PARTE VIII

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—Sí estoy enfermo. Necesitaba aire fresco.

—¡Patrañas! Le vi a usted y al chico Booth besarse en el invernadero. ¡Nada menos!

Gabriel se contuvo de suspirar.

Los besos con Thomas le habían hecho perder la noción del tiempo, para cuando se habían separado para respirar, estaban frente a una audiencia considerable que consistía en sus compañeros de clase y la maestra parada en primera fila fulminándolos con la mirada.

A Thomas le habían comido la lengua los ratones desde entonces.

Fueron arrastrados a la oficina del director, sentados frente a su escritorio y aguantado los gritos histéricos de la maestra, bajo la mirada atenta e indescifrable del rector de la escuela.

Thomas se mantenía mirando el piso, sin haber vuelto a mirar a Gabe y este último estaba fatigado. Solo quería salir pronto de ahí.

—Srta. Collins, entiendo su enojo. Ha manifestado usted muy bien lo que ha sucedido, puede dejarme a los chicos ahora.

La voz del director fue suave y concisa, sin dejar cabida para un reclamo. Obviamente la maestra no quería dejarlos sin saber qué castigo recibirían, pero no le quedó de otra más que retirarse, cerrando la puerta a su espalda.

—No tiene caso que les castigue. Están en sus finales y solo perderían clases. —El director se estiró en su silla, ante la mirada atónita de los chicos. —No quiero tener que verlos de nuevo por aquí. En cuanto a los besos... resuelvan eso en otro lugar. Preferiblemente privado. Eso es todo, pueden retirarse.

Gabe pestañeó. Thomas ya se había puesto de pie.

—¿Así como así? —cuestionó.

—Así como así —afirmó el director y le señaló la puerta.

Thomas esperó hasta que Gabe estuvo fuera de la oficina para ponerse a su lado y caminar hacia el salón donde habían dejado sus cosas. Ambos en silencio, claro que, por motivos por entero diferentes, esquivaron las sonrisillas de sus compañeros. Para sorpresa de Gabe, estos eran de todos los cursos.

—A veces olvido lo rápido que corren los rumores en la escuela —comentó para nadie en particular.

Thomas estaba apurado metiendo libros en su mochila. Cuando Gabe puso una mano en su hombro, su amigo saltó hacia atrás.

—¿Qué tienes? —Thomas ni siquiera le miró. —No puedo creerlo, ¿te vas a poner raro ahora? ¿Solo porque nos han visto besarnos en el pasillo? —Algo de rabia picaba en el interior del más alto. Algo de resentimiento y por qué no, pavor. —Es un poco ilógico, ¿no crees? Después de todo lo que me buscaste tras el primer beso, quiero decir.

Todo el cuerpo del chico se tensó.

—Eso fue diferente. Nadie lo sabía.

—Bueno, pues tú me besaste en primer lugar. Tú fuiste quien dijo que le gustaba cuando nos besábamos... —La voz de Gabe se perdió a la vez que notaba que ya no estaban solos. Brody había entrado y los miraba desde una silla. Una sonrisa burlona colgando de sus labios mientras paseaba su mirada de uno al otro. Al final se detuvo en Thomas, para decir:

—Tú estabas todo sobre Gabe, gimiendo como un condenado. Eres toda una perra —Y se rio.

Los puños de Gabriel se cerraron con fuerza, clavándose las uñas para no arremeter contra su compañero de equipo. Sintiendo también, los colores subiendo por su rostro.

Lo que Thomas quería #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora