• Capítulo V •

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  En un rincón de los suburbios de Choele Choel, Carlos Elías Mayor, o Don Carlos como era llamado habitualmente era el jefe hace más de veinte años de la banda de narcóticos más importante de la Patagonia, ingeniaba su estrategia para conseguir traspasar un envío de mil kilos de marihuana hacía la ciudad de Bahía Blanca. Eran alrededor de trescientos cuarenta kilómetros que debían transportar dicha mercadería. Por el lado más corto debían superar dos límites provinciales y eso complicaba un poco las cosas.
  Con las autoridades de la policía tras su cabeza, no podía arriesgarse a realizar tal acto, por su propia cuenta. Debía ser precavido e ingenioso para doblegar la autoridad policial.
  - ¡Don Carlos! Se escucha una voz detrás de una puerta de madera.
  - ¡Adelante pues! ¡No tengo todo el día! Eran las palabras de un hombre autoritario, de estatura mediana, de contextura gorda, calvo y ojos verdes.
  - ¡Don Carlos! Traigo algo que le puede llegar a interesar. Información de como podemos solucionar el asuntito que nos viene siendo esquivó. Eran las palabras de Germán, un súbdito del grupo marco. Un flaco lungo sin muchas luces, ni talento.
  - ¿Pues que estás esperando? ¡Contame! Don Carlos se impacientaba. No tenía mucha paciencia y menos le gustaba que le hagan perder el tiempo.
  - Encontré por ahí, alguien que pueda transportar <<El paquete.>>
  - Prosiga.
  - Se trata de Javier. Un transportista de productos no peredeceros de acá del pueblo. Está con problemas financieros. Se separó hace poco y está vulnerable. Es el momento ideal para acarriarlo al lado oscuro. ¡Usted me entiende, Don!
  - ¡Traigamelo! Y no des detalles de más. ¡Sinó el que va a ir dentro de ese camión y en pedacitos, serás tú!
  - ¡Quédese tranquilo Jefecito!
  La mano derecha de Carlos, Gabriel que había escuchado la conversación con el súbdito, no le convencían las palabras. No le convencía el en realidad.
  - ¿Confías en este pelotudo? Tiene sangre de traidor, ¡Acordate! Mirando a los ojos a Carlos, preocupado.
  - No. La verdad que no. Don Carlos exclamaba mientras prendía su habano, y remató:
  - ¡Pero es lo único que tenemos, y ya no nos queda mucho tiempo! Este es el último golpe y nos borramos de aquí. ¿Queda claro?
  Gabriel asiente con la cabeza aunque algo de todo esto no le acaba de convencer.

La Danza de la Mariposa ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora