Prólogo

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 <<Gotas de líquido negro se derramaban por doquier. Sin embargo, era imposible adivinar el color o lo que sea, no sólo por la tremenda oscuridad en el paisaje-si es que podría llamarse así- sino también por la pesadez en los párpados de Mischa.

  Buscó a tientas en sus brazos, piernas o cuello, algún corte para descartar la posibilidad. Por suerte no encontró nada. En ese mismo momento sintió cómo algo se rompía dentro de él y prefirió no dirigir su mano hacia el corazón para corroborar lo que ya sabía de sobra. Una grieta en su músculo, el cual ya estaba podrido, borboteando líquido espeso a la vez que salía disparado por una abertura en la piel que tan sólo la presión había ocasionado hacia el exterior. Al mismo tiempo, en cuanto empezaba a salir, no es que se coagulara, sino que se enfriaba a velocidades de vértigo para quebrarse instantáneamente en ese mismo momento. 

-Ojalá así acaba todo y no tengo que volver...-pensó para sus adentros con la poca fuerza que le quedaba, si es que la había.

  De pronto, cuando está todo a punto de terminar de una maldita vez, un atisbo de luz se refleja en la pupila de los ojos marrones como lagunas de Mischa...

-La decente luz del ''camino a casa'' supongo- sonríe de medio lado mientras mueve los labios sin siquiera expulsar el aire con suficiente intensidad como para realizar sonido alguno.

 La lucecita, como una antigua lámpara de aceite de su época, va reduciendo la distancia entre ambos, y a la vez, se distingue cómo hay 2 colores más, algo débiles, como en forma de ojos sin pupila. Hay algo ahí, y se acerca con cuidado. El sonido del chapoteo del movimiento de la bestia retumba en la nada, aún así haciendo reventar los tímpanos de cualquiera.

  Escucha una especie de rugido, está a poca distancia y tendrías que intentar alejarte con cuidado. Pero...¿para qué? ¿De qué sirve si te va a coger y despedazar igual?

  A pocos centímetros de Mischa, hace un amago de mover la lámpara y ésta sale volando delante de su cara desdibujando un círculo de plata ardiente delante de sus ojos hasta chocar contra el suelo, dejando entrar en su carne algunos trozos de cristal, y prendiendo un cercado a su alrededor como una especie de cárcel inexpugnable. Aunque tampoco es que hiciera falta. No se iba a mover.

  Las garras de la bestia se adentran, y no significa que se vaya a hacer daño, sino que se vuelve más fuerte, más segura con el miedo. Mischa, esperándola, como siempre, cada noche una bestia diferente, está seguro de que cuantas veces le rebane la cabeza, el corazón, o se lo arranque a mordiscos despertará a la mañana siguiente sin un rasguño. La ''velada'' transcurre con sus varias actividades sanguinarias, no menos gore que cualquier otra, combinado esta vez con el aceite que prende a lo largo del líquido bordó oscuro y espeso congelado como si de un combustible más que valioso se tratase.

Y concluye>>

  Y concluye. Y Mischa se ve de nuevo intentando ser sujetado por las enfermeras y personas del hospital varias, otra con una jeringuilla de colores vistosos de las cuales conoce todos y cada uno de ellos de memoria, sin quererlo. Al principio intentaba controlar los espasmos, las convulsiones de sangre oscura y pútrida, incluso los ataques varios que aparecían cada vez que la pesadilla se alejaba para devolverle al infierno del día a día. Siente perfectamente la aguja traspasando su delicada piel, la cual está sin embargo repleta de tiras y curitas para vendar los anteriores agujeros e intrusiones en su cuerpo. Casi no queda sitio, pero la enfermera de turno, la cual ha aprendido magníficamente a controlar el pulso a causa del chico, ha encontrado otra vía.

  Después de otra anécdota indiferente e insustanciosa para el paciente como

la que es, cae en que ni siquiera es de día como las otras veces. Aunque el dato no es que sea muy significativo para su problema. Aún así, empieza a pensar después de barajar el resto de posibilidades que tenía, las cuales le hacen aguantar las arcadas mientras las considera.

  Se queda pensando desde la hora que fuera y fuese.

  Es decir. ¿Por qué hace unos días sus aliados le dejaron de lado?

  A ver.

  Es verdad que los monstruos son siempre monstruos, pero...al principio recuerda. Recuerda como desde un tiempo que no recuerda, no podía conciliar el sueño de pequeño a causa de los monstruos debajo de la cama- y eso que las de los hospitales son más altas y hay más espacio para esconderse- o el del armario, el de al otro lado de la puerta, etc. Sobra la enumeración, ¿cierto? 

  En cuanto fue empezando a relacionar los colores vívidos y las diferentes drogas que le suministraban al desconocer su fatídica enfermedad sin causa ni cura conocida, aprendió también a hablar a los monstruos. No como un loco (aunque múltiples veces le parecía sumamente plausible a él incluido) sino comunicarse, y hacer de ellos amigos con garras, cuernos, que para él no significaban nada malo en absoluto.

  Sólo...

...era un mundo al que sólo él podía entrar con la llave que nunca vio en su corazón.

Repito, no es que estuviera loco...además, nunca se lo contó a nadie debido a que un problema psiquiátrico era lo único que faltaba en su expediente, el cual aguardaban todo médico y doctora del hospital para enviarle enseguida a un psicólogo y deshacerse de él de una condenada vez.

 Así transcurrió toda su vida, conociendo el significado de familia, de padres, hermanos, amigos,...pero nunca llegándolo a entender. Lo único diferente con que se distraía-además de pensar y pensar en lugar de aburrirse-era leer. Leer, leer, leer y leer. Toda la tarde, toda la noche, toda la mañana transcurría delante de sus ojos mientras castigaba sus ojos con las páginas y las palabras impresas de todos aquellos libros viejos. Lo único en lo que creía era poder conocer a alguien que le sacara de allí, y preferiblemente vivo de verdad.

  Y por alguna razón, hace unos días, o semanas ¿para qué llevar la cuenta? Nuevas sombras aparecieron en sus sueños y le separaron de su mundo real donde ya parecía no sufrir más pesadillas, tornándose en una como un abismo sin fondo.

  Un día, mientras se hallaba inmerso en una de sus múltiples historias, sintió un pinchazo en el hombro. Como siempre, vamos, pero esta vez algo diferente.

  Esta vez le hizo apartar la mirada del libro pesado y viejo, hacia la persona que le había realizado la inyección.

Los colores del corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora