, desbordando todo lo aliviado que se sentía, todo lo agradecido por estar siendo extrañamente correspondido a sus sentimientos. Si era sincero consigo mismo, Thomas siempre le había reclamado, su amistad siempre ambigua, intensa, con reclamaciones sobre el otro, con toqueteos de más. Ahora esto, esto era más e iba a disfrutarlo. Mordió fuerte el labio inferior delgado de su amigo haciendo a Thomas lloriquear. Atrapó a Thomas por los cabellos y empujó su cabeza hacia abajo.
—Bésame, no te detengas.
Con una sonrisa en sus labios, Thomas obedeció. La piel de Gabe era tibia, un sabor único como sabía que sería. Le quitó la camisa y lo apoyo contra el lavamanos. Las exclamaciones ahogadas eran amplificadas bajo la acústica del lugar. Encontró pronto un punto bajo las costillas de Gabe que le hizo retorcer, y más abajo, enmarcando su ombligo con su lengua que le ganó ser jalado hacia arriba para un beso.
Invirtiendo los papeles, Thomas quedó apoyado sobre el lavamanos, Gabriel lo movió lo suficiente para soltar su pantalón y bajarlos junto con la ropa interior. La polla de Thomas saltó erguida hacia adelante, pero Gabriel había pasado el punto de juego tierno, volteó a Thomas apoyando sus manos contra el azulejo frio frente a él. Gabriel besó lánguidamente la nuca de su amigo. Sus ojos coincidieron en el espejo, quedando trabados.
—Te adoro, Tommy —Él pronunció y su mano cayó con fuerza contra la mejilla desnuda del trasero del chico más bajo, quien sorprendido dejó caer su boca abierta.
Gabriel le miraba con hambre; se presionó hacia adelanta dejando a Thomas sentir su propia erección llena. Los ojos del chico se volvieron vidriosos y una segunda cachetada cayó. Le siguió una tercera, una cuarta y una quinta sin tregua. Para la sexta, la piel de Tommy punzaba y estaba de un tono rojo encendido. Gabriel suavizó sus manos sobre la quemadura.
—Gabe...
—Calla —dijo Gabriel sujetándolo por la cadera, clavando sus dedos para que no tuviese posibilidad de moverse. Le mordió el lóbulo de la oreja, internando su lengua en su oído.
Thomas cerró sus ojos. Sintió a Gabriel besarlo por todas partes y presionar un dedo contra su boca; él presentía lo que se venía o quizás era lo que deseaba que ocurriese, cómo fuese, dejó que el dedo entrara en su boca. Lo rodó con su lengua y succionó con avidez.
Escuchó el agua corre y eso lo hizo espabilarse. Vio a Gabriel meter su mano bajo la llave del agua, mirándolo en todo momento. Fue un acuerdo mental, Thomas separó sus piernas, inclinándose hacia adelante. Gabriel sonrió satisfecho antes de hundir un dedo mojado en el agujero de Thomas. El chico apenas se envaró por la intrusión después de que ellos pasaran el fin de semana explorando al otro.
—Me encanta tu piel —comentó a nadie en particular mirando al trasero expuesto de Thomas. La visión de su dedo entrando y saliendo era un combustible peligroso. Con su mano libre abofeteó la mejilla que comenzaba a perder color haciendo al chico crisparse. Un segundo dedo se coló dentro de Thomas que se encontraba sofocado.
—¿Puedo tocarme? —preguntó Thomas tomando su polla en la mano y masturbándose suavemente.
—¿Ahora pides permiso? —Gabe se burló. Los ojos de Thomas brillaron.
—Por favor.
—No —dijo Gabe probando. La mano de Thomas volvió contra el azulejo sumiso, mirando a Gabriel, esperando por lo que sea que él quisiera hacer.
Llevó los dedos más profundo dentro del chico sintiéndose empoderado. Se apartó su propio pantalón liberando su erección, presionando la cabeza roja contra las mejillas tersas que le dejaron colarse entre ellas. Se mantuvo meciéndose allí, rozando su agujero; torturándolo mientras que lo tomaba por las caderas y se veía allí. Podría perderse allí. Él quería hacerlo, quería enterrarse profundamente en el chico, marcarlo con su semilla y verlo retorcerse en el orgasmo teniéndolo adentro. Sabiendo que era él quien podía llevarlo hasta ese estado de perdición.
No llevando mucho mejor por el momento, Thomas hizo un ruido lastimero presionando hacia atrás. La sensación de querer más y no obtenerlo, le mermaba los nervios. ¿Por qué Gabe no solo lo tomaba allí mismo? Él lo dejaría, él se empalaría gustosamente. Los dedos dentro de él se abrían y cerraban, continuando tortuosos adentro y afuera, poniéndolo a prueba.
Vio hacia atrás, al rostro perfecto de Gabe tenso, sus facciones contraídas, controlándose de no ir más lejos.
—Tu...
—No —Gabriel apretó los dientes juntos, leyendo su mente. —No aquí, no vamos a tener nuestra primera vez aquí.
Thomas gimió más profundamente. Él, en realidad, sonaba frustrado.
—Esta noche, voy a ir a tu casa y vamos a follar. —Gabriel dijo en su oído en una orden contundente acelerando sus embestidas. Le miró en el reflejo y dijo con envidiable calma: —Ahora puedes tocarte Tommy, quiero verte cuando te corras.
Su amigo se lo agradeció haciendo justamente lo que le pedía. Apoyó su cabeza hacia atrás, contra su hombro de manera que Gabe pudiese posar sus labios en su mejilla mientras lo veía comenzar a masturbarse enérgico dándole su vulnerabilidad.
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Lo que Thomas quería #1
RomanceEs el último curso para ambos, la última oportunidad de hacer todo juntos; el último chance de Gabriel para declararse a Thomas. ¿Podrá un heterosexual replantearse el sentido del amor?