PARTE XII

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Gabriel se puso de pie, arrastrando a Thomas consigo, piernas inestables incluidas.

—Tienes que confiar en mi para que esto funcione —Gabriel dijo con voz dura. Thomas asintió.

—Yo no sé...

—No vamos a tener sexo, —Le detuvo tomando su rostro. Y una sonrisa ladina apareció. —vamos a jugar un poco.

Gabriel fue hasta la puerta y la cerró. Cuando él se volteó, Thomas vio a un tipo completamente diferente del chico que había conocido desde que tenía memoria. A simple vista, era Gabe. Su mismo cabello, sus mismos rasgos, su mismo andar. Pero sus ojos; oscuros con una mirada de depredador en ellos. Avanzó con seguridad hasta quedar de pie frente a Thomas, entonces bajó su cabeza y tomó sus labios. El besó fue rudo, su cabeza fue empujada hacia atrás, sus labios succionados. Thomas adentró sus manos en el pelo de Gabe buscando algo que hacer con ellas. El calor se precipitó en él y no sabía qué hacer.

—Okey, okey... sí, vamos a jugar. -murmuró infundiéndose valentía.

La lengua de Gabe entró en el juego, saqueando el interior de la boca de Thomas, dándole lamidas a su paladar que se sentían extrañas... en una buena manera. Sus manos tomaron el dobladillo de su camiseta y la apartaron para tocar la piel tibia de su amigo, quien se estremeció ligeramente. Las uñas romas lo marcaron, cosquillas y ardor combatiendo. Thomas intentó apartarse y Gabe lo detuvo con su mano en su espalda baja.

—Tómalo con calma, Tommy.

Thomas asintió o quizás fue otra corriente atravesando su cuerpo.

Gabe aprovechó de tocar el torso de piel suave que tenía a su merced. Había soñado con hacer aquello tantas veces, que era difícil mantener la emoción dentro de control. Quería tanto someter a Thomas, quería tanto doblegarlo ante él. Quería hacerlo rogar, quería volar su mente.

Perdiéndolo, le quitó la ropa a Thomas.

Y se veía como sabía que se vería, ojos vidriosos, perdido. Piel rosada con marcas de sus dedos en ella. Gabe siguió un camino, marcándolo a besos hasta llegar a la tetilla que antes había torturado. Su lengua la bordeó, chupó y la tiró con cuidado entre sus dientes. Algunas palabras sin sentido dejaron los labios de Thomas.

Explorar se sentía como una tortura, toda la sangre corría hacia al sur y era imposible pensar claro con todo yendo sobre él.

Los oblicuos de Thomas se burlaban de él, por lo que, Gabe cayó de rodillas, mirando la entrepierna de Thomas. Sin vacilar, tomó la pretina de los pantalones y los bajó.

Thomas jadeó.

Se sentía vulnerable allí con solo sus boxers coloridos. Piel de gallina lo cubrió al ver que Gabe no le prestaba atención más que a lo que tenía justo frente a sus ojos. Le dio un jalón de cabello para reclamar su mirada y Gabe se pasó la lengua por los labios al mirarlo. Se miraron como tomando conciencia de la situación y con un parpadeo casi codificado, Gabe fue hacia adelante, su nariz se internó en la piel de su muslo, en el pliegue entre la pelvis y luego directamente contra su polla erecta. El aroma era almizclado. Gabriel tomó una respiración profunda, su boca haciéndose agua.

Thomas no tenía tiempo para enloquecer o siquiera pensar en el hecho de que estaba por completo excitado con un chico haciendo todo aquello, tocándolo así, cuando el placer que barría por su cuerpo era a tal magnitud. Nada debería sentirse tan bien.

Gabriel gimió contra la polla de Thomas, sacándola de la prisión que le suponía la ropa y masturbándolo con ímpetu, sin aguantar más. Sus manos arriba y abajo en la piel sedosa, en un ritmo rápido; midiendo su peso y tamaño. Tenía que admitir que estaba conforme... y un poco más.

Las caderas de Thomas corcovearon hacia el contacto, de manera torpe como el virgen inexperto que era, dejándolo con ganas de más cuando Gabe se apartó demasiado pronto, poniéndose de pie para besarlo de nuevo. Los besos eran buenos, los besos eran bienvenidos pues su boca estaba llena y hormigueaba por eso. El beso tuvo gruñidos entre medio; ambos chicos dejándose ir cuando las trabas en el camino desaparecían entre las caricias y los dientes chocando juntos.

Gabe lo besó y lo masturbó. Él era implacable y Thomas solo estaba ahí, dejándose tocar, sentir, jadeando en la boca de su amigo sin pudor. Con su mano libre, Gabe tomó una de las nalgas de Thomas y la amasó, blando y dócil. Entonces, Thomas sintió un dedo colarse entre sus mejillas y se echó atrás, electrificado.

Gabe detuvo sus caricias, su mirada severa.

—Quédate quieto, Tommy. Respira.

La voz dominante de su amigo hacía cosas en él. Thomas respiró tembloroso, obedeciéndolo, obligando a su cuerpo a relajarse para seguir sintiendo todo lo que estaba sintiendo.

Los besos regresaron, la mano recorriendo su pene sin tregua y el dedo en sus mejillas presionó su agujero; primero probando, y una vez que la resistencia del miedo desapareció, se coló dentro y la cabeza de Thomas fue a la deriva. La intromisión era intensa. No exactamente doloroso, no exactamente malo. Era diferente.

—¿Estás bien? —Gabe preguntó, dispersando la nube de deseo, dejando que su corazón se preocupase por un segundo.

La cara de Thomas estaba enrojecida, su cuello y sus orejas también. Él se las arregló para humedecer sus labios hinchados.

—Estoy bien... ¿Qué sigue ahora?

Gabe se hubiese reído de no ser porque esas palabras se fueron directo a su propia polla. Envalentonado por la reacción de Thomas, llevó el dedo de su culo a su boca y lo coló dentro de sus labios. El chico abrió mucho los ojos al ver tal acto. Era sucio... y caliente. Su lengua envolvió el dedo y chupó, mojándolo con su saliva. Gabe lo metió y lo sacó, viendo el recibimiento de Thomas para su propia tortura.

—Suficiente —gruñó Gabe.

El dedo volvió a su culo, Thomas probó lo diferente que se sentía al estar lubricado. Se movió adentro y afuera, estirándolo y yendo tan adentro como podía. Gabe gimió, sintiéndose sudoroso y peor cuando Thomas nuevamente chupó la piel que cubría su pulso. El chico canturreó contra él, pegado a su cuello, escondiendo su rostro, buscando estabilizarse. Todo se iba sobre él, su pelvis se movía hacia adelante con todo lo que tenía, empujando contra la mano de Gabe que ajustó su agarre a uno mortal.

Thomas se iba a venir.

Gruñó en lo profundo de su garganta y el aire escaseaba. No se sentía para nada como cuando él mismo se tocaba. No se sentía para nada con lo que tuviera comparación. Justo cuando pensaba que ya no podía más, Gabe llevó su mano hacia arriba y el dedo en su interior tocó algún punto que lo hizo gritar.

—Joder, ¿qué ha sido eso? —Thomas pidió. Gabe estaba sonriendo con suficiencia.

—Tu próstata, vas a amarla. —Esas fueron las últimas palabras dichas.

El dedo dentro de Thomas se movió a la misma velocidad que la mano que lo masturbaba. Sus labios fueron mordisqueados y Thomas se abandonó cuando el punto dentro de él fue atacado una y otra vez. Él se vino con un gemido desgarrador en la mano de Gabe. Tembló como si su cuerpo hubiese sido despojado de huesos. Se sentía hecho un puré. Nada más que una cascara de lo que había sido previo a su encuentro. Y estaba seguro de que había cambiado, respecto a quien era, a lo que pensaba que era y que quería.

Quién diría que el sexo o sólo jugar hacían una cosa como esa.

Levantó la vista, sintiendo como un bobo para encontrarse con la mirada de Gabe. Su amigo estaba mirando su mano con su semilla en ella. Él se veía...

—¿Gabriel?

Gabriel levantó la mano hasta sus propios labios y lamió el semen de un dedo.

Thomas perdió lo poco que quedaba de su cabeza.

—Oh, maldita sea...

Lo que Thomas quería #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora